Enamorados del Señor

Dios nos ha creado por amor, somos fruto de su pensamiento, y por gracia de Jesús nos ha hecho verdaderos hijos suyos y hermanos entre nosotros. Esta es la verdadde nuestra fe, ilumina muy bien nuestra calidad social, enmediode la crisis en que se ve envuelta nuestra patria, es tan clara esta gran verdad: “Somos hijos de Dios por la sangre de Cristo”. Esto nos reafirma nuestra esperanza.

La Liturgia de este domingo XXIII del Tiempo Ordinario nos coloca al profeta Isaías para animarnos en dos vertientes:

1) Animarnos y no tener miedo aunque nuestro corazón esté triste, ya que nuestro Dios “está aquí”. Él no nos ha abandonado nunca.

2) Él nos abrirá los ojos y los oí- dos para que se nos revele una nueva realidad, recreada por la presencia divina que nos invita a dar la vida solidariamente como Cristo lo hizo por nosotros.

El cristiano hoy más que nunca está llamado a dar un giro a nuestra realidad, a la luz de la palabra que nos llena de esperanza y convertirnos en misioneros de la solidaridad y soldados combatientes de la globalización de la “indiferencia”. Ya Santiago nos lo comenta con firmeza.

Hoy estamos urgidos a acercarnos a un encuentro íntimo, profundo y personal con Jesús, para poder ser tocados por el Señor, para vivir su nuevo “Effetá”, un “Ábrete” pero no solo de los ojos para ver a Cristo en todo, no solo los oídos para escuchar su voz, sino sobre su corazón para que podamos abrir el nuestro, para ser signo de Jesús en nuestra sociedad.

El cristiano real, convencido y coherente, hoy está llamado a dar y a renunciar a lo que debamospara construir, en mediode esta crisis fiscal, moral y social de nuestro país, el reino de Dios. El camino es enamorarse del Señor y permanecer enamorados de Él.