1800 DESMAYOS AL MES
Ahora solo se desvanece una vez
El periodista Felipe Loaiza, de 27 años, pasó por una experiencia muy dura porque desde niño pasaba más desmayado que “despierto”, pero se desconocían las causas.
La etapa más crítica fue entre el 2015 y 2016, cuando perdía el conocimiento hasta 1.800 veces al mes, es decir sufría 60 desmayos al día. Es a partir de este año que solo se desmaya una vez al mes.
“Pasaba más inconsciente que despierto”, recuerda Felipe, quien vive en Orosi de Cartago con sus papás y sus dos hermanas. El padecimiento se llama síncope neurocardiogénico vasovagal y se caracteriza porque las venas del corazón no funcionan con normalidad y la sangre no llega a los órganos que la necesitan. Aunque la tuvo desde chiquitito, se la detectaron a los 24años, en el 2015, a pesar de que antes ya le habían hecho exámenes.
Ese mal se da en una de cada
100 millones de personas. “Cuando estaba en la escuela y en el colegio me cansaba más de la cuenta. Veía que los demás corrían, pero si yo lo hacía estaba agotado. Cuando estaba en la universidad también me desmayaba, pero pensaba que era por el estrés”, cuenta.
Otra característica de su enfermedades que el clima tiene una influencia muy fuerte en ella.
“Cuando hacía calor era más propenso a desmayarme porque cuando está caliente las venas del corazón pierden varias funciones. Para mí ir a la playa era algo complicado o cuando es Semana Santa porque el calor es más intenso”.
Hoy su realidad es muy distinta y, en promedio, los desmayos le dan solo una vez al mes. Eso le ha cambiado la vida, pero primero debió pasar por sala de operaciones.
Avisaba, pero... Antes de cada desmayo el cuerpo le avisaba a Felipe que algo estaba por ocurrir.
“Se me nublaba la vista, me daba sordera, los brazos y piernas los tenía débiles”.
Como se encontraba muy débil casi nunca tenía tiempo de al menos gritar que estaba por caer.
Sus padres –Freddy Loaiza y Marlen Araya– así como sus hermanas Karen y Marlen eran quienes salían corriendo cuando se daban cuenta de lo que pasaba.
“Me desmayaba en cualquier lugar, podía estar bañándome o haciendo alguna necesidad y me desmayaba”, añadió.
“Al principio (para que lo despertaran) me pegaban en la cara para que reaccionara, luego los doctores les dijeron a mis papás que me levantaran las piernas y
“Me desmayaba en cualquier lugar, bañándome o haciendo alguna necesidad”. FELIPE LOAIZA
que si después de media hora no despertaba me llevaran al hospital”, detalla.
Última esperanza. A finales del 2017 el panorama se veía complicado. Felipe pensabaque podría morir durante un desmayo.
“Me metí a estudiar Inglés, en ese momento tenía que ir en silla de ruedas. En clases conocí a una señora que me preguntó sobre mi enfermedad, le conté de qué se trataba y ella me dijo que había un médico que me podía ayudar.
“Yo no tenía mucha fe porque en diciembre (del 2016) me dijeron que prácticamente estaba desahuciado”, recordó.
“En enero de este año (2018) me decidí y lo fui a buscar. Él me dijo que me podía hacer la cirugía en dos semanas y que iba a tratar de que fuera con la Caja, luego de unos días me dijo que sí se podía, pero que yo no tenía mucho tiempo, que lo mejor era que me operaran en una clínica privada”.
Todo iba bien hasta que se dio cuenta del costo: aproximadamente ¢14 millones.
“No tenía plata porque no podía trabajar, entonces me volví a resignar, pero el doctor me dijo que había una fundación que me podía ayudar y así fue, ellos pagaron toda la operación y por eso estoy vivo”, agradece Felipe.
Enamorado de la vida. El 14 de febrero de este año entró a sala de operaciones en la Clínica Bíblica, donde lo operó el doctor Elliott Garita, quien le colocó un marcapasos traído de Alemania.
El doctor Garita es el “papá” de la Fundación Internacional del Corazón, que ayuda a personas con problemas cardíacos.
“Colaboramos de diferentes maneras, con medicamentos, tratamientos y cirugías, desde hace un año hemos colaborado con más de cuarenta personas”, mencionó el médico.
La cirugía de Felipe duró 45 minutos y había un riesgo de que muriera por tratarse del corazón, pero todo salió bien.
“Su enfermedad no tiene cura, pero ahora puede hacer cosas que antes no hacía, puede caminar y otro sinfín de cosas”, contó el médico. Pese a que el procedimiento era riesgoso, cuatro horas después de finalizado le dieron la salida.
“Después de la operación se alimentó en una camilla y me dijo que no recordaba cuándo fue la última vez que almorzaba y no se desmayaba”, comentó el médico.
Felipe tuvo que estar en reposo durante tres meses, pues los cables del marcapasos debían pegarse en las paredes del corazón.
Luego pudo caminar y moverse sin necesidad de la silla de ruedas que lo acompañó un año. Ahora le hacen exámenes de sangre y chequeos más amplios cada mespara conocer suavance; además se toma dos pastillas, una en la mañana y otra por la noche, para que los registros de su corazón sean los normales.