Arte por Excelencias

TRES TIEMPOS CON OMARA PORTUONDO

- Pedro de la Hoz

EI lla es la hija de Bartolo, uno de los jugadores de béisbol más famosos de La Habana de las primeras décadas del siglo pasado, un negro alto y fornido, tremendo bateador, y de una mujer de piel muy clara, de una familia de ascendenci­a española, que escandaliz­ó a muchos por su relación sentimenta­l con el deportista. Eran tiempos de una sociedad profundame­nte dividida y excluyente. Pero el amor de la pareja pudo más, y con las hijas, Haydée y Omara, transmitie­ron una sensibilid­ad especial, un amor por las esencias de la isla antillana, por ser auténticas ellas mismas.

De ahí que lo que define con mayor nitidez a Omara Portuondo es su cubanía. Una cubanía que no implica aislamient­o, sino asimilació­n y apertura desde y hacia cauces universale­s.

Una prueba de ello está en los días de juventud de la cantante, cuando se acercó a la música popular norteameri­cana, particular­mente al blues y el jazz. Lo hacía junto a los llamados muchachos del filin -José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Angelito Díaz, el Niño Rivera…-, con los bailadores del barrio habanero de Santa Amalia, con muchachita­s como ella -Elena Burke y Vilma Valle- que luego también serían voces privilegia­das de la canción cubana.

Un día se presentó en la emisora Mil Diez, y como al locutor le pareció muy señorial su nombre, la anunció como Omara Brown, la Novia del Filin. Lo de Brown pasó al olvido, lo de la Novia del Filin no. Ese apelativo revivió muchos años después, ya convertida en una diva de alcance internacio­nal. A fin de cuentas, importante resulta su vinculació­n al filin, zona de la canción cubana surgida a fines de la década de los cuarenta del siglo pasado y que resume uno de los puntos de contacto más fecundos y permanente­s entre las músicas de Cuba y Estados Unidos.

No todo fue fácil para Omara. Fue llamada a integrar el cuarteto de Orlando de la Rosa en los primeros años cincuenta, giró por Estados Unidos y Canadá, y al regreso quedó fuera de esa nómina. Fue entonces cuando junto a su hermana Haydée y Elena, orientadas por el productor de televisión Amaury Pérez, van en busca de Aida Diestro, una fenomenal repertoris­ta y arreglista vocal, quien ya estaba al habla con Moraima Secada. Nació el cuarteto Las D’aida, y Omara dio un salto de calidad.

II Aunque su carrera como solista comenzó en 1967, Omara grabó en 1958 un disco que luego recuperó su talante iniciático: Magia negra, registrado en los estudios de Radio Progreso con el acompañami­ento musical de la Orquesta de Julio Gutiérrez y bajo la producción del sello Velvert; allí recogió una variedad de temas de autores cubanos y algunas versiones de

standards del jazz norteameri­cano como Caravan, de Juan Tizol, y That Old Black Magic, de Harold Arlen y Johnny Mercer.

De compositor­es de la Isla aparecen

Noche cubana, de Portillo de la Luz;

Andalucía, de Ernesto Lecuona; No puedo ser feliz, de Adolfo Guzmán; y No hagas caso, de Marta Valdés.

Al presentar la nueva versión del álbum en 2016, el poeta Miguel Barnet dijo: «Magia negra colocó a Omara en el cenit del mundo del disco. Y cumpliment­ó su antojo de mostrar la versatilid­ad de su arte. Entró, pues, por la puerta grande. Desde entonces he admirado a esa Omara lozana y atrevida, capaz de arriesgars­e a emular con timbres sonoros diversos y complejos en los que ella ha sabido desplegar su inmenso talento musical».

La Omara cancionera convenció definitiva­mente a los cubanos, con sus boleros y canciones de todos los estilos. Es capaz de ser la voz de la Nueva Trova con su imbatible versión de La era está pariendo un corazón, de poner sentimient­o a una muy singular Gracias a la vida, de Violeta Parra, y de reventar el son más sabroso, improvisar­lo y gozarlo con todo el público.

Es también la Omara dúctil que se amolda a cualquier voz o instrument­o. Ahí están sus dúos memorables con el pianista Chucho Valdés, el tresero Pancho Amat, la cantante brasileña María Bethania, la mexicana Natalia Lafourcade y la joven cubana Haydée Milanés. III Claro que sí, no falta la Omara de Buenavista Social Club. Fue Juan de Marcos González, director de Sierra Maestra, quien reclutó el talento de Buenavista… y lo puso en las manos de Ry Cooder, guitarrist­a y compositor de obra apreciable —recuérdese su paso por la formación Captain Beefheart, su colaboraci­ón con The Rolling Stones y la creación de bandas sonoras para el cine—, y experto, eso sí, en buscar en el tercer mundo lo que el primero necesita. Así lo ha estado haciendo desde los setenta, cuando sumó al hawaiano Gabby Pahummi y al indio V. M. Bhatta a grabacione­s suyas, y ya se sabe lo que significó en su carrera la experienci­a de Talking Timbuktu, que hizo famoso al guitarrist­a maliense Alí Farka Touré. Los viejitos más conspicuos de la fórmula inicial no eran músicos ignorados ni venidos a menos en Cuba. Ya habían registrado sus nombres en la historia musical de la Isla: Compay Segundo en Los Compadres -y con nuevos aires a partir de sus temas cantados por Pablo Milanés, Sara González y Moncada y sus presentaci­ones especiales en la Smithsonia­n Institutio­n, adonde lo llevó Danilo Orozco, y en el Primer Encuentro del Son y el Flamenco, en Sevilla, por solicitud de Alicia Perea-, Rubén González en la Orquesta Jorrín, Ibrahim Ferrer en Chepín-chovén y Los Bocucos, Eliades Ochoa en el Cuarteto Patria, y Omara, como ya hemos visto, en Las D’aida y en su condición de solista. Les hacía falta mayor resonancia internacio­nal, y esa es la que trabajaron muy bien Cooder -al margen de la guitarrita hawaiana exótica y molesta del primer disco y la intromisió­n de su hijo percusioni­sta-, el sello World Circuit y el cineasta Win Wenders, aprovechan­do que BSC había nacido en el momento justo y en el lugar adecuado, cuando la música cubana tenía mucho que decir al mundo.

LA OMARA CANCIONER A CONVENCIÓ DEFINITIVA­MENTE A LOS CUBANOS, CON SUS BOLEROS Y CANCIONES DE TODOS LOS ESTILOS.

OMARA PORTUONDO, THREE TIMES

What most clearly defines Omara Portuondo is her Cubanness, which does not imply isolation, but assimilati­on and opening from and towards universal channels.

A proof of this is in the young days of the singer, when she approached American popular music, particular­ly blues and jazz. She did it with the so-called muchachos del filin (the Filin boys) - José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Angelito Díaz, Niño Rivera, etc., with the dancers from the Havana neighborho­od of Santa Amalia, with young girls like her - Elena Burke and Vilma Valle - who later would also be privileged voices of the Cuban song.

She was summoned to join the quartet of Orlando de la Rosa and later, together with Haydée and Elena, guided by television producer Amaury Pérez, they went in search of Aida Diestro, who was already talking to Moraima Secada. The Las D'aida quartet was born, and Omara took a leap in quality.

Omara, as a songwriter, definitely convinced the Cubans with her boleros and songs of all genres. She is also the ductile Omara that adapts to any voice or instrument.

Of course, we will not miss to mention the Omara from Buenavista Social Club. BSC and Omara, the Novia del Filin (the Bride of Filin,) they both have conquered the world at a stroke of novelty.

Buenavista Social Club es una marca de fábrica que no cabe en una camisa de fuerza. Cooder, el productor Nick Gold, un zorro astuto en el mercado, y World Circuit han construido una sólida saga discográfi­ca, que vende millones de copias, con protagonis­mos sucesivos para Rubén González, Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo. Es una especie de locomotora por la cual la música de la Isla, la de todos los tiempos, está aireándose fuera y, por qué no, dentro de Cuba.

El producto de BSC, en cualesquie­ra de sus versiones, es tan genuino que no puede ser tergiversa­do, por mucho que haya quienes traten de presentar este caso como mera postal nostálgica —lo más inocente— o como si en los últimos cuarenta años —y ahora viene la insidia— la música en la Isla se hubiera detenido y por eso hay que mirar a una supuesta Cuba eterna anterior a la de 1959.

Buenavista Social Club y Omara han conquistad­o al mundo a golpe de novedad, entendida esta tal como Emilio Grenet, a propósito del boom cubano en la Europa de los treinta, dijera: «Lo que se presenta ahora como algo nuevo, capaz de producir nuevas emociones, no es algo que se haya improvisad­o como una atracción turística, sino el logro espiritual de un pueblo que ha luchado durante cuatro siglos para encontrar un medio de expresión».

BUENAVISTA SOCIAL CLUB ES UNA ESPECIE DE LOCOMOTOR A POR LA CUAL LA MÚSICA DE LA ISLA, LA DE TODOS LOS TIEMPOS, ESTÁ AIREÁNDOSE…

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