La Teja

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- Cuatro cobijas.

escarcha en el suelo, cosa que en otras ocasiones sí ha ocurrido. “La gente estaba deseando que la foto sí fuera del Chirripó”, dijo muerto de risa. Aunque está acostumbra­do a esas bajas temperatur­as, Vargas también la vio fea a ratos con el frente frío. Uno de esos momentos fue cuando tuvo que bajar del albergue, elmartes a eso de las 7:30 de la noche, a rescatar a una pareja que se quedó a medio camino porque la muchacha parecía tener síntomas de hipotermia. Para no cansarlos con el cuento, Enzo dice que regresaron al albergue sanos y salvos a las 10 p. m. Eso sí, después de haberse pegado una buena empapada por la lluvia que nunca se detuvo. Para lograr calentarse y así conciliar el sueño, Vargas tuvo que envolverse como un tamal. Se puso un pantalón, dos pares de medias, una camisa, un suéter y cuatro cobijas. Sí, cuatro cobijas y aún así dice que le costó unos 30 o 40 minutos entrar en calor para poderse rulear. Y si así le fue a él, imagínense con los turistas que no están acostumbra­dos a esos hielos. Al día siguiente, Vargas dice que su cuerpo resintió el esfuerzo y el frío, por lo que casi que tuvo que doblar la dosis de chocolate caliente que normalment­e le da a su cuerpo.

“Yo no tomo café, por eso suelo tomarme unas dos tazas de chocolate caliente, pero en esos días el cuerpo como que le pedía a uno estar echándole algo caliente, por lo que sí tuve que tomar unas cuatro tazas de chocolate a ver si acaso”, recordó.

Vargas considera que lo más duro de esos días fue el hecho de tener que pasar tanto tiempo encuevado en el albergue, ya que por el frío no se podía estar haciendo loco afuera.

“Esos días los vientos estuvieron muy fuertes y llovió mucho, la temperatur­a bajó bastante, pero tampoco nada fuera de lo normal”, agregó. Lo que agudizó la tensión del guardaparq­ues es que, como es medio inquieto, no pudo salir a caminar todo lo que le gusta y más bien casi se vuelve loco entre las cuatro paredes porque, tras de eso, la planta eléctrica se les jodió y no tenían luz ni para poner un radio.

Además, como si fuera poco, Enzo dice que un voluntario no sabía que el agua ahí no calienta igual que en todo lado, por lo que cuando se puso a hacer arroz le quedo hecho una pelota de masa.

Pese a todas esas calamidade­s, el funcionari­o dice que ni el frío, la comida furris, la lluvia ni los ventoleros le lograron quitar la paz, como sí lo hizo el condenado teléfono que no paró de sonar.

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CORTESÍA Los caminos se ponen muy complicado­s con las lluvias. Enzo se conoce de pies a cabeza todo el parque nacional Chirripó.
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Esta fue la imagen con la que más de uno se fue en todas.

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