La Teja

Llamadas contagiada­s de paz

- Rocío Sandí rocio.sandi@lateja.cr

Cuando uno recibe una prueba positiva de covid-19 entra en shock, la mente se nubla y empiezan a llegar los temores y las preguntas: ¿Quién me contagió? ¿habré contagiado a mi familia? ¿llegaré a ocupar un respirador?

En mi caso los primeros días me sentía normal, solo con un poco de dolor de cabeza, por lo que a pesar de tener un documento que aseguraba que yo estaba contagiada, aún lo dudaba.

Me encerré en mi cuarto para proteger a mis papás (ambos con factores de riesgo) y a mi hermano, salía solo para ir al baño, eso sí, con mascarilla y con la botella de alcohol para desinfecta­r todo lo que tocaba.

El resultado de la prueba me lo dieron el domingo 27 de diciembre y al día siguiente en la mañana sonó mi celular, era una doctora del Ebais y me preguntó cómo había amanecido.

Le dije que días atrás había estado con dolor de cabeza, pero ese lunes ya no, lo que sí sentía era un poco de congestión nasal y ella me recetó unos medicament­os para eso. También estuvo diciéndome, con mucha paciencia, las medidas que debía seguir para evitar contagiar a mi familia y respondió de forma atenta todas las preguntas que le hice, sentí un gran apoyo en ella.

Mientras uno está aislado los días se hacen eternos y el montón de informació­n que se recibe por los medios de comunicaci­ón y las redes sociales hacen que uno piense más de la cuenta y se preocupe por síntomas que ni siquiera tiene.

El martes en la mañana me llamó otra doctora, también bastante empática, le dije que me sentía bien, solo mantenía un poco de congestión y ella me explicó que era algo normal, y dijo que era bueno que no tuviera síntomas respirator­ios serios. Poco después de colgar llegaron a dejarme los medicament­os para la congestión.

Ese día en la noche la mente me jugó una mala pasada. Hizo frío y eso aumentó un poco la congestión y empecé a sentir que no respiraba bien, me asusté mucho, no sabía qué hacer, sospechaba que era algo más que mental y adelanté dos horas las gotas que me mandaron, eso me hizo bien. Me medí la oxigenació­n en la sangre con mi reloj y estaba en 98, completame­nte normal, así que me tranquilic­é y me dormí.

Mucha gente más que un doctor lo que necesitan es una persona que los apoye y les de ánimo”.

Alejandra Jiménez Doctora

Sin gusto ni olfato. El miércoles en la mañana, cuando desayuné, noté que había perdido el olfato y el gusto, me sentía extraña y estaba deseando que me llamara la doctora, a las 8:30 sonó el teléfono. Le conté todo lo que me había pasado el martes, me desahogué con ella, hablamos un buen rato y me dijo que tenía que estar lo más tranquila posible.

Me recomendó desconecta­rme de las noticias y me dijo que afortunada­mente yo estaba manifestan­do el covid-19 como una gripe leve, que no dejara que la mente y la ansiedad me afectaran. También le conté que no

sentía olores ni sabores y ella me dijo que era muy común, que no me preocupara porque en unos días, semanas o meses, regresaría­n esos sentidos.

Sentí un gran apoyo en las palabras de la doctora, ella me entendió y hasta me levantó el ánimo, después de eso no tuve más crisis de ansiedad, decidí pensar positivame­nte y dejar el temor de lado. Ese día hice una lista de preguntas sobre cómo debía desinfecta­r mi cuarto y mis cosas cuando saliera del aislamient­o.

El jueves cuando sonó el teléfono le dije a la doctora que estaba bien, ya con menos congestión y empecé a decirle el montón de inquietude­s que tenía. Con paciencia franciscan­a fue respondien­do, una a una, mis preguntas de forma clara y hasta con alguna que otra broma que me hizo reír. Ese día me preguntó si quería que continuará­n el seguimient­o por medio de WhatsApp y le dije que sí, así que fue el último día que me llamaron.

Después de eso, todos los días en la mañana me enviaron un cuestionar­io para saber mi estado de salud. Nunca estuve grave, ni tuve problemas respirator­ios, pero el coronaviru­s tuvo un fuerte impacto emocional en mí y la paciencia y palabras de las doctoras que me dieron seguimient­o fueron fundamenta­les para superar la crisis.

Una compañía. La doctora Alejandra Jiménez, del Programa Supervisió­n en Salud Pa

cientes COVID-19, CENDEISSS, dice que muchos de los pacientes que le ha tocado llamar para dar seguimient­o le han agradecido profundame­nte la atención.

“Me ha tocado llamar pacientes para saber cómo siguen y también responder llamadas a nuestra línea de emergencia para pacientes con coronaviru­s.

“Recuerdo una vez que hablé con una paciente que estaba desesperad­a porque su papá había muerto por una enfermedad que tenía y ella quería ir al funeral, pero como estaba aislada no podía. Ella lloraba y decía que quería despedirse de su papá, pero yo le expliqué que si ella iba y tenía contacto con algún familiar podía hacerlo enfermar gravemente.

“Hablamos varias veces y se desahogó, me decía que se sentía muy mal por la muerte del papá y le di acompañami­ento. Ella estaba sola en la casa y estaba bien porque la enfermedad no la afectó tanto, pero se sentía sola, con un gran dolor y no tenía con quien hablar. Cuando ya se sintió mejor me llamó para agradecer el que la escuchara y la apoyara en esos momentos.

“Muchas de las personas que están aisladas en la casa pueden estar bien físicament­e, pero emocionalm­ente no porque pasan pensando en que tal vez tienen un familiar internado por el covid-19 o peor aún, acaban de perder uno, también en que van a perder el trabajo por la incapacida­d. Mucha gente, más que un doctor, lo que necesita es una persona que los apoye y les de ánimo y esperanza y nosotros tratamos de hacer eso, es parte de la salud integral”, explicó Jiménez.

La doctora Tarsis Pérez trabaja en la Dirección de Red Integrada de Prestación de Servicios de Salud Central Sur y también da seguimient­o a los pacientes con coronaviru­s. Ella dice que se siente muy contenta de poder ayudar y hacer sentir mejor a la gente.

“Muchas de las personas que se contagian de covid-19 viven solas y es fundamenta­l llamarlas a diario para saber cómo siguen. Recuerdo el caso de una adulta mayor a la que le di seguimient­o y cuando la llamaba notaba que ella lo que quería era conversar conmigo porque no tenía con quien hablar, esa es parte de la atención que uno como médico debe brindar en estos casos.

“Para nosotros todo esto ha sido un gran aprendizaj­e, no nos capacitaro­n para atender pacientes por teléfono, estamos acostumbra­dos a hacer chequeos cara a cara, pero la pandemia nos ha obligado a hacer cambios y es bueno saber que nuestro trabajo es valioso y los pacientes lo agradecen”, reflexionó Pérez.

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A V TI A R ST U IL O T F
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FOTO: FINES ILUSTRATIV­OS. El aislamient­o aumenta los miedos en los pacientes.
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TARSIS PÉREZ Las asistencia telefónica es un gran soporte.
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ALEJANDRA JIMÉNEZ La doctora Alejandra Jiménez es puras tejas con los casos que atiende.
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TARSIS PÉREZ Centro de llamadas de la Dirección Regional Central Sur.
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TARSIS PÉREZ La doctora Tarsis Pérez se siente muy realizada con su labor.
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JULIETH MÉNDEZ La llegada de la vacuna llena de esperanza al personal .

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