La Teja

“Viví un infierno”

MUJER NARRA LAS AGRESIONES QUE SUFRIÓ POR EL FÚTBOL

- ✦ EDUARDO VEGA eduardo.vega@lateja.cr Irresponsa­bilidad

En el momento en que se anunciaban con bombos y platillos las fechas de los clásicos entre Saprissa y Alajuelens­e y la mayoría de fiebres brincaba de alegría, doña Marisol anotaba esas fechas porque sabía que vendrían días de sufrimient­o, de golpes y de maltrato.

Su esposo se transforma­ba en una bestia debido al fútbol, el cual utilizaba de pretexto para tirarle la comida en la cara o para gritarle.

Esta vecina de Alajuela, a quien le dimos el nombre de Marisol para proteger su identidad, se considera una sobrevivie­nte, porque solo Dios la salvó de terminarmu­erta amanosde sumarido.

Marisol también sintió la muerte después de un partido que la Liga le ganó a Saprissa, ya que el ex se alegró tanto con ese resultado que la montó en el carro y majó el acelerador a más de 100 kilómetros por hora. Después, en otra derrota de la Liga, el “valiente” decidió que la mejor manera de sacarse el colerón era darle una paliza.

“Los clásicos se volvieron un infierno para mí. Llegué a odiar tanto esos partidos que le pedía a Dios dos cosas: que desapareci­eran los clásicos así como el fútbol. También le pedía a Dios que siempre ganara la Liga, porque si Saprissa ganaba me iba peor, me agredía con más fuerza y hasta temía por mi vida. Mis tres hijos y yo vivimos ese infierno durante nueve años”, señala.

Quería morir. “Las mañanas de los días en los que se jugaba un clásico me quería morir, porque desde bien temprano tenía que correr con el desayuno, con las bocas para el partido e irle a comprar el guaro a mi ex.

“Además tenía que alistar a los chiquitos, a los cuales él obligaba a seguir a la Liga, porque Dios guarde ellos se pusieran algo morado, los mataba”, contó doña Marisol.

El problema es que el “hombre” de la casa se ponía a tomar guaro desde muy temprano y eso lo volvía más agresivo a la hora de la mejenga.

“Cada gol de Saprissa era motivo para que me pegara una patada o un puñetazo, que metrata- ra de hija de puta o que me dijera saprissist­a malparida, algo que para él era muy normal”.

Al agresor le enojaba mucho que a su esposa le gustara el fútbol, que lo entendiera, que opinara sobre alineacion­es, las posiciones tácticas y que se emocionara con las jugadas.

“Un día cometí la estupidez de ponerme una camiseta de Saprissa porque apenas me vio se le metió el diablo, se me tiró encima y me agarró del cuello con todas sus fuerzas. Ese día estaba segura que me iba a ahorcar, mis hijos le gritaron y hasta le pegaron y fue por eso que me soltó, pero la agresión no terminó ahí, me obligó a ver el partido en brassier, fue una situación muy humillante.

“No tenía lugar dónde esconderme, si nos quedábamos en la casa las agresiones eran todo el día, si él decidía que íbamos a visitar a su fa-

Abuso sexual. Pero lo peor de todo era cuando la obligaba a ir a un bar a ver el partido con los amigos, porque como él no la respetaba, los amigos comenzaron a faltarle el respeto y hasta llegaron a tocarla, sin que elmarido lo supiera.

Un día le dijo que los amigos estaban abusando de ella y lo que hizo fue pegarle un golpe en la cara que sencillame­nte la noqueó como por tres horas.

“Cuando una es agredida se prepara para la agresión. Yo sabía que un clásico era lo mismo que una paliza, por eso buscaba complacerl­o en todo para ver si así me dejaba queditica, pero ni así me dejaba en paz.

“Yo le hacía el desayuno, le aplanchaba la ropa, le alistaba su camisa de la Liga, solo me faltaba

besarle los pies y si me lo hubiese pedido creo que lo hubiera hecho, porque así es una de estúpida cuando vive en un ambiente de agresión”, recordó.

total. De todos esos martirios que vivió, Marisol recuerda un juego en especial porque fueron a verlo al estadio Ricardo Saprissa. Ese día perdió Saprissa y el hombre se volvió loco, montó a la familia en el carro y le metió la chancleta al acelerador.

“Íbamos a más de 120 kilómetros por hora y en una curva el carro hasta se levantó en dos llantas, casi nos volcamos. Cuando el carro estaba en dos llantas yo sentí la muerte, pensé en mis hijos porque creí que todos nos mataríamos… con decirle que de Tibás a Alajuela duramos como quince minutos”.

Odio. Doña Marisol no sabía qué odiaba más, si los 90 minutos del clásico o lo que seguía después de que terminara la mejenga. Ella reconoce que siempre trató de que las agresiones fueran para ella con el fin de proteger a sus chiquitos del marido. “Las mujeres agredidas terminamos aprendiend­o a engañarnos solas, creemos que complacien­do al agresor no habrá golpes, pero eso es mentira. Para un clásico me levanté bien temprano y le hice su comida preferida, lengua en salsa, porque pensé que así no me pasaría nada. “Cuando se sentó a comer me gritó que me había pasado de sal, se fue a la cocina y trajo la olla en la que estaba la lengua en salsa y me la tiró encima. Luego me agarró a patadas y a puñetazos”, asegur.

Desde hace dos años doña Marisol y sus tres hijos se liberaron de tantos años de agresión, ya que ella tomó valor, se separó y denunció al agresor, quien ahora tiene medidas cautelares. “Tengo dos años de paz en los clásicos, por eso solo le pido un favor, que ponga lo que le voy a decir sin quitar una sola palabra porque es algo que durante nueve años me tuve que tragar a punta de golpes: ¡Viva Saprissa! “Mis hijos son saprissist­as y ahora sí disfrutan el fútbol. Somos una familia nueva, arrancamos denuestro hogar lo que no servía, lo que tanto daño nos hacía”, dijo Marisol, quien volvió a estudiar para sacar el bachillera­to y se graduó como administra­dora de empresas. años soportó agresiones la

mujer.

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ARCHIVO MAYELA LÓPEZ ALFONSO QUESADA Muchas señales de violencia se dan antes de la agresión física. Mientras unos disfrutan en el estadio hay mujeres viviendo un infierno. La violencia contra las mujeres es cosa de todos los días.

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