La Teja

VENENO BARRIÓ TODO

SIN CULPABLES POR DIQUE QUE SOLTÓ MILLONES DE METROS CÚBICOS DE TÓXICOS

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El 5 de noviembre del 2015, la ruptura de una represa con residuos mineros provocó la peor catástrofe ambiental de la historia de Brasil. Cuatro años después, en las zonas arrasadas del municipio de Mariana (Minas Gerais, sudeste), epicentro de la tragedia, solo quedan ruinas de pequeñas ciudades, una naturaleza devastada y miles de personas en espera de indemnizac­ión.

El dique Fundao -propiedad de Samarco- liberó casi 40 millones de metros cúbicos de residuos altamente contaminan­tes que borraron del mapa las localidade­s de Bento Rodrigues y Paracatu de Baixo.

Del lodo rojizo que sepultó esos lugares emergen ahora ciudades fantasma: casas, iglesias, una escuela, cubiertas por la maleza y con las paredes aún teñidas del material cobrizo que bajó de la mina de hierro.

“Fue el peor día de mi vida, corrí para no morir, para no quedarme en el lodo”, cuenta Zezinho do Bento, un comerciant­e jubilado de Bento Rodrigues. “Solo no perdí mi vida, después lo perdí todo”.

El alud de lodo mató a 19 personas, afectó a 39 municipios de

Minas Gerais y del vecino estado Espírito Santo y recorrió más de 600 km por el río Doce y sus afluentes hasta desembocar en el océano Atlántico, devastando fauna y vegetación a su paso.

Hasta la fecha, ningún directivo de Samarco (una empresa conjunta de la brasileña Vale y la anglo-australian­a BHP) fue condenado o está preso. Las acusacione­s contra directivos por homicidio fueron anuladas y solo restan un puñado de imputacion­es por los delitos de inundación calificada, deslizamie­nto de tierra y crímenes ambientale­s.

Las nuevas ciudades. Hasta agosto pasado, las mineras Samarco, Vale y BHP desembolsa­ron 6.680 millones de reales (1.670 millones de dólares) a través de la Fundación Renova, que maneja los recursos, para “medidas de reparación y compensaci­ón” en la cuenca del río Doce y sus 113 afluentes.

Pero aún quedan por tratar varios ríos y falta reforestar unas 40.000 hectáreas de mata atlántica, según la Fundación Renova.

Ese organismo entregó 1.840 millones de reales en reparacion­es y ayudas financiera­s a unas 320.000 personas, aunque la fiscalía de Minas estima que hubo unas 700.000 impactadas de algún modo por el desastre.

En Mariana, solo 151 de las 825 familias registrada­s -hasta diciembre de 2018- como víctimas del siniestro habían sido indemnizad­as, según el fiscal del municipio, Guilherme Meneghin.

Y 402 familias siguen esperando las casas que Samarco construye en una zona fuera de riesgo, donde se erigirán las “nuevas” Bento Rodrigues y Paracatú de Baixo. La previsión es que las demoradas obras concluyan en agosto del 2020.

“Están intentado que sean lo más parecido a como eran antes. Incluso van a construir dos iglesias católicas” con la misma distancia que tenían entre sí, explica Douglas Magno.

La frase “Mariana nunca más” fue emblema de Vale después de la tragedia. Pero la ilusión duró poco: en enero del 2019, el desastre se repitió en el municipio de Brumadinho, también en Minas, cuando una represa de la misma empresa se rompió, dejando 270 personas muertas o desapareci­das, en la peor catástrofe industrial de la historia de Brasil en términos de víctimas humanas.

El 25 de octubre pasado, Samarco recuperó su licencia para operar en la región, donde sigue siendo una importante fuente de renta y trabajo.

402

familias esperan aún ser indemnizad­as

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AFP El tono rojizo de los tóxicos está por todo lado.
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AFP Las familias aún esperan la indemnizac­ión.

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