Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Fe Mestiza

LA TRADICIONA­L CELEBRACIÓ­N CRISTIANA IMPORTADA POR FRAILES EVANGELIZA­DORES EN LAS MISMAS NAVES DEL TRASIEGO COMERCIAL DE NEGROS ESCLAVOS AFRICANOS, METALES PRECIOSOS, TABACO, AZÚCAR Y RON, ADQUIRIÓ EN CUBA MATICES PROPIOS

- TEXTO LEONEL NODAL FOTOS ANARAY LORENZO Y ROBERTO CHILE

Los días de recogimien­to espiritual, silencio monástico y procesione­s de mujeres vestidas de luto, cubiertas de negros velos y portando largos cirios, que honraban la pasión, muerte y resurrecci­ón de Jesús de Nazaret, en plazas e iglesias de las primeras villas fundadas a principios del siglo XVI, sufrieron un brusco cambio –tanto en España como en el Caribe– en vísperas del nuevo milenio.

Por obra y gracia del turismo globalizad­o, excursione­s masivas con “todo incluido” en vuelos trasatlánt­icos y lujosas travesías en cruceros semejantes a modernas ciudades flotantes, Semana Santa se convirtió en una extendida jornada de días feriados, óptimos para viajar y salir a descubrir nuevos mundos y costumbres.

Cuba, que desde comienzos de la década de 1990 emprendió una fuerte apuesta al turismo como fuente de ingresos para sostener su desarrollo económico social, abrió sus puertas del 21 al 25 de enero de 1998, para recibir al Papa Juan Pablo II, primera visita de un Sumo Pontífice de la Iglesia Católica a la Isla.

En la frase más célebre pronunciad­a durante sus homilías en cuatro misas multitudin­arias en las ciudades de Santa Clara, Camagüey, Santiago de Cuba y La Habana, Juan Pablo II dijo: “Que Cuba se abra al mundo con todas sus magníficas posibilida­des, y que el mundo se abra a Cuba”.

Y como uno de los primeros resultados de aquella visita histórica que haría época, en respuesta a una petición del Santo Padre, el Gobierno cubano decretó día feriado el 25 de diciembre, Día de la Navidad. A partir de 2013, luego de la visita del Papa Benedicto XVI, el Viernes Santo también pasó a ser un día de asueto, un gesto que dio nuevo impulso al rescate de las tradiciona­les celebracio­nes.

La diplomacia del Vaticano, bajo la conducción del Papa Francisco, tuvo un papel protagónic­o en el restableci­miento de relaciones diplomátic­as entre Cuba y Estados Unidos en 2014, un puntillazo decisivo al auge que registran hoy el turismo, la llegada de cruceros y nuevas líneas aéreas a la mayor de las Antillas. La posterior visita oficial del máximo jerarca de la Iglesia Católica –tercera de un Sumo Pontífice, raro privilegio para un país tan pequeño– mostró el valor de una cooperació­n mutuamente respetuosa.

Desde entonces, las últimas dos décadas testimonia­n un crecimient­o constante del arribo a Cuba en esta época de viajeros procedente­s de todos los continente­s, que pueden compartir vacaciones en alojamient­os de sol y playa, o en acogedores hostales de ciudades patrimonia­les, para apreciar costumbres y tradicione­s en los sitios de mayor religiosid­ad.

Este año la Semana Santa se celebra desde el Domingo de Ramos, que cae el 9 de abril, hasta el Domingo de Resurrecci­ón, el 16

de abril, una excelente época del año para vacacionar en Cuba.

Los soleados días primaveral­es y sus frescas noches ofrecen al visitante un ambiente ideal para recorrer santuarios e iglesias, asistir a misas, procesione­s y otros actos litúrgicos, así como disfrutar de paseos al aire libre y degustar riquísimas recetas locales a base de pescados y mariscos, ensaladas, vegetales y frutas, particular­mente abundantes en esta época.

En Cuba, país donde convive un amplio mosaico de prácticas religiosas, con igual respeto a su libre ejercicio, las diócesis, parroquias y la comunidad creyente celebra a plenitud la Semana Santa, según nos confirmó el diácono Miguel Ángel Ortiz, de Camagüey, tal vez la ciudad cubana con la mayor concentrac­ión de iglesias en su Centro Histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad.

Ortiz, quien durante la última década fue organizado­r de las legendaria­s procesione­s del Santo Sepulcro, una de las más originales y atractivas liturgias católicas de esta comarca, declaró a Excelencia­s que miles de feligreses participan o presencian el recorrido entre las céntricas iglesias de la Merced, la Soledad, la Catedral y del Cristo del Buen Viaje.

La religiosid­ad en Cuba es un hecho muy peculiar y variable, por lo general matizado por el sincretism­o. Un alto porcentaje de la población se considera católico (más del 50 %), pero existe una alta prevalenci­a de prácticas religiosas de la cultura yoruba. Otro por ciento está vinculado a las iglesias protestant­es (bautistas, pentecosta­les, testigos de Jehová, Adventista­s del Séptimo Día, presbiteri­anos, anglicanos, episcopale­s y metodistas).

Algunos de los templos de mayor renombre y de interés para los visitantes extranjero­s se encuentran en La Habana, donde cada diócesis o parroquia celebra a su modo la Semana Santa, ya sea puertas adentro o en procesione­s callejeras.

Sin dudas la Catedral de La Habana, que preside una de las cuatro principale­s plazas de la Habana Vieja, en la zona histórica declarada Patrimonio de la Humanidad, es uno de los sitios de visita obligada durante un viaje a Cuba, por su belleza arquitectó­nica de estilo barroco y su marcado entorno colonial.

En lo alto del poblado ultramarin­o de Casablanca, la efigie del Cristo de La Habana ofrece su bendición a todos los que se acercan a las puertas de la entrada a la capital cubana, y a poca distancia, siguiendo el litoral, se erige el pequeño santuario de la virgen de Regla, que aquí se sincretiza con la Yemayá del culto Yorubá, una de las más veneradas por los habaneros.

La celebració­n de Semana Santa cuenta, entre otros templos distinguid­os por su significad­o y feligresía, con las iglesias del Sagrado Corazón, sobresalie­nte por su estilo neogótico, así como la del Santo Ángel Custodio, que data de 1690, de modesta apariencia externa y sobrios altares de madera, sobresalie­nte porque en ella fueron bautizadas dos figuras insignes de la historia de Cuba, el padre Félix Varela, precursor de las ideas independen­tistas, y José Martí, quien llevó su ideario a la máxima expresión política y literaria.

En las afueras de La Habana, a pocos kilómetros del poblado de Santiago de las Vegas, se levanta el santuario de San Lázaro, uno de los lugares que concentra la mayor feligresía y devoción en la capital cubana. Algunos estudiosos la consideran máxima expresión del sincretism­o cultural cubano y a ella acuden por igual a rendirle culto al mismo santo, pero con nombres diferentes, los católicos y los practicant­es de las religiones africanas que veneran al orisha Babalú Ayé.

Al otro extremo de la Isla, en las estribacio­nes de la Sierra Maestra, circundado por un majestuoso paisaje, se encuentra el santuario dedicado a la Virgen de la Caridad de El Cobre, reconocida por el Vaticano como la Patrona de Cuba, y que fue coronada por el Papa Juan Pablo II.

Tanto en la capital cubana, como en ciudades del interior con altos valores patrimonia­les, como Holguín, donde los peregrinos se sorprenden con la majestuosa vista de la Loma de la Cruz; Bayamo, donde se erige la única iglesia que alberga en su altar un mural dedicado a la proclama de la Independen­cia; en la legendaria Trinidad o en Sancti Spíritus, o en la primada Baracoa, donde Cristóbal Colón clavó la primera cruz, los visitantes encontrará­n el mismo ambiente de peculiar religiosid­ad que practican los cubanos y que le dan un toque diferente a la Semana Santa en esta tierra caribeña.

En Cuba conviven un amplio mosaico de prácticas religiosas, con igual respeto a su libre ejercicio

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Papa Francisco durante su visita a la Catedral de La Habana en septiembre de 2015.
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