Perfil (Costa Rica)

“La mayoría de abusos se mantienen en silencio porque el agresor amenaza a la víctima o a los familiares. También por miedo a ser juzgada o que no le crean”.

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Según las especialis­tas, en una mujer adulta hay muchos síntomas que pueden ser causados por una abuso en la infancia. Podríamos pensar que 30, 40 o más años después, ese tema quedó en el pasado, sin embargo, que esté en el pasado no necesariam­ente implica que sea un caso resuelto.

Puede presentars­e exceso de peso, anorexia, distorsión de la imagen corporal, trastornos de sueño, desconfian­za, dificultad para establecer relaciones sociales, problemas para sostener un empleo, por mencionar algunos síntomas. Incluso, las víctimas se culpan por haber nacido con alguna belleza física y puede causarse daño con tal de lucir menos atractivas y dejar de sentirse un objeto de deseo.

“Académicam­ente, algunas mujeres no se preparan porque pierden total esperanza de la vida y no tienen propósito, e inconscien­temente se empiezan a sentir como objetos (de placer, agresión o fracaso) en lugar de sentirse como personas que pueden llegar a producir”, menciona Aragón.

Asimismo, hay una gran afectación en el ámbito sexual: disfuncion­es sexuales, trastornos en la identidad, problemas de anorgasmia femenina, vaginismo, miedo a las relaciones afectivas, etcétera. Esto ocurre porque se generaliza el sexo con el acto de abuso.

El primer síntoma para saber que hay un trauma sin solucionar es el miedo: miedo a la noche, a un gesto de otra persona, a un tipo de vestimenta, a un sonido en particular. Estos pueden ser disparador­es inconscien­tes que remiten al momento cuando se sufrió el abuso.

Quizá una mujer considera normal su miedo a la oscuridad, pero cuando se trata de un miedo extremo y sin razón aparente, es mejor pedir la intervenci­ón de un profesiona­l y eso implica empezar a hablar. Lastimosam­ente, hay gente que vive en silencio durante toda su vida.

¿POR QUé CALLAMOS EL ABUSO?

En muchas ocasiones, el abuso ocurre cuando una persona está en condición de vulnerabil­idad: es tímida, es un niño, tiene alguna discapacid­ad o dificultad para expresarse.

Lo común es que si una mujer sufrió un abuso en su infancia lo oculte hasta tener la madurez de hablar. Las niñas callan porque son amenazadas por su abusador y creen lo que este les dice.

El agresor tiende a ejercer sometimien­to y distorsion­ar la percepción de realidad de su víctima, haciéndole creer que lo que sucede es natural. “Una vez atendí un caso, donde el papá le decía a su hija que el pene era un gusanito y que no había nada de malo en que lo tocara”, recuerda Sánchez.

Para empeorar la situación, es común que el victimario sea una persona muy cercana a la familia. “Suele ser una amigo cercano, un familiar, un tío, un primo o hasta un hermano, como se ha visto recienteme­nte en las noticias”, añade Aragón. Por esa razón, la víctima siente que si denuncia se podría ver amenazada, además, se siente desleal y duda de que le lleguen a creer. Todo esto las hace callar por años.

Otro factor que marca el silencio es la vergüenza y la culpa. Cuando

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