Karaoke, sonora cárcel
El restaurante El Marisco Vivo, en Sabana Norte, es conocido por las cantadas de karaoke que muchos se pegan en sus salones.
Pero ayer se reveló el sonoro drama que se vivía en este lugar, el cual era usado por una banda para retener y esclavizar chinos que traían al país de forma ilegal.
Esta nuevacara del restaurante se dio a conocer luego del megaoperativo llamado “Cielo y tierra”, en el cual el OIJ, el Ministerio Público y la Policía de Migración agarraron a 29 miembros de la organización por medio de 40 allanamientos. También se golpeó a la banda en Panamá.
Michael Soto, ministro de Seguridad Pública, explicó que venían siguiéndole la pista a esta organización desde el 2016, cuando detectaron varios casos de trata y tráfico de chinos que venían de Europa, Asia y Sudamérica.
Todo montado. Walter Espinoza, director del OIJ, explicó que la organización mafiosa era liderada por tres chinos de apellidos Leung Lau, Chen y Cen Mo. Este último es el dueño del restaurante El Marisco Vivo, lugar que se convirtió en centro de operaciones.
Espinoza indicó que los líderes se valían de sus contactos internacionales para traer engañados a los chinos con la promesa de una vida mejor; sin embargo, al final muchos eran vendidos como esclavos a abastecedores y restaurantes de otros asiáticos.
Espinoza agregó que la banda logró reclutar a once funcionarios de la Policía de Migración, quienes por hacerse de la vista gorda para que los chinos ilegales entraran al país se podían echar entre $2000 y $6000, dependiendo de a cuántos dejaran pasar.
Esas once personas fueron detenidas y pasó lo mismo con un oficial de la Fuerza Pública de Santo Domingo de Heredia y un abogado de apellido Azofeifa.
Además de la detención de los 29 sospechosos, las autoridades confirmaron que en Pocosol de San Carlos lograron rescatar a dos chi- nos víctimas del mismo grupo.
Las autoridades también dijeron que la Policía panameña hizo varios operativos en tierras canaleras, donde agarraron a 10 personas ligadas a la red.
La banda detenida aquí tenía una forma muy clara de operar.
1. El sueño americano. La banda captaba a sus futuras víctimas por medio del líder –Cen Mo– quien se encargaba de coordinar el traslado de las personas hacia Costa Rica a cambio de un pago de $22.000 (casi ¢13 millones).
Les prometían llevarlos a Estados Unidos, a Canadá o regularizar su estado migratorio y conseguirles un buen trabajo aquí.
La banda logró traer al país a 110 chinos, tres de ellos menores de edad, a quienes les seguía cobrando porque les decían que los $22.000 que ya habían pagado eran solo para ingresar a Costa Rica.
2. Se hacían los chanchos.
La mayoría de los chinos entraba a Costa Rica por el aeropuerto Juan Santamaría, donde hacían su parte los funcionarios de la Policía de Migración corruptos, quienes dejaban pasar a los orientales sabiendo que por cada uno se estaban echando una buena plata.
Lo mismo sucedía en el puesto fronterizo de Tablillas, en la zona norte, donde se hacían los chanchos para que los chinos pudieran salir del país sin problemas en su viaje al norte.
3. Una trampa. Una vez fuera del aeropuerto con ayuda de los funcionarios choriceros, los orientales eran recogidos por miembros de la banda, quienes los llevaban al restaurante El Marisco Vivo o a un hotel del centro de Heredia.
Los extranjeros eran retenidos en esos lugares mientras los líderes mafiosos decidían cuáles continuarían su viaje al norte y cuáles serían vendidos como esclavos a otros chinos.
4. Deuda eterna. Según la investigación , los chinos vendidos adquirían una “deuda eterna” con el dueño del negocio, quien les decía que debían trabajar hasta que pudieran pagarle; sin embargo, resultaba una tarea imposible dado que la suma era altísima. Aún no se sabe cuánto pagaban a esos comerciantes, pero sí que eran obligados a trabajar en pésimas condiciones.
5. Documentos falsos. La banda contaba con la ayuda del abogado, quien se encargaba de presentar documentos falsificados ante Migración para hacer creer que los orientales estaban de forma legal en el país.
Los once funcionarios de la Policía de Migración que fueron detenidos por ayudar a la banda no eran ningunos novatos, los sujetos tenían entre 5 y 11 años en la institución, sabían en qué se metían.