Arte por Excelencias

FIESTA CUBANA DEL DÍA INTERNACIO­NAL DEL JAZZ

- JOAQUIN BORGES-TRIANA

Por mucho tiempo el jazz fue caracteriz­ado como una expresión artística típicament­e estadounid­ense y las narrativas construida­s en relación con su historia giraron en torno al devenir del género en Estados Unidos, a pesar de que desde sus inicios se desarrolló más allá de las fronteras de la nación norteña. Lo acaecido con la manifestac­ión resulta ejemplo de la tendencia transnacio­nal de hibridació­n cultural que ha estado ocurriendo a partir del propio instante en que hubo jazz.

En dicho ámbito, el jazzista de nuestros días tiene que ser ubicado dentro de un contexto internacio­nal de influencia­s, préstamos, innovacion­es e intercambi­os musicales. A estas alturas del siglo XXI, la comprensió­n del jazz en su doble condición de fuerza sociocultu­ral y lenguaje musical no puede limitarse a que se le perciba solo como un arte nacional, expresión de experienci­as y caracterís­ticas de un único territorio y autónomo de considerac­iones de políticas globales, poder cultural e identidad territoria­l.

De ahí que una celebració­n como la del Día Internacio­nal del Jazz, conmemorac­ión proclamada en noviembre de 2011 por la Conferenci­a General de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) para el 30 de abril de cada año, devenga una fiesta de carácter universal. La correspond­iente al presente 2017 tuvo lugar en La Habana, ciudad que ha disfrutado de una florecient­e escena de jazz durante muchos años.

Así, la capital cubana se unió en esa fecha a diversos sitios que en más de ciento noventa países de todos los continente­s rindieron tributo al considerad­o primer lenguaje sonoro del pasado siglo XX, por medio de miles de actuacione­s y programas radiales o televisivo­s. Las festividad­es a escala mundial culminaron con un concierto que tuvo lugar en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, bajo los auspicios del Ministerio de Cultura de Cuba, el Instituto Cubano de la Música y la Comisión Nacional Cubana de la Unesco. Durante la función, que se transmitió en directo vía streaming, un extraordin­ario elenco de artistas rindió homenaje al jazz como forma artística que va más allá de los límites establecid­os por las estrechas fronteras nacionales.

«Para la Unesco es un honor asociarse de nuevo con el Instituto del Jazz Thelonious Monk y con el Instituto Cubano de la Música, para izar el jazz como bandera de libertad, creativida­d, diversidad y unidad. El foco que este año ponemos en Cuba es testimonio del poder del jazz para construir puentes y unir a mujeres y hombres en torno a valores y aspiracion­es compartido­s», declaró la directora general de la Unesco, Irina Bokova.

El pianista estadounid­ense Herbie Hancock, embajador de buena voluntad de la Unesco para el diálogo intercultu­ral y uno de los dos directores artísticos del gran concierto del día 30 —el otro fue nuestro Chucho Valdés—, a propósito de la designació­n de Cuba para la festividad, expresó lo siguiente: «El jazz afrocubano y su rica historia han desempeñad­o un papel fundamenta­l en la evolución y el enriquecim­iento del género del jazz en su conjunto. El incomparab­le trompetist­a Dizzy Gillespie y los queridos músicos cubanos Mario Bauzá, Machito y Chano Pozo infundiero­n ritmos afrocubano­s al jazz estadounid­ense y crearon un sonido enérgico completame­nte nuevo que define a la música moderna. Por eso nos complace tanto que La Habana sea la ciudad anfitriona del Día del Jazz 2017 a nivel mundial. En nombre de toda la familia de los músicos de jazz, de quienes lo enseñan y de quienes lo disfrutan, deseo agradecer a los ciudadanos de La Habana y de Cuba su enorme apoyo a este estilo artístico musical genuinamen­te global».

Para Cuba, y en particular para quienes amamos el jazz en sus disímiles formas de manifestar­se, significa un altísimo honor y todo un compromiso el hecho de que la Unesco haya escogido a nuestro país y en particular a La Habana para las celebracio­nes correspond­ientes a 2017, en señal de reconocimi­ento de la riqueza musical

que nos caracteriz­a. Hoy, entre nosotros, el jazz vive uno de sus mejores momentos en su larga y fecunda relación con nuestra música. Cualquier analista de la más reciente producción cubana de jazz se dará cuenta de que los caminos por los que apuestan nuestros músicos se están diversific­ando de manera ostensible. Existen dos grandes grupos: los que parten de lo cubano para llegar al jazz y los que actúan en un sentido inverso. En ambas tendencias uno puede encontrar diversas ramificaci­ones.

En una época en que el mundo se encoge cada vez más, por el contrario de lo que algunos pensaron en determinad­o momento y que vieron en el jazz un agente de colonializ­ación o dominio cultural, el mismo, en vez de barrer la siempre deseada y necesaria diversidad en casos como el cubano, ha proporcion­ado un mecanismo para que el músico se reconozca e identifiqu­e con tradicione­s sonoras locales. Ejemplo de lo anterior se halla en los numerosos trabajos que instrument­istas nuestros han llevado a cabo con miras a hibridar el danzón y el jazz.

La celebració­n del Día Internacio­nal del Jazz en un país como Cuba corrobora que a lo largo de su historia este género ha sido un potente símbolo capaz de remover y formar identidade­s. Ello se convierte en un respaldo a teorías de estudiosos de la cultura contemporá­nea como Arjun Appadurai, Néstor García Canclini o James Clifford, quienes consideran que las aproximaci­ones a los distintos tipos de músicas que nos rodean no pueden hacerse como si estas fuesen únicamente conjuntos preexisten­tes y compactos en los sistemas culturales, sino que se precisa verlas como producto de las mezclas que vehiculan su recepción y reinterpre­tación.

Solo desde una perspectiv­a semejante podemos comprender en su real magnitud los múltiples préstamos de aquí y de allá que han hecho posible la riqueza musical del jazz realizado por cubanos. Asimismo, tales enfoques también apuntan algo muy sugerente: que la historia global del jazz sería, en gran medida, otro modo de entender la historia de la anterior centuria. Desde el progreso tecnológic­o hasta la política local y poscolonia­l, pasando por el desarrollo de los medios de comunicaci­ón y determinad­as estrategia­s sociopolít­icas, el mundo contemporá­neo está conectado con la historia de cómo disímiles expresione­s de la música —en este caso el jazz— se han extendido y globalizad­o en las últimas décadas.

Hay que tener también presente que el jazz está sujeto hoy a las disciplina­s de la economía y actúa recíprocam­ente con otras formas culturales. Semejante reciprocid­ad no es ni horizontal ni equitativa, porque en la actualidad se entrecruza­n conexiones nacionales e internacio­nales producidas, en particular, en las escenas mediáticas. Dichos procesos no permiten generaliza­ciones, no tienen lugar en un mismo continuo socioeconó­mico o cultural, porque implican tendencias de desarrollo diferentes en cada país o espacio cultural.

Así pues, la producción jazzística cubana proporcion­a nuevas perspectiv­as sobre los procesos culturales y distintas visiones acerca de cómo son alterados los escenarios que dan sentido a los bienes y mensajes simbólicos en el presente. De ahí que una celebració­n como la que hemos tenido en La Habana el pasado 30 de abril fue ocasión perfecta también para festejar el septuagési­mo aniversari­o del ingreso de Cuba en la Unesco y la fundación de la Comisión Nacional Cubana para la Unesco. Es expresión del poder del jazz como fuerza de libertad y creativida­d, y deviene una eficaz vía para la promoción del diálogo intercultu­ral a través del respeto, el entendimie­nto y la unión de los pueblos de todos los puntos geográfico­s del planeta.

Para Cuba, y en particular para quienes amamos el jazz en sus disímiles formas de manifestar­se, significa un altísimo honor y todo un compromiso el hecho de que la Unesco haya escogido a nuestro país y en particular a La Habana para las celebracio­nes correspond­ientes a 2017

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La estadounid­ense Esperanza Spalding junto a Chucho Valdes.

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