La Teja

GRAN PELEA FUE SIN LOS PUÑOS

- Sergio Alvarado sergio.alvarado@lateja.cr

El boxeo apasiona a Yokasta Valle desde que era muy joven y por sus sacrificio­s y logros debemos apoyarla este sábado en el BN Arena de Hatillo.

Apenas tenía 20 años cuando empezó a soñar con una gran carrera en este deporte, pero en su primera gran batalla no necesitó de los puños, sino de la palabra para convencer a su mamá.

La persistenc­ia le permitió superar cualquier obstáculo que le apareció en el camino e incluso los regaños de doña Azucena Álvarez (su mamá), quien pasaba en un pura congoja, ya que su hija tenía que entrenar hasta altas horas de la noche.

Como a la mamá la situación no le hacía mucha gracia, Yoka evitaba pedirle los pasajes para desplazars­e de su casa, en Paso Ancho, hasta un gimnasio en Alajuela, donde entrenaba.

Durante los primeros años de Valle en el boxeo, se la jugó como las grandes para viajar en los buses de la Liga con el cuentito de “ahorita le pago” y después ver cómo hacía para bajarse sin que se dieran cuenta.

“Obviamente yo entiendo a mi mamá porque uno sale del colegio y la aspiración es ir a la universida­d, sacar una carrera y trabajar. Ella me decía que tenía que asegurar mi futuro porque en el boxeo no sabíamos qué podía pasar.

“Siempre le decía que podía llegar a grandes cosas, pero ella me insistía que tenía que tener un plan. Las hermanas de mi mamá u otras personas le preguntaba­n: ¿Tu hija qué?, ¿sigue de vaga en el deporte?, por lo que ella comía carbón”.

Para Yoka fue difícil sentir el estigma de “la vaga de la casa” y convencer a su mamá de que creyera en ella.

“Yo le decía a mi mamá que me tuviera paciencia porque cuando me fuera bien, iba a ganar una beca para estudiar y en ese momento gané oro en los Juegos Centroamer­icanos del 2013, el dinero que me gané lo invertí para pagar una carrera en la U.

“Con eso ya tenía a mi mamá un poco más tranquila, pero no podía estar pidiéndole plata para ir a entrenar. Muchas veces me fui caminando desde Paso Ancho hasta la parada de Alajuela en San José (unos cinco kilómetros). Hacía todo eso por las ganas de entrenar”. Cómplices. Como en toda historia, los grandes atletas necesitan cómplices y Yoka tuvo a su tío Juan, quien le ayudó en varias ocasiones con los pasajes. Usualmente jalaba a la 1 p. m. a entrenar.

“Yo me iba detrás de él cuando iba para el trabajo y le decía que me pagara el pase, pero a veces no lo encontraba, entonces tenía que ver qué hacía.

Había un chofer de la ruta de Alajuela que me reconocía y me preguntó qué iba a hacer tanto a Alajuela y le conté que a entrenar boxeo, por lo que me dejaba subir sin pagar. Él me decía que mientras él manejara podía pasar, pero cuando eran otros choferes me tenía que esconder”.

Pulseada. Cuando Yoka llegaba al gimnasio, donde entrenaba con Marco Delgado, el entrenador que la llevó a lo más alto, empezaba a pensar cómo se devolvería a la casa, a la que llegaba entre las 10 y 11 p. m. “Cuando llegué al gimnasio La Teja lo lleva a ver la pelea de la campeona Yokasta valle ante la venezolana Yenifer león, para eso solo tiene que entrar a www.lateja.cr y buscar el formulario para quedar participan­do.

estaban algunos campeones del momento, por lo que yo no era la prioridad y muchas veces me tocaba esperarme para tener espacios, pero yo siempre iba.

”Marco se quedaba conmigo entrenando en las noches porque era la única hora en la que podía hacerlo, pero no me daban peleas y las otras peleadoras no me daban bola. Hubo un momento en el que me pregunté qué hacía ahí, por qué me esforcé y sacrifiqué muchas cosas y aún no veía nada”.

La presión de tener todo en contra fue tanta, que a los 22 años, Yokasta tomó la decisión de retirarse, le explicó a Marco cómo se sentía, pero él la hizo cambiar de idea casi de inmediato.

“Él me dijo: ‘Vea Yoka, yo sé que usted será campeona mundial’. Yo le respondí: ‘¿cómo, yo?, ¿en serio?, ¿usted cree?’ El me dijo: ‘Sí, claro y le voy a explicar por qué. Usted es la única que nunca falta y que viene todos los días, pase lo que pase y que se espera lo que tenga que esperarse. Yo sé que muchas veces no tiene ni los pases, pero aún así nunca falta’”, explicó.

Después de eso habló con Mario Vega, actual promotor de Yokasta, para que le ayudara.

“Mario me empezó a dar los pases del bus y con eso me motivé, con algo tan básico. Él me quitó una presión que para muchos era insignific­ante, pero que siempre me tenía pensando y me generaba mucho estrés”.

A pesar de todos esos inconvenie­ntes, doña Azucena se enteró hasta hace poco de las congojas que tuvo que pasar su hija para cumplir su sueño, una confesión que Yokasta le hizo después de haber cumplido su palabra de ser campeona mundial.

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ALONSO TENORIO Yokasta ha enfrentand­o con valentía las peleas en el cuadriláte­ro o en la vida.
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FOTO FACEBOOK Con el título de las 150 libras, Yoka cumplió a su mamá su palabra.
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