“Lo agarraron haciendo tortas”
Un extranjero de apellido Olivero y 14 años asesinó de un balazo a Diego Herrera, de 16 años, en el precario La Tabla, que se encuentra en San Rafael Abajo de Desamparados. Ocurrió el 3 de enero del 2008 y al día siguiente a Olivero lo detuvieron al encontrarlo con el arma homicida, al parecer, los muchachitos tuvieron diferencias días antes del crimen.
El asesino de Diego fue condenado a seis años de cárcel y fue llevado al Centro de Formación Juvenil Zurquí, en San Luis de Santo Domingo de Heredia, donde estuvo tres años, ya que le dieron la libertad condicional con la condición de que no se acercara a la familia de la víctima.
Al pasar seis años Olivero volvió a su casa en La Tabla.
En lo mismo. Rubén Herrera, el papá de Diego, asegura que ya perdonó al asesino de su hijo; sin embargo, dice que Olivero no se reformó y sigue me- tiéndose en problemas.
“Es muy difícil que estos muchachos no vuelvan a cometer delitos. Cuando salen vuelven al mismo ambiente que los enredó en el crimen”, aseguró don Rubén, quien trabajó 17 años como policía.
Vecinos de La Tabla que pidieron no ser identificados contaron que al principio no había problemas con Olivero y que parecía determinado a cambiar su vida, se enamoró y formó una familia.
Pero pronto se topó con viejas amistades, empezó a consumir drogas y perdió el control.
“Lo último que escuchamos es que (a Olivero) lo agarraron haciendo tortas y lo mandaron a San Sebastián. Es una pena, a uno le da lástima porque pudo ser mi hijo y solo pido que Dios lo ayude a encontrar su camino y algún día pueda dejar de meterse en problemas”, aseguró Gerardina, la mamá de Diego.
Según datos del Informe Estado de la Justicia del año 2017, en el 2015 hubo 8.871 condenas en los tribunales penales y 20 de cada 100 personas castigadas volvieron a cometer un delito.
Esta desafortunada situación mantuvo con temor a los miembros de la familia de Diego, quienes no desean que alguien sufra una desgracia como la que ellos vivieron en el año 2008.
Debido a su condición económica no les es posible irse a otro lugar y por eso siguen viviendo La Tabla, que es considerado de los sitios más peligrosos de San José.