¿Un mundo libre de humo?
NUEVAS ESTRATEGIAS PARA COMBATIR EL TABAQUISMO, NO EXENTAS DE CONTROVERSIA, SE CENTRAN EN MOTIVAR A LOS FUMADORES DE CIGARRILLOS A CAMBIAR A ALTERNATIVAS DE MENOR RIESGO Y REDUCIR LA EXPOSICIÓN A LAS TOXINAS DEL HUMO.
Nuevas estrategias para combatir el tabaquismo, no exentas de controversia, se centran en motivar a los fumadores de cigarrillos a cambiar a alternativas de menor riesgo y reducir la exposición a las toxinas del humo.
Nadie osa decir lo contrario: fumar es nocivo para la salud y lo mejor es no hacerlo. Sin embargo, en el mundo hay más mil millones de fumadores, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las estadísticas revelan que solo 6% logra dejar el cigarrillo, que cerca de 100 millones de personas morirían en 30 años de forma prematura por enfermedades asociadas con el tabaco y que el fumar cuesta a las economías mundiales más de US$1.000 millones anuales en gastos de atención sanitaria y pérdida de productividad.
Ante ese panorama, a nivel mundial se están haciendo esfuerzos para impulsar alternativas que reduzcan el daño y estrategias más efectivas para evitar el fumado, que involucran desde autoridades de salud pública, reguladores, investigadores y médicos hasta representantes de la propia industria, competidores y consumidores. La oferta de productos que suministran nicotina sin combustión, los cigarros electrónicos y otros sistemas alternativos fueron el eje de discusión del V Foro Global sobre la Nicotina, realizado en junio de este año en Varsovia, Polonia, por actores de más de 60 países.
“Las tasas de prevalencia del tabaquismo en los distintos países demuestran que hay que hacer más porque es limitado el impacto de las estrategias tradicionales, centradas en mayores impuestos al tabaco, prohibiciones de publicidad y las advertencias sanitarias gráficas, amén de que se mantiene el problema del contrabando a gran escala de productos no supervisados y generalmente de baja calidad”, comenta Kgosi Letlape, líder de salud y cofundador de la Alianza Africana para la Reducción del Riesgo (AHRA, por sus siglas en inglés).
Desde que los cigarrillos electrónicos o vapeadores incursionaron en el mercado estadounidense, en 2007, su uso se ha extendido por todo el mundo, bajo la premisa de que son hasta 95% menos nocivos que los convencionales porque no se queman, y en vez de humo producen un vapor con muy bajas concentraciones de toxinas. La Asociación Internacional del Cigarrillo Electrónico (TVECA) proyecta ventas que podrían alcanzar los US$24.000 millones el próximo año. Por su parte, las tabacaleras le apuestan a su completa transformación. En el caso de Philip Morris, ha invertido más de UD$4.500 millones en Investigación y Desarrollo (I+D) de productos que reduzcan la exposición a tóxicos del humo de forma drástica. La tecnología se desarrolla en el centro de innovación The Cube, en Suiza, y también montó dos fábricas especializadas, una en Italia y otra en Alemania. Además, destina el 40% del gasto comercial a los productos sin humo que ya representan un 13% de sus ingresos, pese a que apenas están incursionando en ciertos mercados. Su plataforma estrella es el iQOS, un calentador electrónico de tabaco que ya se comercializa en 38 países y que actualmente está en proceso de aprobación en EE. UU.
“La nicotina causa adición, pero no se ha demostrado su vinculación con enfermedades del fumador. Lo más dañino del cigarrillo es la combustión. Cuando lo encendemos con fuego, el tabaco arde a una temperatura de más de 600ºC, hay una trasformación química y el humo contiene una gran cantidad de componentes tóxicos. Es clave hacer esa diferencia. El iQOS calienta cartuchos de tabaco a una temperatura mucho más baja, sin provocar combustión, y libera un aerosol de nicotina sin olor, cuyos niveles de componentes dañinos son entre 90 y 95% menores, no afecta la calidad del aire interior, ni genera tabaquismo pasivo”, asegura Gizelle Baker, líder del equipo de Epidemiología y Bioestadística de Philip Morris International (PMI).
“Es una oferta solo para fumadores y personas que no han podido dejar de consumir cigarrillos ya que emula la experiencia y el ritual del fumado, pero con mucho menos riesgos para la salud. Los resultados de nuestro último estudio clínico entre 1.000 fumadores
demuestran que, después de seis meses, ocho indicadores de respuesta biológica mejoraron en aquellos que cambiaron a IQOS en comparación con los que continuaron fumando, y quienes dieron el paso, no regresan al fumado convencional. Para el 2025, la meta es que 40 millones de fumadores se hayan cambiado a estas nuevas opciones de riesgo reducido. Nuestro compromiso de dejar de vender cigarrillos y reemplazarlos por productos sin humo es firme”, añade Moira Gilchrist, directora de Comunicación Científica de PMI. Otra alternativa es el Mesh, que calienta un cartucho de líquido que contiene nicotina y sabores, mientras que British American Tobacco compite con el dispositivo de vapeo Vype que, según sus pruebas de cultivo de células, no produce estrés celular, daños en el ADN o transformación maligna.
Escepticismo
La desconfianza está presente en el debate. Una de preocupación de fondo es que esos métodos de última generación frenen el abandono, se conviertan en un atractivo para iniciarse en el hábito o insten a la recaída de exfumadores por creer que los riesgos son aceptables.
“Menos nocivo no equivale a inocuos y se puede estar creando confusión entre el público al respecto, principalmente entre la población joven”, asegura Matthew Springer, profesor de cardiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de California, Estados Unidos, responsable de pruebas en ratas que preliminarmente indican que el vapor de las plataformas electrónicas también produce reducción en la función de los vasos sanguíneos, con el consecuente riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular.
“Es muy pronto para hacer conclusiones debido a la reciente incursión de estos productos de nueva generación en el mercado. Los datos presentados por las manufactureras muestran que los métodos de calentamiento de tabaco son, en teoría, mucho menos dañinos, sin embargo, faltan estudios clínicos avalados por terceros, que son complejos y tardan años en completarse”, explica Ricardo Polosa, médico líder en investigación del consumo de tabaco en Europa. Aunque reconoce que no se tienen resultados sobre el impacto a largo plazo de los vapeadores, el cardiólogo Konstantinos Farsalinos defiende que desde su aparición no se ha registrado un solo caso de enfermedad a causa suya y que deben ser una medida complementaria a otras estrategias del control del tabaquismo. “No significa que dentro de 30 años puedan aparecer algunos, pero por ahora, tras revisar los datos y repetirlos en nuestros laboratorios, lo que hemos visto es que los e-cigarettes les
funcionan a miles de personas incapaces de vencer el hábito para mejorar su condición de salud. No podemos culpar al fumador porque fuma o al bebedor porque bebe, y mientras la ciencia no haya desarrollado un medicamento que cure los hábitos de fumar por completo, hay que utilizar todas las herramientas a la mano para reducir el daño”, dice. Además, considera “desafortunado que muchos países prohíben el producto más seguro, pero dejan vender legalmente el más letal”.
David Sweanor, experto en políticas de salud pública, comparte esa posición: “Es clave adaptarse a la nueva realidad, donde se encuentran alternativas viables y menos peligrosas que los cigarrillos e informar de forma clara y consecuente”.
Repensar la nicotina
Dado que la ciencia emergente sostiene que la nicotina y el tabaco en sí no son el verdadero enemigo del fumador sino la combustión, hay una corriente importante a favor de que se le aplique una regulación diferenciada a los nuevos productos en cuanto a venta, comunicación con el consumidor y espacios donde se permite su consumo, como se ha hecho con los cigarrillos electrónicos que no contienen nicotina.
Annie Kleycamp, científica de la consultora en salud Pinney Associates, asevera que el cambio hacia sistemas de entrega de nicotina menos dañinos es el mejor camino para los fumadores no dispuestos a dejar el vicio, principalmente los de la tercera edad, donde la prevalencia se mantiene casi sin disminuir en los últimos 10 años. “Las muertes asociadas al fumado caerán de manera continua y sostenida si esto se logra. No hay objeción convincente al uso recreativo e incluso adictivo de la nicotina, siempre que no se demuestre que sea física, psicológica o socialmente dañina para el usuario o para otros”, explica.
“Suecia es uno de los países con mayor consumo de nicotina en la Unión Europea y tiene la tasa más baja de cáncer. La explicación del fenómeno es simple: impulsan el consumo de Snus, un compuesto de tabaco que se consume vía oral, poniéndolo debajo del labio superior; contiene nicotina, pero su entrega se realiza sin combustión”, recalca Farsalinos.
En el foro, también se mostraron otros avances hechos con nuevas tecnologías, como mentas, chicles, parches e inhaladores que pueden ayudar a las personas a disminuir el hábito del fumado. “Todo suma, pero tienen una tasa de éxito muy baja: solo 5 o 6% de los fumadores logra dejar el hábito con esos productos porque a la gente no les gusta usarlos, así de sencillo. Con los vapeadores logran que el 14% de los usuarios deje el fumado por completo, según estudios que hemos hecho en Europa. Tenemos que trabajar en estrategias más amplias, dejando de lado los prejuicios”, estima Farsalinos.