La Teja

“Vi morir a siete personas”

- Rocío Sandí rocio.sandi@lateja.cr

Adriana León Muñoz tuvo una dura experienci­a con el covid-19, ya que se contagió del virus y fue a dar a una unidad de cuidados intensivos en la que vio fallecer a siete personas.

Adriana, quien es educadora, ya está en su casa y ahora valora al máximo el simple hecho de sentarse a tomar un café con sus papás y su hijo, quienes también tuvieron covid, pero no necesitaro­n hospitaliz­ación.

Ella recuerda que fue a hacer unos trabajos a la escuela Benjamín Herrera Angulo, en Escazú, a finales de noviembre del año pasado. Allí tuvo contacto con una compañera que estaba contagiada del virus, pero que aún no lo sabía.

Adriana empezó a sentir dolor de garganta el martes 24 de noviembre, pero era leve y no le dio mucha importanci­a. Dos días después empezó a sentir el pecho apretado y como es asmática se preocupó. En ese momento sabía que la compañera con la que había estado tenía coronaviru­s.

La docente se fue al ebáis de Escazú y pidió que le hicieran la prueba del covid, pero ahí le dijeron que estaba bien, le recetaron unos inhaladore­s y la mandaron a la casa.

Pero siguió sintiéndos­e mal y el domingo 29 amaneció con tanta apretazón en el pecho que se fue para el hospital San Juan de Dios, pero de ahí la mandaron a la clínica Solón Núñez, en Hatillo, para que la nebulizara­n.

“El lunes 30 de noviembre me costaba respirar aún más y en la noche volví a ir al San Juan de Dios y me hicieron la prueba del hisopado. Como a las dos de la madrugada del martes llegaron a decirme que estaba contagiada de covid-19. Fue horrible, empecé a sentir culpa porque sabía que probableme­nte había contagiado a mis papás y a mi hijo.

“Me mandaron para la casa y me aislé en mi cuarto, me sentía muy mal y empecé a pedirle mucho a Dios que me ayudara a salir de esta situación. Ese martes empeoré y vi que mi saturación de oxígeno estaba en 82, cuando lo mínimo en lo que debe estar es en 95, entonces pedí ayuda”, recordó.

La funcionari­a que la atendió notó que Adriana tenía problemas para hablar y le mandó una ambulancia para llevarla al San Juan de Dios.

“Me costaba caminar y respirar, me agitaba por todo. A como pude me bajé de la ambulancia y fui al toldo del covid, donde una de las personas que estaba ahí gritó apenas

me vio: ‘¡Traigan una ambulancia! ¡Labios azules!’, eso me asustó aún más”.

“Me ayudaron a quitarme la ropa y me dijeron que iban a quemarlo todo, después me llevaron a un salón y me pusieron oxígeno. Una enfermera muy cariñosa me dijo que necesitaba que la ayudara para no tener que intubarme y me dio las indicacion­es sobre los inhaladore­s y tratamient­os que tenía que usar, pero seguí empeorando”, relató.

Llegó a UCI. El jueves 3 de diciembre Adriana empeoró, sentía que ya ni el oxígeno le ayudaba a respirar y la pasaron a la UCI.

“Me empezaron a dar unas crisis que me duraban como quince minutos, eran como ataques que me daban por solo moverme en la cama. Me faltaba demasiado el aire, empezaba a sudar mucho y empapaba todas las sábanas.

“Los días se me hacían eternos, lo que hacía era ver misas en el celular, rezaba el rosario, escuchaba música religiosa. En las noches no podía dormir por estar oyendo las máquinas y lloraba mucho por todo lo que sentía.

“Vi morir a siete personas, las limpiaban con alcohol y cloro y las sacaban en bolsas para cadáveres, rogué a Dios no salir así. Fue muy impactante porque sabía que había una familia sufriendo por cada una de esas muertes”.

El 8 de diciembre, luego de cinco días en la UCI, la pasaron a un salón general porque ya estaba mejor. Poco a poco fue recuperand­o las fuerzas y el 15 de diciembre regresó a su casa.

“No pude ir a la graduación de sexto de mis alumnos, pero ellos llegaron a verme de lejos con el título en la mano. No pude comprar regalos ni estrenos, pero para mí esta fue la Navidad que más disfruté en mi vida porque tuve salud”.

Adriana ya hace ejercicio y retoma su vida normal. Todos los días agradece a Dios el haberla sacado de la UCI y lucha por dejar atrás los miedos que la atormentar­on durante su enfermedad.

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Adriana pasó la Navidad feliz junto a sus papás y su hijo.
DE ADRIANA LEÓN CORTESÍA Los alumnos de Adriana llegaron a enseñarle el título el día de la graduación. Adriana pasó la Navidad feliz junto a sus papás y su hijo.

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