Gastaron vida y plata buscando hijo
Máximo Cueto y Gregoria Gastelú por fin podrán dejar de buscar.
La pareja de viejitos peruanos recibió a fines de agosto los huesos de su hijo tras 34 años de búsqueda. El joven fue sacado a la fuerza y secuestrado de su cuarto en 1984 por un grupo de militares en una región del sur de los Andes, que era la más violenta de Perú. La desaparición ocurrió durante el conflicto que enfrentó a las fuerzas de seguridad y al grupo terrorista Sendero Luminoso.
Los ancianos de 86 y 88 años, respectivamente, gastaron la mayor parte de su fortuna como importantes vendedores de ganado para rastrear el paradero de Cesáreo, universitario de 33 años, pero fue imposible hallarlo.
Como la pareja, un incontable número de personas que va envejeciendo busca a más de 20.300 peruanos que tienen la condición de desaparecidos.
Máximo y Gregoria envejecieron mientras administraban su floreciente negocio y recorrían los Andes y la Amazonia, además de una isla en la costa del Pacífico frente a Limadon deel gobierno tenía una cárcel en los años 80.
Entre 2005 y 2009, el Equipo Forense Especializado, en el marco de las investigaciones por uno de los más famosos casos de Perú por violaciones de los derechos humanos, realizó 3.031 excavaciones en un terreno de siete hectáreas. Se extrajo 109 osamentas, muchas de ellas quemadas en un horno que los militares usaron para incinerar gran parte de los cadáveres de los que eran asesinados luego de haber torturado.
De ese numeroso grupo de huesos, en julio, tras un tercerexamen genético de una osamenta que tenía fisuras en la rodilla derecha y curaciones de resina en la dentadura se halló a Cesáreo.
Máximo y Gregoria compraron un ataúd marrón y allí colocaron la osamenta junto a un traje de sastre color azul marino y unos zapatos deportivos blancos “porque era un amante del fútbol”.
La pareja se enteró que Cesáreo tenía el cráneo atravesado por dos impactos de bala que por la trayectoria hicieron suponer a los forenses que el universitario había sido obligado a colocarse de rodillas antes de ser asesinado.