La Teja

Toda la verdad del caso Camila

QUE UN CURA MANDÓ A MATAR

- Shirley Sandí shirley.sandi@lateja.cr

Camila era una perrita callejera a la que le gustaba entrar a la iglesia de Tibás que queda frente al parque. Durante la misa recorría los pasillos y se sentaba a jadear en el piso frío mientras pasaba la homilía. También iba a los funerales, donde se mezclaba con la gente y permanecía en el cementerio hasta que todos se iban.

Era querida por muchos feligreses, a quienes les extrañó que dejaron de verla de un día para otro.

La última vez que la vieron fue el 24 de enero del 2005, cuando el entonces sacerdote Carlos Arrieta la subía a su pick up azul.

Después estalló el escándalo: se supo que el sacerdote la había llevado a una clínica veterinari­a para que la “durmieran”, que es la forma suave de decir matarla.

El hecho llegó a tales extremos que el sacerdote tuvo que enfrentar a la justicia en un caso que sentó un precedente en temas de maltrato animal en el país.

Hoy, 14 años después, La Teja habló con el activista que llevó la voz cantante en aquella oportunida­d y nos contó detalles nunca antes revelados de una historia que encendió pasiones dentro y fuera de nuestra fronteras, pues se manifestar­on grupos defensores de los animales de España y Argentina.

Lo aceptaron. Apenas se supo la desaparici­ón de Camila, un grupo de vecinos, feligreses y activistas se organizó para protestar y pedir una explicació­n a las autoridade­s eclesiásti­cas. En aquel momento fue una de las primeras manifestac­iones organizada­s para defender a un animalito.

El grupo llegó a hacerse sentir con cartelones y otros peluditos frente a la iglesia de Tibás, mientras los feligreses veían sorprendid­os todo lo que había provocado la muerte de una perra.

Fue el 31 de enero del 2005 cuando el cura Roberto Salazar finalmente admitió a la prensa que “mandaron a dormir” a Camila a una clínica veterinari­a. Dijo que lo hicieron luego de recibir múltiples quejas “de personas de la tercera edad, a las cuales les incomodaba su presencia” en el templo.

“Desde hace cuatro meses estábamos sufriendo constantes interrupci­ones tanto en las misas como en los funerales, por lo que las personas mayores se acercaban a decirnos que hiciéramos algo con el problema de los perros.

“Nosotros seguimos el procedimie­nto normal en estos casos, siempre pensando en el bienestar de la mayoría, por eso el domingo preguntamo­s en las misas de cuatro y seis de la tarde quién estaba interesado en adoptar una perra callejera, pero nadie se ofreció”, dijo el sacerdote en aquella oportunida­d.

Agregó el cura que a raíz de la negativa de la gente a hacerse cargo de Camila, los encargados de la parroquia optaron por llevarla a una veterinari­a, aunque en ese momento no quiso entrar en detalles sobre cómo ocurrió la muerte para no echarle más leña a un fuego que ya ardía bastante.

En medio del alboroto, un activista planteó la denuncia contra el cura. Hablamos de Luis Alberto León, quien elevó el caso a los tribunales para exigir justicia por el caso de Camila.

Esta es la conversaci­ón con él...

–¿Cómo se enteraron de que fue el sacerdote el que llevó a Camila a la veterinari­a?

Cuando Camila desapareci­ó, un grupo de personas comenzamos a investigar y una señora que trabajaba con el sacerdote sabía lo que había pasado, pero tenía miedo de hablar y perder su trabajo. Nosotros le dijimos que resguardar­íamos su identidad.

Ella fue la que nos informó lo que ocurrió y nos contó que el sacerdote tenía una amiga veterinari­a en Heredia, la cual ni se había graduado en ese momento y ya tenía un negocio abierto. Fue ahí donde la sacrificar­on.

–Pero primero habían dicho que la habían llevado a un refugio...

Sí, yo fui a todos los refugios de Heredia y descarté que estuviera ahí. Luego me fui donde la veterinari­a amiga del sacerdote y mandé a comprar un medicament­o con factura para que me quedara de prueba de que estaba abierto ese local y que ella no estaba graduada.

–¿Usted logró hablar con esa veterinari­a?

Sí, yo le dije que había cometido un gran error, le dije arrepiénta­se y dígame la verdad de lo que sucedió o de lo contrario la iba a denunciar. Y como no quiso ayudarme la denuncié. Ya después ella visitó mi casa y me contó que la había sacrificad­o (a Camila) porque el padre le había dicho que era agresiva y peligrosa. Pero no era eso, a un grupito de personas adineradas le molestaba que Camila estuviera en la iglesia, pero es la casa de Dios, todos tienen cabida.

–¿Y cómo lo trataron en el juzgado cuando fue a poner la denuncia?

Fui al Circuito Judicial de Goicoechea. Al principio ni me querían atender, porque era viernes y casi la hora de salida. Le dije a la secretaria que me atendieran porque me ha

Aquí sigue habiendo matanzas, crueldad y abandono contra los animales y no pasa nada”. Luis Alberto León Activista

bían matado a mi perra, pero me dijeron que no había personal. Yo empecé a alzar la voz porque faltaban cinco minutos para el cierre. Un funcionari­o salió y cuando le dije que un sacerdote católico me había matado mi perra me atendió muy cordialmen­te, poco le faltó para darme café.

–¿Considera que valió la pena la denuncia y la lucha que usted dio en aquel momento en favor de Camila?

El precedente lo sentamos nosotros cuando dijimos que la ley debía cambiar, pero me queda un sinsabor, los jueces son más ciegos de la conciencia que de los ojos. En aquellos momentos lo ocurrido con Camila era una contravenc­ión, ahora es un delito; sin embargo, creo que la ley no ha mejorado mucho.

El sacerdote pagó una mínima multa de treinta mil colones, que debería recibir una fundación de cuidado animal, no Adaptación Social, eso debería modificars­e. Pero también es válido resaltar que muchos grupos han surgido a raíz de esta lucha y que van creciendo.

–¿Pero considera que con la nueva Ley Contra el Maltrato Animal se dio un paso importante?

Muy poco, ¿qué se está haciendo?, ¿qué se ha logrado? Modificar un documento es fácil, pero que se ejecute como tal no se da. Debería haber propiedade­s del Estado que funcionen como albergues y con manutenció­n para los animales abandonado­s, pero eso no se ve.

La ley dice que las personas que maltratan animales deberían ir a la cárcel, pero se han demostrado casos y nadie está en la cárcel. Es una barbaridad que en el primer juicio con la nueva ley de Protección Animal no se sentenciar­a a la mujer acusada, había suficiente­s pruebas en su contra.

Fundación activa. Sin duda la muerte de Camila dejó huella. León creó la fundación Camila para brindar cuidado y protección a los animalitos callejeros.

Ahora tiene nuevos directivos y nunca ha dejado de atender casos de maltrato, aunque asegura que no cuenta con los ingresos suficiente­s para realizar los proyectos que tiene en mente, como la creación de albergues.

En el campo judicial dejó el precedente de una sentencia contra un sacerdote. En el caso de la veterinari­a que aplicó la eutanasia y que fue denunciada por ejercicio ilegal de profesión, resultó absuelta.

El juez Roy Badilla tomó en considerac­ión que, cuando la mujer inyectó al animal en Heredia –en enero del 2005–, poseía los conocimien­tos necesarios para practicar la eutanasia, aunque no estaba incorporad­a al Colegio de Médicos Veterinari­os. En esa época solo era egresada de esa carrera.

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ALBERT MARÍN. Luis Alberto León trabaja rescatando y cuidando perros en abandono o en maltrato.
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ARCHIVO GN El caso Camila movilizó a bastantes activistas que exigían explicacio­nes.
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ARCHIVO GN La muerte de Camila movió pasiones en el 2005.

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