La Teja

NIÑOS LE DAN ENERGÍA A MAESTRA

- Alejandra Portuguez Morales alejandra.portuguez@lateja.cr

Una de las personas más ilusionada­s con el regreso de las clases presencial­es es la maestra de preescolar Rocío Morales Alvarado.

Ella sobrevivió a un accidente de tránsito en el que perdió la movilidad de las piernas y asegura que su motor de vida son las voces y las ocurrencia­s de los pequeños, por lo que desea volver a escucharlo­s.

El incidente lo tuvo el miércoles 11 de octubre del 2017, justo en los días que pasó la tormenta Nate por el país. Rocío debía ir a la oficina regional de Santa Elena de Pittier, en San Vito, para acomodar víveres y ropa para los afectados de la zona sur.

Viajaba junto a una compañera en un pick up, esta última iba manejando mientras que Rocío iba en el centro, ya que al lado de la puerta llevaban otras ayudas.

Cuando iban por la llamada vuelta del Huevo, en Fila Guinea, se fueron en un guindo. Cuenta que después del giro número diez perdió la cuenta porque quedó inconscien­te.

“Sé que llegaron las ambulancia­s así como compañeros educadores de escuela y colegio, me llevaron primero al hospital de San Vito y me pusieron un yeso en la mano derecha, porque no sentía más dolor”, recordó.

La conductora del carro solo tuvo un golpe en una ceja.

Dura noticia. Luego la enviaron al hospital Escalante Pradilla de Pérez Zeledón, donde le hicieron una resonancia. Fue en este centro médico que le explicaron, cuatro días después del accidente, que tuvo una lesión medular y que las piernas habían perdido la conexión.

“A los ocho días me dijeron que me iban hacer una cirugía, pero que esta no era para que caminara, sino para no pasar toda la vida en una cama. Escuchar eso fue muy doloroso, porque me encantaba andar con los niños para todo lado, jugando bola o con bailes típicos, también trabajaba con adultos mayores. En ese momento la cabeza me dio muchas vueltas porque sabía que la vida me había cambiado”, expresó.

Los médicos le dijeron que quedó con un 70% de discapacid­ad, por lo que le dieron la opción de pensionars­e, algo que rechazó porque su vida es estar en constante movimiento.

Fuerte. Desde ese momento ella se llenó de ánimo al saber que tenía un 30% para hacer de su vida una fiesta, porque comprendió que tenía otra oportunida­d para disfrutar junto a sus dos hijos, un adolescent­e de 15 años y una muchacha de 19.

Con esa buena actitud comenzó a recibir terapias durante dos años en las que le enseñaron al dominio del tronco, también aprendió a estar en una silla y pasarse a una cama.

Rocío regresó al trabajo en noviembre del 2019, la reubicaron en la escuela de San Francisco de Pérez Zeledón y le encantaba escuchar a los niños, pero en marzo del 2020 llegó la pandemia y todo cambió de pronto.

“El año pasado estaba ilusionada porque iba a volver a la escuela, pero no estuve ni un mes cerca de los más pequeños.

“He ido adaptando algunas cosas, pensando que ando en una silla de ruedas, le agradezco a Dios que en la cabeza no me golpeé nada y estoy bien. El contacto con los niños es hermoso, trabajar con niños de preescolar es como tomar la energía de ellos”, afirma Rocío.

Esta docente les pide a las personas que nunca se den por vencidas a pesar de la situación que estén afrontando.

“Tenemos que aprovechar al máximo cada oportunida­d de vida, aunque es difícil, hay que agarrar fuerzas de donde no las hay para salir adelante, no se gana si nos quedamos deprimidos en una cama y con posibilida­des de hacer otras cosas”.

Esa es una de las grandes lecciones que nos da a todos.

Mis hijos son mi motor, ellos en todo me asistieron y lo siguen haciendo”. Rocío Morales Docente

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CORTESÍA ROCÍO MORALES La docente asegura que trabajar con niños es muy hermoso.

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