“Se siente el frío de la muerte”
Diorveth Alvarado Ortega, vecina de Hatillo 3, no entiende cómo la gente se sigue apelotando por todo lado en plena pandemia.
Ella sabe lo que dice, ya que sufre las duras consecuencias de haberse contagiado de covid-19.
“Es desesperante ver las fotos y los videos de la gente amontonada en San José. La pandemia no es jugando, realmente uno siente el frío de la muerte cuando se enferma de covid-19.
“Hubo momentos en que creí que me iba a morir, se lo dije a mi esposo y casi que me despedí”, es parte del resumen que nos hace esta josefina, quien sigue sufriendo las consecuencias tras haber salido positiva del virus.
A principios de agosto Diorveth tenía una vida normal, todos los días salía a bretear y otros salía a trotar por las calles de Hatillo o a la Villa Olímpica.
Todo le cambió el 27 de agosto, pero antes de comentarles cómo la pasó con el covid-19, les diremos las consecuencias con las que todavía lucha cuatro meses después de superar el contagio: no puede caminar porque los pies no resisten recorrer ni 50 metros, no puede escribir porque sus manos están tensas, todavía le cuesta respirar y hablar, pasa casi todo el día acostada. Además apareció con diabetes (antes del covid no se la habían detectado) y tiene anemia.
“Uno de los días que me atreví a caminar fueron solo como 30 metros en la calle, me topé a una pareja que andaba sin mascarilla y les dije que se la pusieran porque el covid-19 no era jugando y prácticamente se rieron de mí. La gente sigue pensando que esto es broma, pero es muy serio”, insiste con tono de frustración.
Bebita fue la primera. Esta josefina está casada con Fernando Agüero y tienen tres hijos (Esteban, Fernando y Lenisse). Su hija Lenisse tiene una bebita, Valentina, quien para agosto pasado tenía dos meses y medio. Ella fue la primera que presentó síntomas del virus. La familia no logró identificar cómo ni dónde se contagió.
Valentina se recuperó rapidito, pero luego se enfermó Diorveth y en menos de una semana todos en la casa se habían contagiado, pero a la que más duro le pegó fue a ella.
“El 27 de agosto comencé con una tos seca, además, se me subió la presión y comencé a sudar mucho, me sentía cansadísima. Fui a la clínica Solón Núñez, de Hatillo, y ahí me hicieron la prueba. Me mandaron para la casa con acetaminofén.
“Dos días después seguía mal y llamamos a ese número del covid-19 (1322) y ellos me mandaron una ambulancia la cual me llevó a la Solón donde me pusieron oxígeno tres veces, me inyectaron para ayudarle a mis bronquios y me devolvieron a la casa”, recordó.
Se despidió. En setiembre se fue sintiendo peor, incluso, llegó el momento en que estaba segura de que no se iba a comer el tamal.
“La vi feo, muy feo. Mi hija, cuando llegó la ambulancia, creyó que me iba a morir, me faltaba demasiado el aire y cuando salí de la casa iba con los labios morados.
“Repito, esto del covid-19 no es una broma. Lo peor de todo, lo que más afecta es sentir que uno se ahoga. Uno trata de respirar, de jalar aire y nada, eso afecta demasiado porque uno cree que en uno de esos ahogos se va a quedar”.
También recuerda el gran dolor de pulmones que no la dejaba dormir, incluso tuvo que dormir muchas noches boca abajo porque en cualquier otra posición el ahogo era fatal.
En medio de las peores crisis respiratorias, pensó en dos cosas, en los tamalitos y en su cumpleaños, el pasado 3 de diciembre.
“Yo le dije a mi esposo desde el segundo día, justo cuando estaba sintiendo ese frío que no se puede explicar, que es como el frío de la muerte, que estaba sintiendo la muerte, que no creía que me iba a comer el tamalito y mucho menos cumplir mis 49 años. Yo estaba cobijada y por dentro me sentía congelada”.
Consecuencias. A pesar de que se contagió en agosto, todavía en diciembre las consecuencias siguen y es algo contra lo cual Diorveth lucha todos los días.
“Los pies casi no me responden, eso me obliga a estar en cama casi todo el día, no puedo escribir nada porque las manos también las tengo afectadas, como dormidas. Yo antes de covid-19 hablaba perfectamente y ahora me cuesta, hablo muy despacio y en ocasiones no puedo hacerlo.
“No jueguen con la pandemia. La gente no debe sentirse Supermán porque si los agarra el virus no se sabe cómo los va a afectar. Vea mi caso, se supone que no era una persona de riesgo porque al tener 49 años todavía me consideran joven y terminé muy afectada. Quédense en sus casas, no rompan burbujas, a este virus no le importa la edad”, insiste tratando de que le hagan caso.