Lágrimas en una esquina

mientras terminaba de estacionarme en las afueras de un supermercado en san antonio de Coronado vi una mujer sentada en una esquina. su gesto subrayaba plieges sempiternos (que no tienen fin) de dolor. Un lienzo total de depresión con dificultad para apenas esbozar una sonrisa. mirada clavada en el suelo, sin luz ni esperanza ante tanto tropiezo con sentimientos confusos, y oscuridad persistente e ingrata. Túnel infinto, vacío, de brazos cruzado esperando la muerte.

Con voz quebrada y temblorosa, me dijo: “¿puede ayudarme?”. “¿Necesita plata?”, respondí sin darle mucha importancia. entonces un grito furioso desde mi ser interior me regañó. “Ponga atención, esto es importante” Sacudí mi alma, me limpié los miedos y escuché con el corazón.

- “No es así, continuó ella. Es que soy una persona bipolar, con trastorno de ansiedad y depresión. ¿Sabe qué es?

- “Un tiempo me vieron en el psiquiátrico después de que se sucidó mi hijo. a los dieciocho. me dieron clonazepam, y como cinco pastillas más. Pero soy pobre.

- “mi otra hija acaba de encontrar trabajo y espera poder asegurarme. somos pobres. no quiero plata. si pudiera darme leche en polvo para mi nieta, tal vez arroz. Tal vez frijoles”, solicitó.

Un corto circuito entre mi corazón y mi cerebro explotó. sólo quería llorar. Yo que nada más iba por un repelente para zancudos me topé con esta historia. Compré lo que ella me pidió. en la acera me esperaba, aún sentada, subió la mirada en un mar de lágrimas que, si hablaran, dirían simplemente, “gracias”. desarrugó una bolsa y echó los víveres. Pregunté cómo había pasado todo. me enseñó cicatrices de un sinfín de cortadas en sus brazos. Y una cerca de la yugular. También ella soñaba con la muerte.

Así anda la pobreza en nuestro país. Hasta la salud mental se queda en las calles.