La Teja

CADILLAC LO CONDUJO AL LINCOLN

- Yenci Aguilar Arroyo yenci.aguilar@lateja.cr

A Alfredo su tata le enseñó a manejar en un Cadillac modelo 1972, por lo que apenas pudo se dio a la tarea de buscar uno, pero al hacerlo se topó en el camino con un chuzo que le robó el corazón desde que lo vio.

Para este vecino de Curridabat, quien no quiso revelar sus apellidos, el amor a primera vista existe y lo comprobó al encontrars­e con un Lincoln Continenta­l modelo 1978.

Este chuzo es una joya por dentro y por fuera. Se construyó en Detroit, Estados Unidos y mide seis metros de largo por dos de ancho.

“Tenía cinco años de buscar el Cadillac. En octubre del 2018 vi en Internet el Lincoln y me encantó, dos meses después me volvió a aparecer. Siento que el carro me volvió a ver”, expresó.

Alfredo comenzó a negociar con el dueño y el 14 de febrero del año pasado, en el Día de los Enamorados se hizo el trato.

“Estuvimos negociando durante un par de meses. El dueño tenía dudas de venderlo, pese a que lo había publicado en Internet, pero tenía ganas de adquirir otro carro”, detalló Alfredo.

Como un ajito. El chuzo, cuatro puertas, es vino perlado, color que tiene en sus asientos, que son se gamuza, y alfombras. El radio es original. El cilindraje es de 7.500 cc. y pesa 2.200 kilos.

Según contó Alfredo, lo que le llamó la atención fue el tamaño.

“Este es un carro similar al que andaba buscando, por grande, es un gusto que tengo por los carros americanos”, explicó.

Una vez que lo tuvo en su casa, comenzó a dejarlo como quería.

“El dueño restauró gran parte de la carrocería, él lo trajo de Carolina del Norte en el 2018. Lo pintó y le hizo algunas cositas. Yo he trabajado en el motor y en conseguirl­e la tapicería original. Me faltan las ventanas y algunos empaques”, afirmó.

Indescript­ible. Alfredo usa su carro para asistir a alguna reunión o para salir a pasear con su mamá.

“Cuando lo iba a comprar le pedí permiso a mi mamá. Ella me preguntó para qué me iba a comprar un dolor de cabeza, pero ella también lo disfruta mucho. Hemos ido a Puntarenas, al volcán Irazú, al Turrialba.

“Hace poco más de un mes lo llevé al frente de algunos edificios emblemátic­os de San José para tomarle fotos, como Correos de Costa Rica, el teatro Melico Salazar, el hotel Costa Rica y la catedral Metropolit­ana”, comentó.

“No puedo describir lo que siento cuando lo manejo. La gente me lo piropea mucho, me preguntan por la marca, el año, ya que de esta marca no hay muchos vehículos en el país”, dijo.

Lo mejor de todo es que, además de conseguir este chuzo, Alfredo también consiguió el Cadillac 72 con el que le enseñó a manejar su papá, el cual se había vendido hace más de 30 años, cuando su padre falleció.

“El Cadillac está malito, pero es mío, quiero restaurarl­o y espero tener las condicione­s para hacerlo, porque tardaré por lo menos un par de años”, manifestó con mezcla de nostalgia y optimismo.

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CORTESÍA Alfredo ama los carros americanos. Este es una belleza.

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