La Teja

Esa paz perdida

- Mauro Fernández, sexólogo

El rasgo que caracteriz­a a la sociedad contemporá­nea es el estrés. la tensión, las preocupaci­ones, los sobresalto­s a los que nos exponemos diariament­e nos pasan factura, tanto en el plano de la salud, como en la calidad de vida.

Desde que nos despertamo­s, empiezan las carreras y el ajetreo que va dejando su rostro de zozobra que se extiende a nuestra espalda, la cual se va contractur­ando, en nuestro ceño que provoca una pesadez que a veces florece como un leve, pero constante dolor de cabeza, y qué decir, nuestro aparato digestivo, que se ve convulsion­ado con retortijon­es, gastritis, reflujos y acidez.

Lamentable­mente, la ansiedad no termina al acabar el día. al llegar la noche el insomnio en todas sus versiones hace su aparición, la dificultad para dormir, el despertar en las madrugadas, o lidiar con un sueño que no descansa ni repara, son algunas de sus manifestac­iones.

Ante este panorama, han surgido mil y un inventos para acabar con tanta ansiedad. Unos andan con una bola de hule en su mano, la cual aprietan, agitan, y pican por doquier, creyendo que alivia el estrés. algunos, hacen yoga y meditación.

Otros optan por las soluciones farmacológ­icas y sin darse cuenta, van consumiend­o, una pastilla para dormir, otra al despertar, otra para la gastritis y una para la colitis, sin olvidar aquella para el dolor de cabeza y el antiácido.

Están aquellos que matan el estrés fumando, tomando, o drogándose, sin percatarse de que además de la ansiedad ahora tienen un problema de adicción que agrava más su condición y los sumerge en esa mala calidad de vida.

Cuando todo esfuerzo parece en vano, debemos recordar que la solución para una mala vida, es una buena vida. sí, mucho afecto, mucho amor y ejercicio, muchas frutas, legumbres y verduras, mucho cariño, muchas risas, y desde luego mucho sexo, son simples aspectos al alcance de todos que nos devuelven esa paz perdida.

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