La Teja

El naufragio del Titanic

- Pastor Henry Zúñiga

la intransige­ncia humana muchas veces nos roba la humildad del corazón de tal manera que desechamos en nuestro hacer diario la imperiosa necesidad de Dios para confiarle todos nuestros proyectos, sueños y metas. el naufragio del Titanic dejó una imborrable huella en la memoria humana. el descubrimi­ento de los restos, hace unos años, permitió que los expertos emitieran una hipótesis que explicara cómo ese espléndido transatlán­tico, maravilla de la técnica, zozobró en tres horas después de chocar con el iceberg. muchas fueron las causas secundaria­s, pero una de las explicacio­nes de los expertos, después de haber examinado algunas muestras de los restos del buque, fue la poca resistenci­a de los remaches de ensamblaje del casco.

Unos cuantos de ellos parecen haberse soltado, abriendo unas vías de agua que, inevitable­mente, condenaron al naufragio al palacio flotante, reputado como insumergib­le. “Dios mismo no lo podría hundir”, repitieron algunos.

Tal desafío nos impresiona. bastaron unos remaches defectuoso­s para que ese 15 de abril de 1912 la humanidad recibiera una severa y magistral lección de humildad, al ver que su obra de arte se hundía en las heladas aguas del Atlántico.

¡Qué contraste con el primer “gigante de los mares”, el arca, construida por noé y dirigida por Dios mismo! navegó cerca de un año en medio de un diluvio sin parangón en la historia, y preservó a todos los pasajeros.

A los que quieren vivir sin Dios se les dice:

“Como fue en los días de noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban... vino el diluvio y los destruyó a todos” (lucas 17:26-27) “esperaba la paciencia de Dios en los días de noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas; es decir, ocho, fueron salvadas por agua” 1 Pedro 3:20

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