La vida consagrada
Celebramos, como cada año (2 de febrero), la Jornada de la Vida Consagrada, en la que agradecemos este don caminando con el pueblo de Dios. el lema que ilumina esta Jornada es: la vida consagrada camina en solidaridad y esperanza. este caminar evoca tantos episodios de la actuación del Señor en una larga historia de salvación: el camino del pueblo de israel en salida hacia la liberación de egipto, el camino de Jesús al encuentro de su pueblo en la presentación en el templo, el camino de los apóstoles forjando su vocación de seguidores del maestro hacia la pascua, el camino de la primera iglesia convocada por el espíritu y en proyección misionera, el camino de nuestra iglesia hoy, del que somos protagonistas, en docilidad al mismo espíritu. en nuestro contexto actual donde experimentamos la fragilidad, la soledad, la desigualdad que origina inequidad, violencia, descarte, la incertidumbre ante un futuro sombrío, la vida consagrada se siente llamada a responder haciéndose compañera de camino de la iglesia, respondiendo al llamado del Papa francisco de favorecer la sinodalidad, siendo compañera de camino de nuestra sociedad desde el testimonio de solidaridad y esperanza.
Hoy necesitamos ser solidarios, expresarnos el cuidado de unos para otros, hacernos cercanos para vencer la soledad. no estamos perdidos en un devenir oscuro. Como nos dijo benedicto XVi, que vive ya plenamente en Dios, en su encíclica SpeSalvis 31: “Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza (…) Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es ‘realmente’ vida”. el testimonio de nuestra vida consagrada es expresión y fomenta la solidaridad y la esperanza que necesita hoy nuestro mundo. la vivencia de los consejos evangélicos nos une al Señor para, desde Él, fundamentar nuestra fraternidad que vence distancias y divisiones.