¡Qué tigresa más carga!
Paula Coto, jugadora del Herediano, es una deportista y una persona ejemplar, ya que son solo 22 años ha disputado tres mundiales, ha ganado cuatro campeonatos nacionales y ya sacó una licenciatura en la U.
La defensora fue clave en el primer título nacional que consiguió el equipo femenino florense el 23 de noviembre. Ese día, ella anotó el gol del Team-F en el Ricardo Saprissa (1-1), fundamental para ganar la cuadrangular final que les dio la corona.
La licenciada en Terapia Ocupacional ha disputado un Mundial sub-17, uno sub-20 y uno mayor.
- ¿Cómo se metió al futbol?
Soy de Atenas y mi inicio en el fútbol se dio a los seis años en la escuela. También me gustaba el voleibol, pero llegó un punto en el que no podía con los dos, debía enfocarme y me fui por el fútbol. Estuve en Juegos Estudiantiles y Juegos Nacionales con la escuela Central de Atenas y con el Liceo de Atenas.
- ¿Cómo da el paso a la selección nacional?
En 2012 se hizo una selección de talentos para el Mundial sub17 (del 2014 en Costa Rica), eran de todo el país, primero 500, luego 200, luego cien y quedé entre las 30. Fui a ese Mundial.
Me llamaron a la sub-20 y a la mayor. Con 17 años había ido a tres mundiales (además del sub17 de nuestro país, el sub-20 del 2014 en Canadá y el mayor en 2015, igual en Canadá).
- ¿Cómo llega a primera?
En ese 2012 estuve con la Liga, que se llamaba Ucem-Alajuela, y en la temporada 2016-2017 pasé a Moravia y luego fue esa situación donde casi toda la planilla pasó a ser de Herediano.
- En media cuadrangular del torneo pasado usted se estaba preparando para pruebas de posgrado, ¿de qué eran?
Desde pequeña, mi abuela y mi mamá me inculcaron que el deporte va de la mano con el estudio y con esa mentalidad lo he llevado. Inicié en el 2017 con Terapia Ocupacional y ya soy licenciada.
- ¿Ese ejemplo de combinar estudio y deporte lo quiere transmitir a los jóvenes?
Sí. El futbol no da para vivir siempre, es la realidad, tenemos que asegurar el futuro y eso se logra sacando una carrera. Mañana no sabemos si una lesión nos va a sacar, estamos expuestas a eso. Se puede estudiar de la mano del deporte.
-¿Se necesitan sacrificios?
Por supuesto, levantarse a las cuatro de la mañana para ir a entrenar, luego correr a la universidad, es cansado. Desde que inicié no podía estar viajando (vivía en Atenas), entonces me fui a vivir con la familia de Fabiola Villalobos (otra jugadora, hoy en Alajuelense) y los fines de semana visitaba a mi familia. Cuando me decían: ‘Vamos de paseo’, o planeaban algo, uno decía: ‘No puedo’. La familia es la gran sacrificada. También salir con amigos, porque ya a
las once debía estar en casa porque uno sabe cuánto debe dormir para rendir.
-¿Tiene algún trabajo?
No, pero me gusta hacer lasaña de pollo para vender. Así pagué los estudios y las pruebas de grado. Hago rifas, si una familia va de viaje le pido cosas y las vendo o las rifo. Ahora estoy con las bombas de chocolate que explotan. Quiero conseguir un trabajo relacionado a mi carrera, pero es complicado.
- ¿A qué le debe usted su crecimiento futbolístico?
He sido defensa central, una posición donde se hacen arranques cortos y me adapté a ese estilo, pero me llama la atención atacar, y para eso hay que tener un ida y vuelta. Hice trabajos extras para lograrlo, iba a entrenar a las cinco de la mañana, luego a la U y en la tarde hacía el trabajo extra.
- En la cuadrangular metió goles muy importantes...
Cuando celebré el gol a Saprissa se notó demasiado la felicidad, pero he tenido rachas fuertes por situaciones de la vida, he pasado mal anímicamente. Mi autoestima y seguridad me pasaban factura, tuve un proceso sicológico para sanar cosas. Ahora soy más segura, eso es fundamental en el crecimiento.
- El futbol femenino viene creciendo de gran forma, pero ¿cómo está la brecha salarial?
Ha mejorado, Heredia mejoró las condiciones de todas, pero jamás se compara a lo que ganan los hombres.