Celebración importante
En la noche del sábado o en la madrugada del domingo, los fieles se reúnen para la celebración más importante del año. Nos reunimos con el Señor para festejar su paso de la muerte a la vida. Una serie de símbolos resaltan la grandeza de la celebración: la hora, el Cirio Pascual y los cirios de los fieles, la iluminación progresiva de la asamblea y de la iglesia, la celebración o el recuerdo del Bautismo, la Eucaristía efectuada con más solemnidad. Los que se han preparado para recibir los sacramentos de la Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), llegan a su momento culminante. La Vigilia Pascual es el punto de partida para vivir la solemnidad de las fiestas pascuales durante siete semanas, y culminando el domingo de Pentecostés con la venida del Espíritu Santo. Fuera de la iglesia (si las circunstancias lo permiten), se hace la bendición del fuego y del Cirio Pascual, que es Jesucristo resucitado. Y se inicia la procesión hacia la entrada principal de la iglesia. Estos son, con gran despliegue, los ritos de entrada de esta Vigilia Pascual, muy diferentes a los ritos de entrada en una celebración corriente. Estos ritos van a concluir con el canto o la recitación solemne, del Pregón Pascual. Luego sigue la proclamación de la Palabra que tiene más lecturas, sobre todo del Antiguo Testamento. La parte sacramental viene enriquecida por la celebración o conmemoración y renovación del Bautismo y, eventualmente, por la administración de la Confirmación. Terminada la fiesta de la Iniciación cristiana, llegamos a la fiesta de la Eucaristía, en la que participamos del cuerpo y la sangre del Resucitado. Toda esta gran celebración con la que entramos en el tiempo destinado a las solemnidades pascuales, termina con el canto de doble aleluya, que se mantendrá durante toda la semana siguiente, incluyendo el segundo domingo de Pascua.