Esa paz perdida
El rasgo que caracteriza a la sociedad contemporánea es el estrés. la tensión, las preocupaciones, los sobresaltos a los que nos exponemos diariamente nos pasan factura, tanto en el plano de la salud, como en la calidad de vida.
Desde que nos despertamos, empiezan las carreras y el ajetreo que va dejando su rostro de zozobra que se extiende a nuestra espalda, la cual se va contracturando, en nuestro ceño que provoca una pesadez que a veces florece como un leve, pero constante dolor de cabeza, y qué decir, nuestro aparato digestivo, que se ve convulsionado con retortijones, gastritis, reflujos y acidez.
Lamentablemente, la ansiedad no termina al acabar el día. al llegar la noche el insomnio en todas sus versiones hace su aparición, la dificultad para dormir, el despertar en las madrugadas, o lidiar con un sueño que no descansa ni repara, son algunas de sus manifestaciones.
Ante este panorama, han surgido mil y un inventos para acabar con tanta ansiedad. Unos andan con una bola de hule en su mano, la cual aprietan, agitan, y pican por doquier, creyendo que alivia el estrés. algunos, hacen yoga y meditación.
Otros optan por las soluciones farmacológicas y sin darse cuenta, van consumiendo, una pastilla para dormir, otra al despertar, otra para la gastritis y una para la colitis, sin olvidar aquella para el dolor de cabeza y el antiácido.
Están aquellos que matan el estrés fumando, tomando, o drogándose, sin percatarse de que además de la ansiedad ahora tienen un problema de adicción que agrava más su condición y los sumerge en esa mala calidad de vida.
Cuando todo esfuerzo parece en vano, debemos recordar que la solución para una mala vida, es una buena vida. sí, mucho afecto, mucho amor y ejercicio, muchas frutas, legumbres y verduras, mucho cariño, muchas risas, y desde luego mucho sexo, son simples aspectos al alcance de todos que nos devuelven esa paz perdida.