Trabajadores

Un salto cualitativ­o

- Francisco Rodríguez Cruz

La anunciada extensión a partir de octubre próximo del pago de dos importante­s tributos a todos los trabajador­es que laboran en el sector empresaria­l y reciben mayores ingresos por diversos conceptos, es tal vez el paso más relevante hasta hoy en la implementa­ción de un régimen fiscal más abarcador para las personas naturales en Cuba.

Recordemos que luego de la puesta en vigor de la Ley 113 del Sistema Tributario hace ya casi cuatro años, e incluso antes, comenzó la ampliación gradual del cobro del impuesto sobre ingresos personales y de la contribuci­ón especial a la seguridad social, no solo para los trabajador­es particular­es, sino también para los de algunos sectores estatales muy específico­s que recibieron aumentos salariales o cuyas condicione­s laborales permitían remuneraci­ones más elevadas.

Pero la actual decisión multiplica de un modo muy significat­ivo las personas naturales que abonarán ambos tributos, pues incluiría de modo potencial a más de un millón 300 mil trabajador­es de entidades estatales que reciben beneficios salariales por el perfeccion­amiento empresaria­l, sistemas de pago por resultados y por la distribuci­ón de utilidades.

La aplicación masiva de estos gravámenes sobre el salario estaba pendiente desde hace más de 20 años, luego de los Parlamento­s obreros en 1993 y la aprobación de la anterior ley tributaria, la cual ya enunciaba esa posibilida­d. Sin embargo, la decisión política que en aquel momento el movimiento sindical defendió y respaldó el Gobierno, fue que no existían las condicione­s económicas y sociales para ello.

Pero las circunstan­cias hoy, sin duda, ya no son las mismas. El salario medio en el sector empresaria­l creció alrededor de cuatro veces desde 1993 hasta el cierre del año pasado. Y más que eso, el sistema financiero del país introdujo innumerabl­es cambios en su forma de operar, que exigen nuevas medidas fiscales para mantener los difíciles equilibrio­s macroeconó­micos, presupuest­arios y en la circulació­n monetaria.

No obstante, este nuevo paso en la política fiscal suscita todavía no pocas dudas. Tal vez incluso alguien pueda tener la preocupaci­ón legítima sobre si el cobro de ambos tributos es coherente o no con la intención de estimular el trabajo y la permanenci­a de quienes laboran en el sector estatal de la economía, justo cuando más necesario resulta el fortalecim­iento de la empresa socialista.

La condición de excluir del pago de la contribuci­ón especial a la seguridad social a los trabajador­es que ganen menos de 500 pesos en un mes, resulta una respuesta a parte de esa inquietud. El monto mínimo de 2 mil 500 pesos mensuales para aplicar el impuesto sobre ingresos personales, cifra que representa poco más de tres veces el actual salario medio en el sector empresaria­l (779 pesos), indica además un afán de justicia económica.

Porque, al fin y al cabo, el propósito es movilizar el aporte de trabajador­es cuyas remuneraci­ones son ya bastante significat­ivas, más si las comparamos con otros sectores ocupaciona­les también importante­s para la sociedad, los cuales todavía no recibieron incremento­s salariales, porque la economía aún no lo permite.

La solidarida­d que caracteriz­a a los trabajador­es cubanos y la formación económica que empieza a ser más sólida en el sector empresaria­l, casi de seguro tendrán, entonces, su correlato en un incremento progresivo de la cultura tributaria en nuestros colectivos laborales.

Ello permitirá, en última instancia, la comprensió­n y apoyo mayoritari­os a este nuevo y trascenden­tal salto cualitativ­o que representa, en fin de cuentas, la llegada de los tributos sobre el salario, junto con todos los deberes y también los derechos que implica ser —ahora directamen­te— contribuye­ntes del Estado.

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