“La huelga no da para tanto”
MARICRUZ LEIVA SE DESAHOGA/SINDICATOS RECHAZAN ACUERDO CON GOBIERNO
La periodista Maricruz Leiva cumplió ayer tres semanas internadaen elSanJuande Diosysufre las consecuencias negativas de la huelga de empleados públicos. Mediante una publicación en Facebook, hecha este domingo, dio a conocer las penurias que pasa en ese centro médico, al que fue a dar debido a una cirugía estética que se le complicó.
Esto es lo que dijo: “Han sido tal vez las tres semanas más duras, tristes y desoladas de mi vida. No les puedo explicar el dolor físico por el que me han sometido, entrando cinco veces a sala de operaciones y una vez al ‘tanque’. Afortunadamente el dolor ha sido controlado por la gente de la Clínica del Dolor, los médicos y las enfermeras se han entregado con amor y mística para que yo logre superar esta triste e increíble broma del destino. Son tres semanas que han coincidido con la huelga de empleados públicos y aunque he de confesar que los médicos y enfermeras han entregado alma, vida y corazón (y algunos asistentes) aquí algunas ‘anécdotas’ que he vivido por causa de las protestas”.
– Como mucha gente de cocina está de huelga me traen un bollo de pan, una tajada de queso y una caja de leche para el desayuno. Y a darle, gracias a Dios.
–Un día de estos el almuerzo era un puré de tiquisque, queso rayado y chayote sancochado. Y a darle gracias a Dios hubo cena.
Nada caliente. “Yo no tomo café, pero pensé en el montón de gente que tiene que tomarse su traguito de café. Pues un día de estos nos dijeron ‘NO hay nada caliente’”. –En mi mesa se acumularon los desechos del desayuno, almuerzo y merienda. No había personal para limpiar.
–Gracias a Dios ya me puedo bañar solita porque sin asistentes las enfermeras no dan a basto. –La tercera vez que salí de sala de operaciones me descompuse y vomité. Así estuve hasta que todo se secó sobre mí. No había ropa estéril para cambiarme ni cambiar las camas.
–La quinta vez que entré a sala de operaciones no había ropa verde ni estéril. Entré sin botas y con gorra desechable y con una bata rosada que sí estaba estéril.
–Mis dolores eran tan intensos que tuvieron que llamar a los médicos de la Clínica del Dolor. Nopodía ni respirar. De nada sirvió que la doctora me viera temprano, pues no había con quién mandar las recetas y no había quién las despachara. Ese día la morfina llegó pasada las 7 p. m. cuando alguien logró alistarla. ¡Mi rostro se iluminó! Esperé más de diez horas.
–El día de la marcha mi dolor competía con la charanga que tenían afuera: cimarronas, tumbacocos, altavoces. Por cada grito o ‘bomba’ que lanzaban yo me quedaba sin aliento, el dolor me llegaba a lo más profundo.
–Cada grito me atornillaba la espalda o el abdomen, le pedía a Dios que se callaran. Me preguntaba si a mí, siendo adulta, me costaba manejar ese escándalo, ¿qué estaría pensando uno de los niños internados en el hospital de niños? Y no, señores, la huelga no da para tanto.
–Si uno tiene una solicitud debe procurar que no trascienda de la enfermera o el médico porque si ellos deben mandar a traer algo a otro lado probablemente no lo logren. Aún así, es a los médicos y las enfermeras a quienes debo poco a poco mi mejoría. Lo mío va para largo, no sé cuánto más tendré que estar internada.