La cuenta está paga, muchachos

“Profe, ¿puede pasar por mi apartamento?”, escuché la voz de don Wálter (el técnico) al otro lado del teléfono, agregando: “vamos al bar risas porque tenemos cinco artistas (futbolistas) celebrando antes del partido”. entramos al bar y alrededor de una mesa estaban sentados los cinco jugadores.

Conociendo el carácter muy fuerte y la disciplina rigurosa de aquel descendiente de los incas temí lo peor, pero don Wálter se acercó sonriendo, saludó uno a uno a los muchachos, quienes nos miraban con una cara mitad culpa, mitad angustia.

Uno de ellos dijo: “don Wálter, estamos acá un ratito relax y concentrados preparando el partido de mañana y nos pedimos una cervecita para matizar, ¿no hay problema, verdad?”. “no, para nada, el que no chupa, no rinde”, respondió. realmente yo estaba muy molesto. ¡Qué falta de compromiso!, ¿cómo era posible echar al suelo toda la preparación por irse de fiesta una noche antes del clásico?, le dije, y él con una sonrisa respondió: “tranquilo, profe, ya vas a ver mañana, estos la rompen”.

Pidió la cuenta y hasta pagó la de los jugadores. luego nos dirigimos a la mesa donde estaban los jugadores y les dijo: “buenas noches, muchachos, que la terminen de pasar bien”.

“nosotros ya nos vamos también, don Wálter, solo vamos a pedir la cuenta”; él, enseñando la factura, les dijo: “tranquilos, muchachos, la cuenta ya está paga”. la expresión de aquellas caras se me quedó grabada hasta hoy.

Pensando que no los pondría me atreví a decir: “¿y ya pensó en quiénes los van a sustituir?”. “Tranquilo, profe, van a jugar y ya verás”. así pasó. Ganamos el clásico, jugaron como nunca y volaron durante el partido. después de la celebración se oyó su voz fuerte, “mañana tienen libre todos, a excepción de las siguientes cinco personas, quienes deben presentarse a las 5 a. m.”

Cuando estábamos en la cancha me dijo: “oiga, profe, nada de recuperación, mátelos hasta que pidan piedad”.