La corrupción, un mal que no acaba (I Parte)
Nuestro pueblo siempre ha sido víctima de actuaciones y decisiones políticas que nos han llevado a crisis insostenibles. los altos costos de vida, altos porcentajes de pobreza extrema y los índices de desempleo, ahora ven a un nuevo aliado para destruir a nuestra gente: la corrupción. Este mal es uno de los peores que ataca a nuestra sociedad.
¿Qué podemos decir de la corrupción? Claramente que no es algo nuevo. Como creyentes hemos leído en la Biblia muchas referencias a ella escritas hace miles de años. Y es claro que ese tema de los sobornos es tan antiguo como la vida. Basta con leer las noticias, escuchar y ver los noticiarios, para enterarnos de los innumerables casos de corrupción. A nivel mundial y ahora a nivel nacional, nos enteramos de las tramas con las que los responsables han conseguido de manera ilícita miles de millones de colones y de dólares.
Y a decir verdad, la corrupción no entiende ni de regiones ni de siglas políticas. Hoy vemos este mal en todas nuestras comunidades y en todos nuestros partidos. Y es que se aplica aquello de “el poder corrompe”, de manera que donde ha habido poder ha habido corrupción. Como cristianos, vemos en la Biblia ejemplos de esta naturaleza y la Palabra de Dios condena estas prácticas, extendidas a lo largo de la historia y por todo el mundo. Tanto el Antiguo Testamento como el nuevo muestran como el “justo” debía luchar contra el soborno, el fraude y el robo de los recaudadores de impuestos. la corrupción para el cristianismo es un pecado grave, ya que es una agresión al prójimo y al bien común. Aunque de carácter más general, dos de los diez mandamientos engloban este tipo de actuaciones. Concretamente el que dice: “no codiciarás los bienes ajenos” y el que sin medias tintas afirma “no robarás”. Además, la Biblia está repleta de alusiones muy explícitas a una corrupción que se asemeja mucho a la que está destruyendo al país y al mundo y en las que se marca el camino que el “justo” debe seguir.