CUCURUCHO VALDÉS CON LOS PIES SOBRE SU TIERRA
Nieto de Bebo, sobrino de Chucho y María Caridad, e hijo de Miriam, lo más seguro es que muy pocos le hubieran perdonado a Cucurucho Valdés que se apartara de la senda de aquellos llamados a dejar una huella en la cultura de esta isla. Pero criándolo con amor en abundancia y en medio de un ambiente eminentemente musical, su familia se aseguró de que el niño no perdiera la brújula ni un solo segundo.
Así que cuando Roberto Carlos, el muchachito que asombraba a todos por su musicalidad, ya estuvo listo para aprender de cuanto le rodeaba, lo matricularon en la escuela Guillermo Tomás. «Es un don que uno trae intrínseco, en los genes, pero yo creo que el medio en el que me crié fue lo más determinante», asegura este extraordinario instrumentista que dejó boquiabierto a medio mundo con su ópera prima Ni antes ni después y ya se prepara para asestar otro golpe discográfico arrollador: Con los pies sobre mi tierra.
«Mi madre, Miriam, la luz que me ha guiado y me guía, no solo fue la primera que puso mis manos sobre las teclas de un piano, sino que además me estimulada para que no perdiera el interés por estudiar, por superarme, inundándome todo el tiempo de melodías. “Escucha esto”, me decía, y me atrapaba con la orquesta de mi abuelo, Sabor de Cuba, y sus arreglos para Benny Moré y para Nat King Cole… Era casi imposible que no eligiera esta profesión».
De manera que con nueve años ya era fundador de la Charanga Infantil de Guanabacoa (conocida popularmente como Los Aragoncitos), «el proyecto creado por Manuel Valcárcel para enseñarnos a tocar todos nuestros géneros tradicionales, a la par que nos nutríamos en la escuela del legado que habían dejado para la humanidad Beethoven, Mozart, Bach…».
En el nivel elemental participó en un concurso nacional de piano, donde conquistó el tercer lugar, actuó en el Concurso Adolfo Guzmán de 1986, junto a su tío Chucho en un mano a mano que compartieron con el maestro Frank Fernández y su hija Liana, y la orquesta Irakere de fondo. A los 11 años tocó con la Aragón como pianista…, hasta que vino el momento de entregarse de modo absoluto al estudio, de prepararse a conciencia para hacer de la música clásica una aliada cercana.
«Agradezco de corazón que la exigencia fuera tan alta, al punto de que podías quedarte afuera después de siete intensos años. Pero así debía ser, porque la música clásica constituye la base, la plataforma… Ya para ese entonces estaba convencido de que defendería la música popular, pero sa-
bía lo que ese conocimiento representaba, así que me la bebí sediento», confiesa.
El jazz le llamó su curiosidad en el prestigioso Conservatorio Amadeo Roldán, y gracias a él realizó su primera gira internacional a Múnich, con la notable cantante Mireya Escalante. Fue en Alemania donde le propusieron una beca para profundizar en su formación. «Permanecí por espacio de un año en Colonia, pero no aguanté más, el frío me llevaba muy deprisa. Sí, regresé pero más empoderado de la música clásica, aunque seguía con la mía como bandera».
Apenas tres meses después ya se contaba entre los integrantes de la Charanga Habanera (1998), donde perdió al parecer para siempre su nombre, para empezar a conocerse en el universo artístico con el alias de Cucurucho. Y de la tropa