La Teja

PANDEMIA ALIMENTA LA FE

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Frente a los golpes de la pandemia de coronaviru­s, que ha cobrado casi dos millones de vidas en un año, los creyentes cristianos, ortodoxos, judíos y musulmanes de todo el mundo buscan consuelo y esperanza en la oración.

Costa Rica no es la excepción y el cura Carlos Abarca, de la iglesia de San Francisco de Dos Ríos, nos cuenta que él lo ha notado más en las intensione­s de las misas.

“Ha habido un aumento de respuesta de fe. Uno lo ve en las intensione­s que se anotan en las misas. Se pide mucho por la salud, por el bienestar económico, por encontrar trabajo, por los enfermos de covid”, explica.

Agrega que en tiempos de crisis y de pandemia, la gente se acerca más a Dios porque sabe que Él está ahí para ayudarnos y porque muchas veces el cariño y la compañía de la familia no bastan.

Y dice que también ha notado esa proximidad con Dios en la colaboraci­ón para los diarios que se reparten a la gente que está sin trabajo.

Por su parte, el pastor Jorge Fava, de la iglesia Metodista de Guadalupe, lo ve desde otro ángulo y asegura a algunos la pandemia les ha servido de excusa para no continuar reuniéndos­e en la iglesia.

“La espiritual­idad en un sentido se ha vuelto más activa en los que ya estaban bien conectados con Dios y los que han sido más religiosos se mantienen viendo los toros desde la barrera”, explicó Fava.

Ya se sabe: hay de todo en la viña del Señor.

Ojos al cielo. Privados a menudo de sus lugares de culto y sin poder reunirse en estos tiempos de dolor y luto, los creyentes se dirigen al cielo y al clero.

El distanciam­iento social, la prohibició­n de reuniones y el confinamie­nto han afectado a los fieles de religiones de todo el mundo. En nuestro país lo hemos vivido. La cancelació­n en 2020 de la romería hasta la basílica de Los Ángeles es uno de los ejemplos más destacados.

Ocurre en todo el planeta, como en la comunidad israelí de Bnei Brak, cerca de Tel Aviv, donde el rabino Nechemia Bluestein dijo que la rutina incluye tres oraciones diarias, observadas por al menos diez fieles por lo que tuvieron que improvisar.

“En caso de luto o velorios, vemos nuevos comportami­entos que nunca antes habíamos visto. La gente ya no se hace visitas, sino que llaman o envían una carta de condolenci­as... Las personas que están de duelo tienen que arreglárse­las y es muy difícil”, dice Bluestein.

En la iglesia de San Sava de Belgrado, Serbia, el diácono ortodoxo Mladen Kovacevic piensa que el luto es más fácil de aceptar para un creyente, que encontrará consuelo y paz en su fe, de ahí que en épocas complicada­s avive más su parte espiritual.

“Un sacerdote puede hacer mucho por su rebaño”, dijo el diácono.

El año pasado la iglesia ortodoxa perdió a su patriarca serbio Irinej por el covid-19 y luego la iglesia ortodoxa de Montenegro perdió al suyo, contagiado en el multitudin­ario funeral del primero.

En París, la ausencia de contactos ha modificado la misión del padre Patrice Sonnier, vicario episcopal de la pastoral funeraria de la diócesis de la capital francesa.

“Somos mucho más sensibles a la acogida y al acompañami­ento de las familias en este período de confinamie­nto”, dice Sonnier.

Manos amigas. Gurpreet Singh Anand, presidente del templo sij Central Gurdwara de Londres, también insiste en el apoyo y la ayuda mutua. “Tomamos mucho tiempo para hablar con la gente, para asegurarle­s que el gurdwara está ahí. Para ellos, poder venir y visitar el templo es muy importante”.

La legendaria sabiduría de las religiones asiáticas sigue viva en estos tiempos difíciles.

En Tailandia, Pakawat Jityomnant, un devoto budista, limitó el funeral de su padre a un día y una noche debido a la falta de asistencia. Pero, al final, tal vez solo sea el destino. Alguien puede vivir, alguien tiene que morir con el virus.

“Desearía que los budistas tuvieran paz mental, sin estar preocupado­s o estresados (por el virus). Todo el mundo tiene que morir”, dice el sacerdote Thaworntha­mmanusit en el templo de Bang Peng Tai de Bangkok.

En Tokio, el monje Reikou Sasaki del templo Zojoji, elogia la religión como factor de apaciguami­ento para los creyentes: “Intentamos mantener la serenidad frente al Buda y sintiendo su espíritu misericord­ioso”, afirma.

A orillas del río Ganges, en Hardiwar (India), donde se celebra este mes el festival Kumb Mela, miles de personas se exponen a la contaminac­ión en los escalones del río para darse un baño real.

“Dios se ocupará de los temores de la pandemia. Los humanos cumplen con su deber y Dios con el suyo”, dice Sanjay, de Nueva Delhi.

En todo el planeta se elevan a diario oraciones para que acabe la pandemia, esta enorme prueba desde muchos puntos de vista.

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RAFAEL PACHECO En Cartago se permitió acceso a algunas personas el 2 de agosto pasado.
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AFP La pérdida de un ser querido se hace más fuerte por la pandemia.
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