NAVIDAD DE TRES PISOS
GERMÁN HERNÁNDEZ LLEVA TRECE AÑOS AMPLIANDO LINDO PASATIEMPO
La ilusión empezó a crecer con una casita blanca de ¢300 comprada en el antiguo supermercado Hipermás. Hoy, trece años después, la historia es otra y ha crecido un montón.
La casita se transformó en una elaborada villa navideña de tres pisos que es una parada obligatoria de familiares, amigos y vecinos de don Germán Hernández, el arquitecto de esta idea.
Don Germán trabajó en el Departamento de Mantenimiento del Poder Judicial y desde el primer día como pensionado buscó un pasatiempo (y lo encontró). Lo que no sabía era que se convertiría en una pasión que ahora comparte con su familia, cómplice de esta decoración gigante que tantos admiran.
“Este año compramos un juego de sala nuevo que dejó muy poco espacio en la esquina donde siempre hacía la villa, por eso empezamos a medir y buscar dónde ponerla”, explica don Germán.
Acomodaron la sala de manera que les quedó un espacio de nueve metros donde comenzaron a trabajar en la armazón y en la instalación eléctrica desde octubre. Había que empezar con tiempo.
La electricidad se empieza a instalar desde el punto más alto, se usa un cableado que alimenta ocho tomacorrientes que ayudan a encender las 24 regletas que se necesitan para iluminar todo. Y para evitar accidentes todo está conectado a un solo interruptor.
Aporte clave. El responsable de esta parte es Kevin, el hijo menor de don Germán y quien invierte unas 200 horas en ayudar a su papá para que la decoración esté lista a tiempo.
“Yo le ayudo unos dos horas diarias, aunque hay fines de semana que se nos van completos trabajando en la instalación eléctrica o cambiando piezas de lugar porque a papá no le gusta cómo se ven”, explicó Kevin.
Este punto es indispensable para evitar un cortocircuito y que se queme alguna de las piezas, que pueden valer hasta ¢80.000. Todas son un tesoro para don Germán, quien las guarda en un clóset de su cuarto. Cada enero, cuando han pasado las fiestas, devuelve las piezas a sus cajas originales, donde descansarán hasta el año siguiente, cuando ya se sienta en el ambiente el espíritu de la Navidad.
Don Germán calcula que todas las piezas pueden tener un valor cercano a los ¢4 millones. “Esa plata no la he pagado yo solo, mis hijos y otros familiares me han regalado villas que se han sumado a unas seiscientas figuritas decorativas que acompañan a las casi noventa piezas que tenemos”, contó.
Muy bien ambientado. Todo se complementa con una mon- taña falsa donde se coloca un faro, un globo con forma de zepelín que da vueltas, fábricas, iglesias, coros, equipos de jockey, casi cualquier elemento que tenga alguna relación con la Navidad.
Este año destacan una fuente que funciona con agua real, unas tazas de chocolate y unos columpios. Hay un par de cosas más que quiere comprar, pero todo depende del pago de la pensión.
“Hay que medirse con la platica, ahora que son más populares son muchos más caros, me meto a Internet a ver qué cosas nuevas salen”, dijo este fiebre, que también se da vueltasporalmacenes en los que sabe que podría encontrar algo que le guste.
La organización de las piezas es lo quemásretrasa el proceso de colocación porque no se ponen en cualquier lugar, la decoración en cada espacio debe tener un orden, como si fuera una ciudad real.
Detalles cuidados. Y para que todo se vea bonito y los cables no queden expuestos los esconden dentro de una chimenea falsa que deja sin espacio a dos sillas del comedor. Pero es que hay que ajustes por aquí y por allá para que la Navidad quede cómoda dentro de la casa donde se le espera con tantas ganas.
Toda esta “locura” es solo una parte de la emoción y el amor que don Germán comparte con su esposa, Emilce Carazo, quien ya está acostumbrada a “perder” la mitad de la sala varios meses y ver cómo la villa va creciendo.
“Mi esposo ama la Navidad, con los años todos nos hemos acomodado a esa rutina y la disfrutamos tanto con nuestros hijos como con los nietos”, explicó doña Emilce.
Si fuera por don Germán, la villa funcionaría todo el año, pero no se puede. Cuando guarda las cosas, en enero, empieza a contar los meses que faltan para que llegue diciembre y recomenzar.