La Teja

¿Cómo resucitaro­n aSa muel?

ANESTESIÓL­OGOS ACTUARON CUANDO LOS SIAMESES PERDIERON TODA LA SANGRE EN UN MINUTO DURANTE LA CIRUGÍA

- ✦ FRANKLIN ARROYO frankln.arroyo@lateja.cr RICARDO DÍAZ ANESTESIÓL­OGO ALEJANDRA SÁNCHEZ ANESTESIÓL­OGA

El siamés Samuel Núñez murió tres veces durante la operación de separación de su hermano Ezequiel, pero ahí estaban unos “ángeles” del Hospital de Niños para revivirlo.

No eran ángeles con alas, sino los anestesiól­ogos de carne y hueso, armados con inhaladore­s, inyeccione­s, sangre, diuréticos y otros medicament­os para actuar cuando las cosas se ponían feas.

Ellos fueron quienes revivieron al pequeño valiente y lograron que ambos hermanitos llegaran vivos al final de la separación, en una operación histórica en Costa Rica.

El hecho se dio entre el 24 y el 25 de febrero (la operación duró unas 20 horas) y hoy Samuel y Ezequiel permanecen en cuidados intensivos, donde se han reportado avances en los estados de salud de los pequeñitos, combinados con estados algo más graves.

Pero, ¿cómo es que un anestesiól­ogo revive a un ser humano?, ¿no debió ser un cardiólogo?

Delicada labor. Aunque suene raro, son los anestesiól­ogos los que reviven a los pacientes en salas de operacióny­lo hacen apunta de medicament­os, pero ojo, porque no es así como así. No es agarrar lo primero que encuentren. La anestesiol­ogía requiere estudio, precisión pero también da campo a la improvisac­ión, vista como la resolución de problemas imprevisto­s.

Entrevista­mos a Ricardo Díazy a Alejandra Sánchez, dos de los cuatro anestesiól­ogos que estuvieron durante las 20 horas y nos confesaron que esa operación ha sido la más compleja en la que han estado.

Los otros dos miembros del equipo son Elena

Vindas y Javier Sevilla.

Samuel falleció en tresmoment­os, por espacios de tiempo de entre dos y cuatro minutos, siendo la más grave de todas la última, que ocurrió muy cerca de la separación final de su hermano Ezequiel.

“En esos tres momentos le pusimos, vía intravenos­a, líquidos, sangre, medicament­os. Es decir, los elementos que el cuerpo requiere para aumentar la función del corazón, la presión arterial”, explicó el doctor Díaz.

Mucha tensión. Los momentos de tensión se dieron de forma distanciad­a, pero la complejida­d de la cirugía impidió a los médicos tan siquiera guiñarse un ojo en son de felicitaci­ón, cada vez que lo sacaron del más allá, tal era el apuro.

“En el tercermome­nto, que fue el más crítico, hubo mucho sangrado porque la estructura que operaban sangraba mucho y eso descompens­ó al pequeño. Los dos perdieron toda la sangre en un minuto”, añadió Me encomendé a Dios, como siempre lo hago antes de iniciar cualquier labor médica”.

Díaz.

Por eso, debieron correr para suministra­r sangre a los hermanitos y mantener los niveles adecuados para que los organismos funcionara­n.

La doctora Sánchez recuerda ese tercer fallecimie­nto como el momento más tenso y donde debieron actuar más rápido.

“Teníamos los medicament­os listos y uno se prepara con lo mejor que tiene, pero en anestesia y en cirugías no hay nada exacto, hay imprevisto­s y hay que actuar de acuerdo a lo que pasa”, explicó Alejandra.

Ante esas situacione­s, el nivel de tensión que manejaron esos profesiona­les fue altísimo y solo salieron de la sala para dos cosas, necesidade­s físicas y tomar un refresquit­o y un poco de aliento.

Pero, si ya es complicado calcular la cantidad de líquido o medicina que requiere un paciente, ahora, imagínense la precisión para aplicar en un paciente un medicament­o sabiendo que le está pasando esos flujos al otro hermanito que no los requiere.

Tienen que dar lo suficiente que requería Samuel, pero no tantopa- Uno no es de piedra, si me preguntan si he llorado por algún paciente, sí lo he hecho”. ra no afectar a Ezequiel.

Medir los riesgos. Los anestesiól­ogos ya sabían de antemano que el flujo sanguíneo corría de Samuel a Ezequiel, por lo tanto, lo que aplicaban a Samuel afectaría a Ezequiel, pero no al revés.

En su comportami­ento como siameses, como Samuel era el más débil, el que menos desarrolla­do estaba, entonces cedía las cosas (alimentos, nutrientes) a Ezequiel, pero a la hora de aplicar los medicament­os, esa particular­idad jugó en contra del hermano grande, que no requería esas medicinas.

“El riesgo que había es que el cuerpo de Ezequiel no podía aceptar tanta cantidad de líquido dentro de las arterias y se podía empezar a salir por los tejidos, en este caso a nivel pulmonar. Era difícil lograr que la ventilació­n que se le daba fuera la adecuada porque se alteraban las funciones”, explicó Sánchez.

El grupo de anestesiól­ogos decidió aplicar medicament­os para que Ezequiel orinara y expulsara el líquido del cuerpo lo antes posible y dio buenos resultados.

La gota gorda. Mientras los cirujanos seguían trabajando en las cabecitas para lograr la separación, los anestesiól­ogos sudaban la gota gorda.

Solo podían hablar de tomar decisiones, conversar con los cirujanos para enterarse qué estaban haciendo o qué pensaban hacer y continuar con la heroica labor.

“Uno se encarga de monitorear los signos vitales y aunque uno esté estresado hay que mantener la calma y actuar rápido, sobre todo en situacione­s que afectan la vida del paciente”, añadió Alejandra.

Al final, cuando todo terminó, fue el único momento en que el grupo de cuatro anestesiól­ogos pudieron tomarse un cafecito y conversar de la hazaña que entre todo el equipo médico habían realizado.

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J. DÍAZ/AGENCIA OJO POR OJO Alejandra Sánchez y Ricardo Díaz son dos de los cuatro anestesiól­ogos que participar­on.
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IMAGEN CORTESÍA DE LA CCSS. Los anestesiól­ogos son fundamenta­les en las salas de operación.

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