El verdadero amor viene de Dios
El pasado 24 de octubre, con ocasión de la fiesta en honor de san Rafael Arcángel, en la parroquia de Boca de Arenal, filial de Muelle, nueve parejas se unieron en el sacramento del matrimonio. Me correspondió presenciar y bendecir este acto de amor.
No hay duda que ver en una sola celebración nueve matrimonios es una gracia de Dios y un gran acontecimiento, en estos tiempos, pues muchos hombres y mujeres siguen creyendo en esta institución creada por Dios.
Desde la revelación divina, la Iglesia cree en el matrimonio como la unión entre el varón y la mujer, y como signo (sacramento) del amor de Dios por la humanidad.
“El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.
Por eso los cristianos, junto con todos lo que tienen en gran estimaa esta comunidad, se alegran de los varios medios que permiten hoy a los hombres avanzar en el fomento de esta comunidad de amor y en el respeto a la vida y que ayudan a los esposos y padres en el cumplimiento de su excelsa misión” (Gaudium et spes, 47). Esto eslo que la Iglesia cree, predica y enseña a sus fieles. También propone a las personas de buena voluntad, fiel al proyecto de Dios y no al de los hombres. El verdadero amor viene de Dios, Él es amor, y estamos llamados a amarnos según el designio divino y no como se nos ocurra.
Ese designio Dios lo ha plasmado en la naturaleza humana. Este amor fundado en Dios, da sentido a nuestra naturaleza humana y nos plenifica como sus hijos, pues hemos sido creados a imagen y semejanza suya.
El verdadero amor, el que viene de Dios, no se puede banalizar ni mucho menos profanar, pues se trata de un proyecto divino para realización integral de la persona humana.