Defendamos la cocina casera
Para la gente de edad más madura, como es mi caso, el solo hecho de escuchar el nombre de un platillo de nuestra cocina de antaño, nos evoca muchos recuerdos. Lo imaginamos en su forma, en su sabor, en su textura, y algo muy importante, lo relacionamos con las personas que en algún momento lo preparaban con mucho cariño.
Una frase muy popular dice que “recordar es vivir”, y es aun mayor experiencia vivirlo mediante la comida casera, esa que tiene un sabor sin igual, que no se puede comparar con los grandes manjares; es inigualable.
Quienes afortunadamente convivimos con personas que han heredado las tradiciones culinarias de muchos años atrás nos podemos dar el gran gusto, de disfrutar la comida sin ingredientes ni preservantes artificiales, con el sabor de la huerta de aquellos patios donde antes podíamos ir a buscar unos quelites de chayote, unas hojas de culantro coyote, un ayote sazón o tierno, unos chayotes, unos elotes bien tiernos, frutas diversas, el racimo de guineo y hasta recoger los huevos del día y la leche al pie de la vaca. Hoy, en muchas pueblos, se mantienen estas costumbres, las cuales no las podemos comparar con platillos servidos en un fino restaurante ni con los ofrecidos en las cadenas de comida rápida. ¡Esta es otra historia! Afortunadamente, en los últimos años vemos un movimiento de volver a esos años dorados de la cocina. Muchos chefs están apuntando a esa dirección. Se preocupan por rescatar esos productos olvidados y devolverlos a nuestras mesas; algunos, con modificaciones o fusiones modernas, las cuales en muchos casos son válidas, siempre y cuando respeten el origen y el uso de los ingredientes.
Ahora bien, aunque esas fusiones son válidas, no es correcto desnaturalizar nuestra cocina con métodos y productos ajenos. Lo importante es ese respeto, que incluye también el cuidado de nuestro ambiente, para que las nuevas generaciones puedan disfrutar esos platillos de nuestras abuelitas o de otras personas de antaño.
Defendamos, desde los diferentes escenarios en que nos movemos, la buena sazón casera: es más rica, más saludable y, además, nos acerca a la Costa Rica de ayer. ¡Yo estoy apuntado desde hace muchos años en esta aventura culinaria; ¡unámonos todos!