Mamá joven

MARILYN ECHEVERRÍA DE SAUTER

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Es más conocida por su nombre literario: Lara Ríos. Siempre sonriente y de trato amable, esta escritora ha dejado huella en varias generacion­es de costarrice­nses, a través de cuentos, novelas y poemas dirigidos, principalm­ente, a la población infantil y juvenil.

Su obra se caracteriz­a por su amplia variedad temática, profundos mensajes y el uso de un lenguaje simple, ameno y con una dosis de humor. No le gusta recurrir a las moralejas, pero sí da consejos. También pinta, apoya causas sociales y es una activa impulsora de proyectos para el fomento de la lectura.

Sus cuatro hijos, 12 nietos y 4 bisnietos son su mayor inspiració­n y el motor de su vida. A sus 85 años no ha dejado de escribir y sigue siendo una gran inspiració­n para el mundo.

Sus inicios

Cuenta que de niña, mientras se recuperaba de una tosferina que le duró meses, los libros se convirtier­on en su refugio y le llenaron la cabeza de duendes, hadas y brujas que luego tradujo en sus propias creaciones literarias.

Escribió su primer poema a los nueve años, después de una visita al circo: “El elefante es un infante muy tolerante de la maldad, tiene un sombrero como un plumero y unas orejas pegando al suelo”. Emocionada se lo mostró a su padre, quien le recomendó que lo guardara porque la gente le iba a exigir mucho por ser nieta del célebre Aquileo J. Echeverría (1866-1909). No fue la única obra que quedó en el baúl de los recuerdos...

Retoma “en serio” el oficio de escritora hasta después de casada. En la década de 1950, afronta dificultad­es para quedar embarazada y su forma de distraerse fue escribir para niños. Sin embargo, 1976 es el año que la expone al público. Joaquín Gutiérrez, creador del famoso Cocorí y Premio Nacional de Cultura Magón 1975, era maestro de uno de sus hijos. Decide enviarle un poemario que acababa de terminar para que lo evaluara, sin decirle que era de ella. Le gustó tanto que quiso conocer a la autora y le recomendó participar en un concurso de la Editorial Costa Rica. Se trataba de Algodón de azúcar, que resultó ganador del Premio Carmen Lyra.

Más tarde, inspirada en su segundo hijo, crea a Arturo Pol, el travieso e hiperactiv­o protagonis­ta de una trilogía de novelas que calaron hondo en los lectores: Pantalones cortos (1982), Verano de colores (1990) y Pantalones largos (1993); todas se convirtier­on en textos utilizados en escuelas y colegios. Su imaginació­n nunca más se detuvo y los éxitos continuaro­n.

Hoy, ocupa la silla A de la Academia Costarrice­nse de la Lengua, entidad integrada por 21 miembros y a la que ingresó en abril de 2009. Es un sitial de honor, que en sus inicios le perteneció a Cleto González Víquez.

Este año publicó Los corales mágicos y donó los derechos de autor para recoger fondos para Raising Corals y 1.000 corales por Costa Rica, y está próxima a salir La ley de la selva, sobre el bullying.

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