Cristo entró en nuestra historia
Lucas, entre los cuatro evangelistas, es el más atento a la imprescindible y fundamental dimensión histórica del cristianismo. Todos esos datos que apunta, esos personajes (Tiberio, Poncio Pilato, Herodes, Felipe, Lisanio, Anás y Caifás), quie- ren decirnos que Jesucristo, es una realidad histórica, concreta, con indicaciones temporales. Realidad que ha entrado y queda operante en la humanidad, la del pueblo de Israel, del imperio Romano y de nuestro tiempo, por medio de Jesús de Nazaret, hijo de Dios, prometido desde los orígenes y encarnado en un momento histórico del que conocemos personajes y fechas. Lucas nos muestra que la Palabra de Dios que “vino sobre Juan” va a volcar la historia. Él anuncia la conversión y la salvación para todos los pueblos. Sin embargo, a los cristianos nos queda el deber de hacer conocer a Jesucristo a cuantos no lo conocen. Tenemos que convertirnos. Tenemos que borrar la presunción ilusoria que ya somos bastante buenos.
Si pensamos no necesitar de conversión: ¿Es verdaderamente cierto que en las varias circunstancias de la vida compartimos los sentimientos de Jesucristo? ¿Logramos perdonar de corazón a quien nos ha ofendido? En la prueba, ¿entregamos nuestra causa a Dios?
La historia es el campo de acción en que el hombre está lla- mado a colaborar con Dios. Estamos llamados a ser voz de una palabra que es Cristo. Tú, o eres voz, o no eres cristiano.
En ese tiempo de adviento, en silencio y en tu interior, abandona un poco tus palabras, dona un poco de tiempo y un poco de tu corazón a meditar el evangelio. Con perseverancia escucha la Palabra de Dios. Cierto,dicha Palabra es exigente. Rendirse a ella significa sufrir, bautismo de fuego. Pero significa aún más gozar, porque la Palabra es luz, es voz que habla a tu corazón, colma y da sentido a tu vida.