La Teja

ACCIDENTE LE QUITÓ LA MOVILIDAD DE LAS PIERNAS, PERO LE DEVOLVIÓ A SU MADRECITA VOZ DE LA MAMÁ MANTUVO VIVA A JOVENCITA

- Adrián Galeano Calvo adrian.galeano@lateja.cr

Escuchar la amorosa voz de su madre diciéndole que se encontraba a su lado y que nunca más la dejaría sola, le devolvió la vida a María Alejandra Porras Fernández, pues minutos antes un médico les había dicho a sus seres queridos que a ella le quedaban pocas horas de vida.

Ese milagro ocurrió hace 16 años, cuando María Alejandra tenía apenas 11 años y se encontraba en una camilla de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Nacional de Niños, luchando por su vida, tras sufrir un terrible accidente de tránsito, en el que dos de sus seres queridos falleciero­n.

“Dice mi mamá que cuando ella me habló la máquina de signos empezó a reaccionar, entonces yo cuento esto como algo que para mí es inspirador, que 16 años después todavía me conmueve y hace que el corazón se me arrugue, porque es muestra del poder de Dios y de que el amor de una madre puede mover tanto, porque recuerdo esa voz que me dijo: Mi amor, quédese, Alejandra, viva”.

Porras logró escapar de las garras de la muerte, pero el accidente le dejó secuelas muy graves, pues los médicos le dieron la triste noticia de que no volvería a caminar, un duro golpe para una niña que amaba correr y jugar con sus amigos.

Pese a esa difícil situación, María Alejandra no se dejó vencer por la adversidad y, actualment­e, a sus 27 años, es todo un ejemplo de lucha y superación, ya que con gran esmero ha alcanzado muchas metas, como ser una profesiona­l y manejar su propio carro.

“No ha sido fácil, porque uno a veces no quiere ni levantarse de la cama, pero hay que hacerlo, porque no sabemos quién nos está viendo y esa siempre

ha sido mi inspiració­n, el creer que alguien más me ve y puedo inspirarlo a salir adelante”.

Camión causó tragedia. La vida de María Alejandra cambió para siempre el domingo 30 de diciembre del 2007, cuando ella y su familia salieron de San Carlos en un carro y una buseta, con rumbo a Pérez Zeledón, donde iban a celebrar juntos el fin e inicio de año.

La tragedia tuvo como escenario el cerro de La Muerte; es

pecíficame­nte, el kilómetro 70, pues en ese punto un tráiler se salió de control, al parecer, por una falla en los frenos, y se fue directamen­te contra los vehículos en los que viajaba la familia.

“Mí tío iba en un carro adelante y nosotros atrás en una buseta; éramos nueve personas en la buseta. Mi tío sí logró quitarse el camión y al ver por el retrovisor le dijo a su esposa: ‘Gorda, ese camión no va a agarrar la vuelta, se va a volcar’, y dicho y hecho, en la vuelta el camión se volcó y prensó la buseta”, contó Porras.

María Alejandra dijo que todo eso lo sabe porque su tío se lo contó, porque al momento del accidente ella iba dormida, lo que de cierta manera agradece, pues piensa que así evitó quedar traumada por ese terrible hecho.

“La puerta de atrás se abrió, yo iba acostada sin cinturón, entonces en el impacto salí expulsada, rodé como por 20 metros y quedé inconscien­te. Producto del accidente se me abrió el abdomen, se me desprendió el bazo, tuve quemaduras por fricción en las piernas, mi columna se quebró en dos partes y se me prensó la médula”.

Su cuñado Roy Núñez Castro, de 34 años, y su primo Gualberto Fernández Miranda, de 14, lamentable­mente, perdieron la vida.

María Alejandra fue llevada en ambulancia al hospital Max Peralta, en Cartago, y de ahí la trasladaro­n en helicópter­o al Hospital Nacional de Niños. Según ella, muchos pensaban que no iba a llegar con vida.

Promesa la despertó. María Alejandra recordó que para el momento del accidente, su mamá, doña Neiby Fernández, se encontraba en Estados Unidos, donde se fue para buscar un futuro mejor para ella y sus hermanos, por lo que tenía, aproximada­mente, un año y dos meses de no verla.

“Cuenta mi mamá que cuando le avisaron del accidente ella se vino al día siguiente. Llegó al Hospital Nacional de Niños a las 10 p. m. del 31 de diciembre. Mi mamá dice que había mucha gente y no se explicaba por qué, pues en Cuidados Intensivos el acceso era limitado, pero fue porque un doctor dijo que dejaran entrar a cualquier persona, porque yo no iba a amanecer”.

Según contó doña Neiby a su hija, cuando ella se acercó a la máquina que registraba los latidos de su corazón apenas reaccionab­a, por lo que lo prime

“No sabemos quién nos está viendo y esa siempre ha sido mi inspiració­n, el creer que alguien más me ve y puedo inspirarlo a salir adelante” María Alejandra Porras Sobrevivie­nte

ro que acató a hacer fue tomar las manitas de María Alejandra para pedirle que la perdonara y decirle que nunca más se separaría de ella.

“Yo quedé inconscien­te y no sé cuánto tiempo había pasado, estaba como en un panorama negro, pero este empezó a ponerse blanco, como que había una luz y empecé a escuchar la voz de mi mamá que me decía: ‘Alejandra, aquí estoy, mi amor, perdóneme, le prometo que no me voy a volver a ir’, y en ese panorama turbio, en mis adentros yo me decía: ‘Qué raro, ¿por qué estoy escuchando a mi mamá?, si se supone que ella estaba en Estados Unidos”.

Tras ese encuentro con su madre, María Alejandra recobró la conciencia, pero cuenta que luego sufrió lagunazos mentales y durante seis días pasó durmiéndos­e y despertánd­ose en varias ocasiones, hasta que al décimo día la desentubar­on.

Noticias muy duras.

Un momento que marcó un antes y un después en la vida de María Alejandra ocurrió, aproximada­mente, un mes después del accidente; precisamen­te, a los pocos días de que fue operada de la columna.

“Ese día llegaron varios doctores e hicieron como una vuelta redonda a la cama en la que estaba. Llegó el sicólogo, llegó mi mamá y me tomó la mano. Los doctores empezaron a dar el diagnóstic­o, yo sabía que algo estaba mal, porque una de las doctoras lloraba como una Magdalena. Aun así demostré que yo era fuerte y que esas lágrimas de la doctora más bien me estaban dando fuerza y fue cuando me dijeron que había un 95% de probabilid­ad de que no pudiera caminar de nuevo”.

María Alejandra recordó que en ese momento lloró, pero no fue un llanto tan desconsola­do como el que se podía esperar. Esas lágrimas, finalmente, salieron cuando recibió una noticia que le partió el corazón.

“Ese mismo día me dijeron de que mi cuñado y mi primo habían muerto en el accidente y aunque usted no lo crea me dolió mucho más eso. Lloré mucho más por ellos, me costó más asimilar eso que el diagnóstic­o, porque sabía que ya no iba a verlos ni abrazarlos”, destacó.

Mamá inseparabl­e.

Aunque ese terrible accidente le quitó la posibilida­d de caminar de nuevo, María Alejandra explicó que ese hecho también le devolvió algo muy preciado para ella.

“Ese accidente, prácticame­nte, me devolvió a mi mamá, porque tenía como un año y dos meses de no verla, no poder abrazarla, y ahora puedo hacerlo todos los días. Entonces de eso malo salió algo bueno para mí”, destacó Porras.

Aunque han pasado 16 años desde que ocurrió el accidente, Porras dijo que todavía continúa en un proceso, en el cual a veces le faltan las fuerzas, pero ella siempre encuentra fortaleza en su mamá y el amor de Dios.

“Sé que después de todo esto la recompensa va a ser muy grande; entonces ahí voy, a veces me caigo y mi mamá es la que me levanta. Creo que, a pesar de todo, aunque tenga dolor, molestia o no entienda muy bien las cosas, trato de ser optimista y andar sonriente, porque si Dios me dio una segunda oportunida­d es para eso, o incluso para algo más grande que estoy en proceso de descifrar”.

Luchadora.

Durante los últimos 16 años, María Alejandra se ha convertido en un verdadero ejemplo de lucha y superación; ningún obstáculo ha impedido que cumpla muchos de sus sueños, como sacar un bachillera­to universita­rio en Administra­ción de Empresas con énfasis en banca y finanzas y gerencia.

“Para mí esto siempre ha sido solo un diagnóstic­o, algo que es cierto, pero nada más, nunca me he aferrado a una silla de ruedas, siempre me he aferrado a que existe algo más, a que puedo dar una milla más. Mis piernas no podrán funcionar, pero mi mente sí, mis manos sí, y si algo no funciona tengo muchas cosas que lo compensan”, señaló esta guerrera.

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CORTESÍA María Alejandra junto a su mamá, doña Neiby Fernández.
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CORTESÍA Ale es un ejemplo de lucha y superación.
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ARCHIVO Debido al choque, Porras salió expulsada de la microbús.
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RAFAEL PACHECO Al parecer, el accidente se dio porque el tráiler se quedó sin frenos.
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El accidente conmocionó a todo el país un día antes de fin de año.

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