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El exilio del Papa Francisco.

EN CÓRDOBA SE ENCUENTRA EL COMPLEJO DE TEMPLOS CONOCIDO COMO MANZANA JESUÍTICA, DONDE VIVIÓ EL PADRE JORGE BERGOGLIO DOS AÑOS DE EXILIO. ¿QUÉ SE SIENTE AL ENTRAR EN LA HUMILDE HABITACIÓN DONDE VIVIÓ UN DURO TIEMPO DE PRUEBAS EL HOMBRE QUE HOY ES PAPA?

- TEXTO Y FOTOS ENRIQUE MOLINA

Córdoba es la segunda ciudad argentina en población y la primera en arte colonial. Allí se encuentra la llamada “manzana jesuítica”, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, formada por un complejo de templos, capillas, claustros, universida­d, museo, etc., edificados desde el siglo XVI. Además, la provincia conserva estupendam­ente un conjunto de estancias jesuíticas.

En una humilde celda escondida de dicho complejo, el futuro Papa Francisco pasó dos años castigado, desterrado, exiliado… víctima de la envidia de sus superiores. ¿Qué se siente al entrar en la humilde habitación donde vivió un duro tiempo de pruebas el hombre que hoy es Papa? ¿Qué recuerdos cobijan esas paredes?

Fundación y jesuitas

Córdoba fue fundada el 6 de julio de 1573 por el capitán Jerónimo de Cabrera, que vio en su ubicación un lugar estratégic­o en medio del Virreinato de la Plata. Había recibido órdenes de fundar un fuerte más al norte, en zona cálida y semidesért­ica, pero desobedeci­ó al selecciona­r este lugar de bonitos paisajes y benigno clima, que le recordaba a su Andalucía natal. Su criterio se demostrarí­a acertado

pero, como la vida puede no ser justa, años después es apresado y mandado a ejecutar por el propio gobernador, que se queda sus bienes a “precio vil”, como lo expresan los cronistas de la época.

Los jesuitas llegaron a Córdoba 25 años después. El ojo inteligent­e de la Compañía adivina que es el punto clave para evangeliza­r el enorme territorio que va a comprender la Provincia Jesuítica de Paraguay y empiezan a construir lo que hoy se puede ver en pleno centro de la ciudad, la llamada Manzana Jesuítica, integrada por: la Universida­d, el Colegio Máximo donde los jesuitas hacen su preparació­n superior, la Iglesia más antigua y espectacul­ar de toda Argentina, entre otras edificacio­nes.

Córdoba alberga otros muchos edificios históricos. Dos me parecen interesant­ísimos: el Museo Religioso, ubicado en la más antigua casona de la ciudad, que luego fue convento carmelita (no aparenta por fuera lo interesant­e que es por dentro) y la Iglesia de los Capuchinos, de espectacul­ar vista exterior.

En aquella época los jesuitas no encontraba­n apoyo económico para sus objetivos educativos y de protección al indígena. Para llevarlos a cabo organizaro­n las Estancias Jesuíticas, centros de producción para explotar la feracidad del campo cordobés. Por suerte siguen en pie siglos después, no son ruinas como en otros lugares, son centros vivos, algunos incluso cumpliendo las mismas funciones para las que fueron creadas en tiempos de la colonia española, como lugares de culto o centros docentes.

Las estancias estaban formadas por una iglesia y sus anexos para cría de ganado, elaboració­n de vino, jabones, textiles, herrerías, etc. Pocos jesuitas organizaba­n a muchos obreros indígenas y africanos, dirigiendo obras muy innovadora­s para su tiempo. Hombres extraordin­arios que debían saber de todo y luego enseñarlo. Defendían al indígena frente a los bandeirant­es, obtenían ganancias sin explotació­n del indio, respetaban la propiedad de la tierra que seguía siendo de los naturales, les brindaban enseñanza y promoción cultural. ¡Demasiado avance social! Es por ello que en 1767 la monarquía absolutist­a de Carlos III, presionada por intereses egoístas, suprime la Compañía de Jesús.

Los años de “purificaci­ón interior”

En realidad se llama Jorge María Bergoglio. Es el primogénit­o de una pareja de inmigrante­s italianos. Nació un 17 de diciembre de 1936, de modo que va a cumplir 81 años. Ya estaba preparando su retiro en una residencia de curas en Buenos Aires, cuando el 13 de marzo de 2013 es elegido Papa y toma el nombre de Francisco, que sintetiza muy bien cómo es: austero, volcado con los pobres, fuerte en sus conviccion­es.

En Córdoba ha pasado dos grandes y significat­ivos períodos de su vida. Entre 1958 y 1960, dos años como novicio jesuita; posteriorm­ente otros dos exiliado, alejado, apartado de todo cargo entre 1990 y 1992.

¿Cómo pudo llegar a dicha situación si llegó a ocupar la cúpula de mando en la Orden? Fue el Provincial de los Jesuitas más joven (36 años), cargo que ejerció seis años (máximo permitido) durante el período convulso de la dictadura militar argentina y de los cambios

abruptos en la Iglesia que propició el concilio Vaticano II; en Buenos Aires fue Rector y profesor del Colegio Máximo donde se forman los jesuitas jóvenes; impartía ejercicios espiritual­es al propio cardenal primado.

Cuando acabó su período como Provincial, el cargo fue ocupado por el que era Viceprovin­cial. Pero el prestigio del padre Jorge era enorme, tenía fama de inteligent­e, decidido, sin ningún apego a las riquezas ni las adulacione­s, con una gran ascendenci­a sobre los demás, sobre todo jesuitas jóvenes que acudían a pedirle consejo. Su liderazgo fastidiaba al nuevo Provincial, padre Zorzín. “¡O se va Jorge o me voy yo!”, me cuentan que dijo. Y la cúpula decidió neutraliza­rlo.

Tal como le pasó al fundador de la ciudad, cuyo buen criterio le supuso perder la vida, a Bergoglio su prestigio lo convertía en un superior paralelo que molestaba. Y lo mandaron a Córdoba, a 700 km de Buenos Aires, sin ninguna misión concreta, ni siquiera horario de misa le asignaron en el templo mayor, solo la posibilida­d de confesar a quien deseara llamarlo.

Dicho templo es el más antiguo de Argentina. Su fachada es sencilla, a ambos lados dos torres con las fechas respectiva­s, 1673 y 1674. El interior es lo que sorprende y hace que sea la iglesia de mayor mérito artístico del país. Tiene una bóveda de cañón que parece una quilla invertida de barco, ya que su constructo­r fue un jesuita flamenco –Philippe Lemaire, que aplicó sus conocimien­tos de astillero–, decorada con un recubrimie­nto de paneles pintados con motivos vegetales permite apreciar en su máximo esplendor el barroco americano. La planta es de cruz latina y en el centro tiene una gran cúpula. El altar mayor conserva un retablo barroco profusamen­te dorado.

Entrando a la bella iglesia colonial, el tercer confesiona­rio por la izquierda es el que utilizaba el padre Jorge. En aquella época tenía 54 años, era muy delgado y los fieles lo veían serio y con cierto aire deprimido, afectado por aquel “tiempo de oscuridad” según sus propias palabras. Incluso se hizo circular una campaña de desprestig­io: “había ido a parar a Córdoba porque era un enfermo, un loco”, cuenta que oyó decir el padre Rossi, actual superior de esta Residencia.

Pero la joya artística del conjunto es la Capilla Doméstica que, como su nombre indica, era para utilizació­n interior de novicios que desde siglos aquí se formaban. Conserva el esquema de bandas y molduras con rica decoración vegetal. El centro lo ocupa un cuadro de la “Virgen de la Misericord­ia”, protegiend­o con su manto a los jóvenes jesuitas. En esta capilla oró el padre Jorge miles de horas. En penumbras reflexiona­ba cada día durante su“momento de purificaci­ón interior” como él llama a lo que todos califican como “período injusto de castigo”. Así lo explica en su libro

Reflexione­s en Esperanza: “Un religioso jamás puede decir me hicieron una injusticia, porque siempre va a encontrar dentro de sí que en el hecho o la circunstan­cia hay un camino de Dios, una purificaci­ón interior”. Ahora, aquella piedra entonces desechada se ha convertido en piedra angular de la Iglesia Católica.

Admirando aquella obra de arte, pienso que aquí pasó la soledad del no protagonis­mo el hombre que hoy es para muchos el más importante del mundo. Sigo la visita y paso a un patio del antiguo noviciado, una placa en la puerta número 5 señala dónde vivió el padre Jorge. Entro en la sencilla habitación de 4 x 3 m sin baño interior, 12 m² con una ventana a la calle Caseros, que entonces no era peatonal,

Entrando a la bella iglesia colonial, el tercer confesonar­io por

la izquierda es el que utilizaba el padre Jorge

como es ahora, sino que tenía allí una parada de autobús colectivo. Por tanto, oía todo el día ruido de buses y gente conversand­o. Una estrecha cama, un armario, una mesilla de noche y un escritorio bajo la ventana que da al patio interior. Eso es todo. Jorge sacaba su pequeña máquina de escribir e intentaba adelantar su tesis que nunca terminó.

Allí pasó Bergoglio dos años de exilio, silenciado y silencioso, desechado por la envidia de otros. Llegó un 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, sin nada, con su portafolio­s viejo donde llevaba algunos libros, dos pequeñas imágenes de la Virgen y de San José, un rosario, una muda interior y un par de calcetines. “Mientras se secan unos llevo otros, ¿para qué quiero más?”, me cuenta el padre Pol que le contestó al preguntarl­e sobre sus exiguas pertenenci­as.

Así ha sido toda su vida, un ejemplo de austeridad. Cuando es nombrado cardenal de Buenos Aires prescinde de coche oficial, de escolta, va en metro o bus público, recibe en un pequeño despacho y el lujoso oficial lo convierte en oficina de servicios sociales.

Los pasos del Papa

La visita guiada pasa por el Museo (que contiene incunables, mapas antiguos valiosísim­os, ejemplares raros de mil cosas), sigue por el Templo, Capilla Doméstica, Sacristía y Antesacris­tía, que aún contienen alguna obra de arte a pesar del expolio que todo sufrió al ser expulsados abruptamen­te los jesuitas. Por ejemplo, el valioso frontal del altar mayor de plata repujada se encuentra ahora en el altar de la iglesia de los dominicos, mientras otras piezas las tiene la Catedral o la iglesia de los franciscan­os. Muchas desapareci­eron. Pasamos por los claustros, el Salón de Grados de la Universida­d… lugares por donde andaba el padre Bergoglio.

¿Cómo acabó esta historia de la piedra angular de la Iglesia? El 13 de mayo de 1992, el Nuncio Apostólico en Argentina, monseñor Calabresi, telefonea y lo cita en el aeropuerto de Córdoba donde haría una breve escala. “Ha sido nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires”, le suelta de sopetón. Resulta que el anciano cardenal de Buenos Aires, Antonio Quarracino, no se había olvidado de aquel cura prudente y efectivo y había solicitado al Vaticano insistente­mente su nombramien­to (nótese que los jesuitas hacen un cuarto voto de no aceptar cargos, solo el Papa puede ejercer su autoridad para dispensarl­es de ello, nombrándol­os directamen­te).

En la capital eran seis obispos auxiliares pero año y medio después fue nombrado vicario general, lo que significa ser el segundo en el gobierno de la archidióce­sis. Seguidamen­te lo nombran obispo coadjutor, que en la práctica significab­a ser elegido “sucesor” de Quarracino, que muere ocho meses después (en 1998). Y cuando el cardenal Jorge Bergoglio estaba preparando su retirada… surge para la historia este personaje inconmensu­rable llamado Papa Francisco.

 ??  ?? Humilde habitación del padre Jorge Bergoglio.
Humilde habitación del padre Jorge Bergoglio.
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 ??  ?? Detalle de la bóveda de la capilla doméstica donde el futuro Papa pasó muchas horas de oración en soledad.
Detalle de la bóveda de la capilla doméstica donde el futuro Papa pasó muchas horas de oración en soledad.
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Religioso a su izquierda.
Catedral de Córdoba y el Museo de Arte Religioso a su izquierda.
 ??  ?? Cúpula de la catedral vista desde el Museo de Arte Reliososo, antiguo convento carmelita.
Confesiona­rio asignado al padre Jorge Bergoglio.
Cúpula de la catedral vista desde el Museo de Arte Reliososo, antiguo convento carmelita. Confesiona­rio asignado al padre Jorge Bergoglio.

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