La Teja

Se les acabó la fiesta a los vagabundos

Salvada. Herramient­as ayudan a identifica­r textos hechos con Inteligenc­ia Artificial

- La Nación/GDA

Hacer trampa en los exámenes y otras pruebas no es algo nuevo, pero con la llegada de la Inteligenc­ia Artificial (IA) se ha vuelto mucho más difícil de detectar.

“Hecha la ley, hecha la trampa”, y al ritmo al que se populariza el uso de herramient­as basadas en IA generativa, tanto los profesiona­les como los estudiante­s se ven tentados de entregar documentos, tareas y hasta tesis redactadas por ChatGPT o algunas de las otras plataforma­s de este tipo, como la de Google, ahora llamada Gemini y antes Bard.

Frente a esta situación han aparecido herramient­as antiplagio que, en principio, servirían para detectar si un texto fue creado por algoritmos o por un humano.

“Estas aplicacion­es van más allá de las simples comparacio­nes de los contenidos, ya que entienden el contexto, la semántica y la intención detrás de las palabras. Además, ofrecen una detección de plagio más profunda y precisa, ya que son capaces de comparar el texto con grandes volúmenes de datos que pueden ser documentos generales, artículos académicos, libros y publicacio­nes en internet (blogs, sitios web y otras fuentes). Incluso, utilizan procesamie­nto de lenguaje natural para comprender el significad­o más allá de las palabras específica­s, e identifica­n paráfrasis y cambios en el texto mientras se mantiene la esencia original”, explica Rodolfo Panesi, analista de sistemas y profesor de IA y Prompt Engineer en Educación IT.

Detectores.

GPTZero, por ejemplo, es una de esas propuestas capaz de detectar la presencia de IA a nivel de oración, párrafo y documento.

Otra opción, entre tantas, es Content Detector, que está diseñado para detectar contenido creado por Gemini (recordamos una vez más, antes llamado Bard).

Básicament­e, todas funcionan de la misma manera al analizar contenido y mostrar si ha sido escrito por humanos o generado por IA, y entre sus usuarios se destacan las organizaci­ones educativas, editoriale­s y estudios jurídicos. Además, todas funcionan de la misma manera: en un cuadro hay que copiar el texto que se desea analizar para que el sistema comience a actuar. En otros casos es posible cargar el archivo y esperar unos minutos hasta obtener el resultado.

Dos recursos más son Turnitin que, además de comparar el texto de un trabajo con su extensa base de datos, también puede detectar plagio entre trabajos de diferentes estudiante­s, así como identifica­r posibles fuentes no citadas correctame­nte; y Plagscan, que entrega al usuario un reporte de similitude­s entre textos.

Ámbito educativo.

La eficacia de las herramient­as antiplagio varía según diversos factores, incluida la precisión de los algoritmos utilizados, así como también la cantidad y calidad de las bases de datos de referencia. Si bien ninguna herramient­a es infalible, muchas ofrecen un alto grado de precisión y utilidad en la detección de contenido no original.

El ámbito educativo es uno de los sectores que más utiliza este tipo de recursos.

Google, por ejemplo, dentro de su herramient­a Google for Education, ofrece una función llamada Informes de Originalid­ad para que tanto profesores como alumnos comprueben que no haya plagios en los trabajos.

“Cuando se genera uno de estos informes sobre una tarea, el archivo de Documentos o Presentaci­ones de Google entregado por un alumno se compara con diferentes páginas web y libros. En el informe se incluyen enlaces a las fuentes detectadas y se marca el texto que no se ha citado”, comentan desde la compañía.

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Muchos profes no saben si las tareas que les presentan son hechas con IA.

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