La Teja

Peligra muro del amor

VECINOS DE OROSI SE OPONEN A PERDER TODO UN SÍMBOLO DE BELLOS TIEMPOS

- ✦ FRANKLIN ARROYO franklin.arroyo@lateja.cr

Agustín Sánchez le pegó sus besos a Ligia Brenes, hoy su esposa, con el murito de la delegación policial de Orosi como testigo silencioso y discreto de su amor de juventud.

Ese muro, que rodea el terreno, ha visto pasar generacion­es de estudiante­s que llegaron hasta allí a copar –como se decía antes– o a apretarse, como se dice hoy. Y aún en la actualidad al lugar se acercan parejas para decirse que se gustan a punta de cariñitos.

El muro fue levantado durante la administra­ción de Mario Echandi (1958-1962) –lo mismo que la delegación– y es todo un símbolo para el pueblo. Llena de recuerdos a muchos y provoca esa nostalgia positiva de cuando se piensa en lo lindo. Lo malo, y que preocupa a los vecinos, es que la tapiecita, de unos 60 centímetro­s de alto, corre el riesgo de que la boten.

Eso podría pasar porque existe el interés de ampliar la delegación, para lo cual habría que derribar el “muro del amor”.

En Orosí borraron hace unosdías un escudoyuna­bandera que habían sido pintados en la escuela local más de 35 años atrás y la comunidad no quiere que pase algo parecido con el muro.

Muchas historias. Manuel Ramírez y Ana Molina forman otra de esas tantas parejas que vivieron parte de su romance alrededor del muro. Se sentaban allí para ver algún celaje lindo, compartir un helado, hablar, reír, enamorarse.

Recuerdan que el murito sirvió muchas veces como punto de encuentro para ir luego a alguno de los tres salones de baile que había antes en el distrito paraiseño, donde sigueen pie una de las iglesias más lindas del país.

“Recuerdo una vez que ella iba paseando con un tío y la vi allí y conversamo­s. Luego nos conocimos en el salón de baile y nos hicimos novios”, cuenta Manuel.

Parejas con anécdotas similares a las de Miguel y Ana hay muchas en Orosi. Luego de un tiempo de noviazgo esas parejas formalizar­on la relación y hoy son papás y abuelos y han ido heredando sus historias en torno al popular muro de piedra.

Manuel comenta que como él le hacía al fútbol muchas veces fueron a verlo jugar los familiares de Ana, ya cuando se habían casado. “Mi esposa iba, pero no tanto como mi cuñada Helia. A mi esposa háblele de religión”, detalló.

Pero no son solo recuerdos de romances los que giran alrededor del querido muro de piedra.

También innumerabl­es historias de amigos que se reunieron allí a tomarse un fresco después de los desfiles del 15 de setiembre, de gente que buscó el mejor lugar para ver el juego de pólvora cada 31 dediciembr­e o lo utilizó como palco para tirarse las mejengas aprovechan­do que la plaza queda al frente.

“Además, no hay un chiquillo que al pasar por ahí no se encarame al muro a caminar. Mi nieto lo hace”, contó Francisco Fajardo, presidente de la Asociación de Desarrollo de Orosi.

Saben qué pasa. La tapia forma un codo al costado suroeste de la delegación policial, con unos quince metros de largo de este a oeste y unos cuarenta metros de norte a sur.

El pueblo se opone a que la derriben, pero quienes la defienden son consciente­s de la necesidad de ampliar la vieja delegación.

“No vamos a permitir que toquen el muro. La ampliación de la delegación es vertical, le van a hacer un segundo tiempo. No tienen por qué derribarlo”, añadió Fajardo.

Don Francisco asegura que le entrarán con los tacos de frente al asunto para evitar que lo boten. “Tenemos la potestad para impedirlo, pero la idea no es pelear con nadie”, adelantó.

La síndica Karla Brenes comentó que la sola idea de que vayan a quitar el muro causa indignació­n en el pueblo.

“Ya quedan pocas construcci­ones de antaño en pie. Esperemos que tomen en cuenta la opinión del pueblo porque si lo botan sin consultar es como estar perdiendo la identidad. No queremos que eso pase”, dijo.

Sin embargo, Fajardo comenta con honestidad que la tapia tiene ahora también su lado negativo.

Últimament­e de noche se siente olor a marihuana cuando se pasa cerca (y eso que está a la par de la delegación) y creen que eso podría peligroso.

Manuel Ramírez, el lugareño que pasó lindas experienci­as en esa tapia con su novia, opina que en el pueblo falta más seguridad.

“El muro lo tienen que dejar, no lo pueden botar, pero tal vez le puedan subir un poco la altura porque ya no es como antes.

“Viene gente de afuera, hay delincuenc­ia y deben ponerle más cariño a la comunidad. Queremos más policías”, dijo.

Fajardo comentó que la asociación de desarrollo tiene un proyecto para donar cámaras de seguridad y eso ayudaría a tener más tranquilid­ad. Y el murito a salvo.

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FOTOS DE DIANA MÉNDEZ Si los muros hablaran, ¿cuántas historias contaría este?

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