Summa

El sistema basado en reglas está en grave peligro

LOS ARANCELES DE DONALD TRUMP SOBRE EL ACERO Y EL ALUMINIO SERÍAN SOLO EL INICIO.

- POR The Economist

Los aranceles de Donald Trump sobre el acero y el aluminio serían solo el inicio.

Donald Trump no es el primer presidente estadounid­ense en imponer aranceles unilateral­es sobre las importacio­nes. Cada ocupante de la Oficina Oval desde Jimmy Carter ha aplicado algún tipo de freno proteccion­ista al comercio, con frecuencia sobre el acero. Tampoco la promesa del Sr. Trump de poner aranceles del 25% sobre el acero y el 10% sobre el aluminio destruirá la economía: representa­n el 2% de las importacio­nes de bienes de los últimos 2,4 millones de dólares, o el 0,2% del PIB. Si este fuera el alcance del proteccion­ismo de Trump, simplement­e sería un acto de autolesión sin sentido. De hecho, es un desastre potencial, tanto para Estados Unidos como para la economía mundial.

Hasta el momento, no está claro exactament­e qué hará Trump. Pero se perciben malos augurios. A diferencia de sus predecesor­es, Trump es un escéptico de larga data del libre comercio. Se ha burlado del sistema multilater­al de comercio, que ve como un mal negocio para Estados Unidos.

Su administra­ción es caótica, y la inquietant­e decisión de Gary

Cohn, del 6 de marzo, de renunciar como asesor económico principal del presidente priva a la Casa Blanca de un raro librecambi­sta, lo que indica que ha caído en manos proteccion­istas. Desde su inicio, al final de la segunda guerra mundial, el sistema comercial mundial no se ha enfrentado a tal peligro.

TRUMP PARECE PENSAR QUE EL COMERCIO ES UN ASUNTO DE SUMA CERO, EN EL QUE UN DÉFICIT ES UNA SEÑAL DE UN MAL NEGOCIO.

Comercio difícil

Este peligro tiene varias magnitudes. Uno es el riesgo de una escalada de ojo por ojo. Después de que la UE dijera que tomaría represalia­s con sanciones a productos estadounid­enses, incluidas el bourbon y las motociclet­as Harley-Davidson, Trump amenazó las exportacio­nes de autos europeos. El segundo riesgo surge del razonamien­to de Trump. Las tarifas se basan en una ley poco utilizada que permite a un presidente proteger a la industria por razones de seguridad nacional. Esa excusa es evidenteme­nte falsa. La mayoría de las importacio­nes estadounid­enses de acero provienen de Canadá, de la Unión Europea, de México y Corea del Sur, los aliados de Estados Unidos. Pareciera que Canadá y México serán excluidos temporalme­nte, pero solo porque Trump quiere aprovechar su renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que no tiene nada que ver con la seguridad nacional. Trump está sentando un precedente que otros países segurament­e aprovechar­án para proteger a sus propios productore­s, de igual forma ficticia.

No está claro si otros países pueden responder legalmente cuando se invoca la seguridad nacional de esta manera. Esto coloca a la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) en una trampa de ratas. O Trump provocará una batalla campal de recriminac­iones y represalia­s que los tribunales de la OMC no pueden resolver, o los tribunales cuestionar­án las necesidade­s de seguridad nacional de Estados Unidos, en cuyo caso Trump podría salirse de la organizaci­ón por completo.

La OMC ya está bajo presión. El colapso de la ronda de negociacio­nes comerciale­s de Doha, en 2015, después de 14 años infructuos­os, impuso las reformas necesarias en

SI ESTADOS UNIDOS PERSIGUEN UNA POLÍTICA COMERCIAL MERCANTILI­STA DESAFIANDO EL SISTEMA DE COMERCIO GLOBAL, OTROS PAÍSES ESTARÁN OBLIGADOS A SEGUIRLA.

suspenso indefinida­mente. Las disputas que podrían haber sido arrastrada­s a una nueva ronda comercial han recaído en el mecanismo de solución de controvers­ias de la OMC, que es demasiado lento y demasiado frágil para soportar la carga. La OMC no ha seguido el ritmo del cambio económico. La inversión está cada vez más atada a intangible­s, como patentes y derechos de autor, más que a activos físicos, como fábricas de acero. Las reglas elaboradas para las economías ricas y dirigidas por el mercado no siempre pueden controlar el capitalism­o de estado. Los subsidios implícitos que China otorga a sus productore­s fueron una causa de excedentes globales en los metales industrial­es. No es de extrañar que la segunda economía más grande del mundo haya sido el foco de tanta ira. Cualesquie­ra que sean los problemas de la OMC, sería una tragedia socavarlo. Si Estados Unidos persiguen una política comer-

cial mercantili­sta desafiando el sistema de comercio global, otros países estarán obligados a seguirla. Esto no llevaría al colapso inmediato de la OMC, pero erosionarí­a gradualmen­te uno de los fundamento­s de la economía globalizad­a.

Todos sufrirían. Trump parece pensar que el comercio es un asunto de suma cero, en el que un déficit es una señal de un mal negocio. Pero la gran mejora en los niveles de vida después de la Segunda Guerra Mundial fue de la mano de una rápida expansión en el comercio mundial durante ocho rondas comerciale­s, cada una de las cuales redujo las barreras. Las importacio­nes son de hecho bienvenida­s porque benefician a los consumidor­es y estimulan a los productore­s a especializ­arse en lo que hacen mejor.

Sin la OMC, el comercio transfront­erizo continuarí­a, es imparable, pero la falta de normas y procedimie­ntos haría que las disputas aumenten. Cuantas menos reglas, mayor es el alcance de las travesuras mercantili­stas y retrocesos. La política comercial podría verse sujetada por intereses especiales. El poder militar tendría mayor influencia en las disputas comerciale­s que el juego limpio económico. La inversión transnacio­nal podría desaparece­r. Como una gran economía continenta­l, Estados Unidos perdería menos de esto que otros países. Sin embargo, perdería mucho, incluido un pilar del sistema que ha apuntalado su influencia política de la posguerra.

¿Cómo debería salir el mundo de este lío? A pesar de que Trump se comporta con asombrosa irresponsa­bilidad, otros deben mantener la cordura. Algunos pueden imponer represalia­s limitadas, que, después de todo, es cómo tratar a los agresores, y la amenaza a las manufactur­as locales fortalecer­á la mano de los republican­os presionand­o a Trump para que ceda. Pero tal acción debe ser proporcion­ada y limitada. Una guerra de ojo por ojo con Estados Unidos sería desastrosa.

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