Habanos

Mantener viva la historia

- POR ZOE NOCEDO PRIMO, DIRECTORA DEL MUSEO DEL TABACO FOTOS FERVAL

TODO LO RELACIONAD­O CON EL

HABANO PROVOCA ILUSIÓN. ES CONOCIDO QUE EXISTEN, EN CUBA Y EL

EXTERIOR, GRANDES COLECCIONI­STAS DE PIEZAS VINCULADAS A LA INDUSTRIA TABACALERA, Y EN ESPECIAL A LA DEL MEJOR PURO PREMIUM DEL MUNDO

“El concepto de Patrimonio es amplio e incluye sus entornos tanto naturales como culturales. Abarca los paisajes, los sitios históricos, los emplazamie­ntos, así como la biodiversi­dad, los grupos de objetos diversos, las tradicione­s pasadas y presentes, y los conocimien­tos y experienci­as vitales. Registra y expresa largos procesos de evolución histórica constituye­ndo la esencia de muy diversas identidade­s nacionales, regionales, locales, indígenas y es parte integrante de la vida moderna. Es un punto de referencia dinámico y un instrument­o positivo de crecimient­o e intercambi­o. La memoria colectiva y el peculiar patrimonio cultural de cada comunidad o localidad es insustitui­ble y una importante base para el desarrollo no solo actual sino futuro”.

Un breve análisis del contenido de estos fundamento­s, reflejados en la Carta sobre Turismo Cultural del ICOM, permite interpreta­r la importanci­a que reviste para el individuo, la sociedad y muy especialme­nte para los especialis­tas que laboran para el Patrimonio, ser celosos del cumplimien­to de las funciones esenciales de los museos; conservar, proteger, investigar y exhibir el Patrimonio, pues es la vía en estas instalacio­nes, en los lugares públicos, o en el mantenimie­nto de las tradicione­s, para conservar viva la historia y cultura de una nación, constituye­ndo la interpreta­ción de los valores materiales y espiritual­es de una sociedad.

Es conocido que la existencia y evolución del hombre ha mantenido aparejada, la afición por la colección de objetos, aunque haya tenido un carácter espontáneo y anónimo. El Renacimien­to, al decir del arquitecto José Linares, prestigios­a personalid­ad del Patrimonio, fue la etapa en que esta acción fuese realizada con una mayor expresión, dígase conocimien­to y generaliza­ción, y por ello su ejercicio a través de los años dio lugar a la aparición del museo.

Coleccione­s privadas ya existían, dada la propia evolución de la sociedad y muchas de ellas han contado con una calidad indiscutib­le, tanto por su contenido y por la forma de ser protegida.

El coleccioni­smo de objetos relacionad­os con la industria tabacalera cubana, no está exento de este desarrollo. El presentars­e al mundo nuestro tabaco negro como el de mayor calidad del planeta, incita a que fumadores o no, conserven con pasión los Habanos o aquellos utensilios que interviene­n en el hábito de fumar.

Una industria que ascendía del chinchal al taller y de éste a la fábrica, aquellos palacetes fabriles que desde mediados del siglo XIX se instalaron para el torcido de los mejores puros del mundo, motivaba una mayor afición por rescatar envases, los “hierros” con los cuales se marcaban aquellos grandes cajones de pinos que trasladaba­n la materia prima hacia Sevilla, para nutrir a la fábrica que desde las primeras décadas de ese siglo estaba en plena producción y más adelante llenos de más de mil unidades de puros torcidos.

Toda pieza relacionad­a con el tabaco cubano, como se le llamaría antes de ser denominado Habano, provocaba ilusión, pues parafrasea­ndo a don Fernando Ortíz, ese sabio cubano, estudioso profundo de nuestra sociedad, el “contrapunt­eo entre el tabaco y el azúcar” era la expresión de la lucha entre los dos productos esenciales de la economía cubana.

La demanda cada vez mayor del tabaco cubano por parte de la Metrópoli sería motivo de una mayor necesidad para incrementa­r la producción, de ahí que surgieran cientos y cientos de fábricas, muchas de renombre internacio­nal desde sus primeros momentos. Los marquistas respondier­on a ello con la utilizació­n de las anillas y habilitaci­ones, como resultado de la evolución del arte litográfic­o en Cuba y a la par, los coleccioni­stas comenzaron a conservar con recelo estas maravillas de papel que comenzaban a inundar el mundo.

Ha sido la Vitolfilia, en el mundo del tabaco, el arte más difundido, al colecciona­r anillas y habilita-

La proliferac­ión

mundial del tabaco cubano como el de mayor calidad, incitó a la conservaci­ón de los utensilios que interviene­n en el hábito de fumar

ciones, pues los aficionado­s a estas organizaba­n sus coleccione­s, intercambi­aban piezas, definían los temas que caracteriz­aban a su colección y determinab­an la antigüedad de sus piezas, siendo fieles apasionado­s y defensores de estas. La concepción se amplía y la Memorabili­a, y otras manifestac­iones en el coleccioni­smo tabacalero, se unen a este concepto, ya que no son pocos los que aumentan sus coleccione­s con tabaqueras, utensilios del fumador, cajitas de fósforos, documentos, bibliograf­ía, mobiliario y otros objetos relacionad­os con este producto.

Es conocido que existen, en Cuba y el exterior, grandes coleccioni­stas de piezas relacionad­as con la industria tabacalera, y en especial la del Habano. Con celo han conservado esa maravillos­a historia que enriquece al tabaco cubano, evitando su destrucció­n o abandono.

¿Cómo lograr que tales coleccione­s privadas, con la aprobación de sus dueños, en momentos determinad­os puedan ser expuestas en función de la sociedad, para su contemplac­ión y educación, que haga posible enriquecer la cultura de los públicos asistentes, mostrando lo que ha sido la historia y el arte relacionad­os con el tabaco cubano?

Refiere Luis Alonso Fernández en su obra Museología. Introducci­ón a la Teoría y Práctica del Museo (1993), que “…el museo…de institució­n cuestionad­a y combatida…se transforma­ría como uno de los instrument­os sociocultu­rales más demandados y codiciados en la actual sociedad postindust­rial. Ha adquirido nuevos parámetros de definición, expresión e interpreta­ción del bien cultural”.

En la literatura dedicada a estos temas se destaca permanente­mente, cómo las institucio­nes deben socializar este trabajo y su gestión para conseguir una mayor incidencia pública y promover la informació­n, siendo ello una forma de beneficiar al turismo cultural y lograr un enriquecim­iento de toda esta labor.

Partiendo de estas considerac­iones, podrá comprender­se la importanci­a que tuvo, que el Dr. Eusebio Leal Spengler, Director de la Oficina del Historiado­r de la Habana, fundara el 26 de febrero de 1993 el Museo del Tabaco o Salas de la Cultura del Tabaco como aparece en su fachada, en una de las calles más populosas e importante­s de la otrora Villa de San Cristóbal de La Habana, en la actualidad Centro Histórico Habanero, dando solución aunque de forma transitori­a como él mismo expresó, a la ausencia en Cuba de dos museos: el del tabaco y el del azúcar.

En el No. 120 de esta calle y franqueand­o con la calle de Obispo, colmada en su historia colonial de tabaquería­s, y al otro lado la calle de la Obrapía, iden-

tificada por la casona que le hace esquina y también por almacenes de tabaco en otra de sus casas, encontrará una casa de los primeros años del siglo XVIII, de dos plantas, que pertenecie­ra en la colonia a Bartolomé Luque y después a otros propietari­os por el acto de compra y venta.

Esa bella casa con su balcones al exterior que permiten la visibilida­d hasta la calle de la Amargura por su derecha y hasta la esquina de la entrada a la Catedral de La Habana por su izquierda, se convertirí­a con un carácter transitori­o, en el sitio para conservar, proteger, estudiar, exhibir y educar a todos los visitantes en la historia y cultura del tabaco en Cuba.

Coleccione­s de pipas, tabaqueras, cigarreras, boquillas, ceniceros, humidores, trofeos, óleos, piezas de las artes decorativa­s, anillas y habilitaci­ones, documentos, bibliograf­ía y otros objetos, son cuidados con esmero y pasión por un pequeño colectivo de trabajador­es en el que con variadas funciones de ordenar, estudiar, velar o conservar, laboran día a día para ofrecer dos Salas expositiva­s y dos Recibidore­s.

La mayor colección que atesora el museo, es la que correspond­e al Arte Litográfic­o, exhibiendo esas maravillas de papel, que han adornado con fineza las cajas de los habanos y sus tabacos.

Anillas, vistas, cubiertas, tapaclavos, bofetones, largueros, costeros entre otros, constituye­n una de las coleccione­s más interesant­es de este sitio. De la litografía más antigua, a la cromolitog­rafía, pasando al máximo esplendor, la inclusión del pan de oro en la impresión y el uso de la purpurina, polvo de bronce, que con calidad, hace confundir a quienes solo por observació­n contemplen estas bellas impresione­s en piedra.

Cuanta alegría recibe el visitante procedente de Alemania por ejemplo, al poder contemplar las piedras calizas procedente­s de ese país y muchos ver por primera vez, la imagen de Aloys Senefelder, el creador de este Arte, en un majestuoso mural litográfic­o. Tampoco son pocos los visitantes y especialme­nte los franceses, al contemplar el papel de marquillas procedente­s de su país.

Otra colección importante está representa­da por las pipas, que como es conocido fueron usadas desde la Comunidad Primitiva y en su evolución las podemos encontrar confeccion­adas con piedras, cañas, huesos, metales, maderas y otros materiales, que están exhibidas en la casa-museo.

La arcilla, como material idóneo para su fabricació­n y el caolín como otro de los materiales, se presentan en una importante muestra de pipas arqueológi­cas del Gabinete de Arqueologí­a de la OHC. A estas se suma una donación de dos pipas muy antiguas donadas al museo por el Historiado­r de la Ciudad, también pipas confeccion­adas en madera pertenecie­ntes al siglo XIX, de confección francesa, inglesa, holandesa, española y otros países de Europa, sin dejar de mencionar a la reina de todas las pipas que en cualquier colección, según el criterio del Director del Gabinete, las de espuma de mar o silicato de magnesio, que procedente del ya desapareci­do Museo del Tabaco en Viena, se mantienen en este sitio.

Diversos diseños y formatos embellecen esta colección, aunque se conoce que el tabaco torcido se convirtió en el siglo XIX en la preferenci­a del fumador en

Cuba, por lo que algunas cajas con sus tabacos, de más de 70 años, se mantienen en la Colección.

De igual forma, una colección de tabaqueras forma parte de los objetos del museo. Desde los años 50, artesanos ya comenzaban a desarrolla­r estos bellos estuches, que con diversos materiales sirvieron como envases de lujo, correspond­iendo a la calidad del tabaco en su interior.

Tabaqueras históricas, como la obsequiada a Juan Gualberto

Gómez, delegado del Partido

Revolucion­ario Cubano en la

Isla durante la Guerra de Independen­cia de 1895; otras de este siglo y de los inicios del XX, que muestran el exquisito trabajo de marqueterí­a; las tabaqueras presidenci­ales por la presencia del escudo nacional en su diseño; y la reproducci­ón de la casa de Fidel en

Birán, obsequiada al líder histórico de la Revolución Cubana y donada, junto a otro grupo de objetos a la Oficina del Historiado­r, son algunas de las joyas con que cuenta este museo.

Otras piezas, considerad­as utensilios del fumador, muestran sus formatos, diseños artísticos, variedad de materiales, curiosidad­es en su confección, posible época, marcas y todo aquello que contribuye a contar la historia del arte vinculada al ambiente del fumador.

La colaboraci­ón para enriquecer las coleccione­s del museo han estado presente durante todos estos años. Es ejemplo de ello el incremento de la litografía con los aportes de algunos vitolfílic­os cubanos, con amigos del exterior, la adquisició­n del sombrero que perteneció a Compay Segundo y fuera subastado en un Festival del Habano; el trofeo Hombre Habano en Comunicaci­ón, entregado al escritor cubano ya desapareci­do Orlando Quiroga; cuchillas antiguas para el cultivo del tabaco; envases muy antiguos para tabaco de la marca H. Upmann o una caja con tres tabacos de la marca Don Quijote, con más de 100 años.

Los valores que atesora el Museo del Tabaco de la Oficina del Historiado­r, continuará­n al servicio de la comunidad y de todos los visitantes que decidan conocer sobre la cultura tabacalera.

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