INFLACIÓN Y EL COVID-19 YA TENÍAN DE RODILLAS AL PAÍS DE MEDIO ORIENTE Líbano destrozado por todo lado
Para los libaneses que asistían impotentes al derrumbe económico y social de su país, las mortíferas y devastadoras explosiones del puerto de Beirut es la catástrofe que les faltaba. Algo así como éramos tantos y parió la abuela.
Desde hace varios meses, cada vez más libaneses afectados por el hundimiento económico acudían a organizaciones humanitarias, que atienden principalmente a los dos millones de refugiados sirios o palestinos que viven en el país.
Pero tras las explosiones del martes en el puerto, que mataron al menos a cien personas, dejaron 4000 heridos y a miles de personas en la calle, las organizaciones humanitarias temen lo peor.
El segundo estallido lanzó una nube ondulante y rojiza encima del puerto de la ciudad y creó una onda de choque que destrozó vidrios en kilómetros a la redonda. La mañana de este miércoles, a pesar de una gran operación de búsqueda, decenas de personas seguían desaparecidas en la capital de Líbano en la costa este del mar Mediterráneo.
La primera explosión pudo haber sido causada en un depósito de fuegos artificiales en el puerto. Los funcionarios dicen que la segunda explosión, la más devastadora, probablemente se originó en un almacén que contenía 2750 toneladas de nitrato de amonio, un químico altamente explosivo que a menudo se usa como fertilizante. El primer ministro de Líbano, Hassan Diab, dijo que había estado almacenado durante seis años.
“Es un terremoto. Hace 47 años que trabajo en Líbano en la ayuda humanitaria y nunca había visto algo igual”, dice el doctor Kamel Mohanna, presidente fundador de Amel Association International.
Con los hospitales saturados, tres centros de esta oenegé libanesa en la capital acogieron desde el martes a decenas de pacientes.
En los últimos meses los libaneses de clase media, profesoras, funcionarios o enfermeras, sufrieron la caída histórica de la moneda y el aumento de precios, en un contexto de despidos masivos y recortes salariales.
Maya Terro, fundadora de Food Blessed, una oenegé libanesa que distribuye alimentos, teme ahora una hambruna porque el puerto es el principal punto de entrada de productos importados.
“Líbano im - porta el 80% de su comida. Lo primero que pensé fue: ‘estanterías de supermercados va
cías, aumento de precios a causa de la escasez’”, comenta.
La Agencia de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) teme por su parte “un problema de disponibilidad de harina a corto plazo”, después de que los silos de cereales instalados en el puerto de Beirut hayan sido destruidos en la explosión.
“Las existencias están muy dañadas”, declaró a la AFP el responsable de emergencias de la FAO, Dominique Burgeon.
Pedir limosna. El costo de los alimentos básicos se disparó un 109% entre setiembre y mayo, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Gaby solía preparar parrilladas familiares, pero ahora no le queda otro remedio que acudir a una oenegé para conseguir arroz y pasta.
“Tengo la impresión de pedir limosna”, cuenta este hombre de unos 50 años que vive en las afueras de Beirut.
Con la hiperinflación no tiene suficiente para alimentar a su familia.
Su pensión de exfuncionario supone 1.600 dólares oficiales, pero solo 300 en el mercado negro. Y tampoco le basta lo que gana como taxista ni el salario de enfermera de su mujer.
“Nos privamos de muchas cosas”, confiesa este padre de cuatro hijos. “Durante la semana siempre teníamos cuatro comidas a base de carne. Ahora no hay nada, ni siquiera pollo”.
Cerca de la mitad de los libaneses viven en la pobreza.
Las dificultades económicas fueron uno de los catalizadores de la revuelta de finales de 2019 contra los políticos acusados de corrupción e incompetencia.
La debacle todavía se amplificó por el coronavirus y el confinamiento impuesto en marzo.
Según un sondeo del PMA publicado en junio, dos hogares de cada tres en Líbano vieron caer sus ingresos y un 42% de la personas consultadas se endeudaron para comprar comida o pagar alquiler.