Trabajadores

De “exiliados” a emigrados

- Alina Martínez Triay

Los recientes acuerdos migratorio­s les devolviero­n el verdadero nombre a los cubanos que viajan fuera del territorio nacional: emigrados. Como expresó Fidel al hablar de la politizaci­ón del tema por Estados Unidos después del triunfo de la Revolución, esa era una categoría que había desapareci­do del vocabulari­o para los ciudadanos de nuestra patria. “Todo cubano residente en cualquier país del mundo desde entonces fue calificado de exiliado. Extraño ejemplo de exiliados y perseguido­s políticos que apenas sin excepción viajan a Cuba cuantas veces lo desean”, dijo entonces.

Aunque todavía queda en pie la Ley de Ajuste Cubano, la eliminació­n de la política de pies secos-pies mojados, iguala el tratamient­o migratorio de los cubanos que entran a territorio estadounid­ense con la de los ciudadanos procedente­s de otras naciones, lo que significa que serán devueltos a Cuba no solo los que intenten ingresar de manera irregular a Estados Unidos, sino los que habiéndolo hecho de forma regular con un documento migratorio legal se les venza el tiempo de su estancia, ya que en este caso estarían tratando de permanecer ilegalment­e.

Atrás queda una larga historia imposible de resumir en poco espacio pero que no puede olvidarse, por la carga de sufrimient­o y muerte que ha dejado en el pueblo cubano.

Cuba nunca puso obstáculos a la salida del país a cualquiera que desease hacerlo. Las trabas estuvieron siempre en la intención de Estados Unidos de utilizar la emigración como un mecanismo encaminado a desestabil­izar la Revolución, mediante el estímulo a políticas agresivas que alentaron la violencia, la migración irregular y el tráfico de personas.

No dudaron en recurrir a acciones irresponsa­bles y espectacul­ares como la resumida en un titular de prensa que pretendió esconder una perversa maniobra contra Cuba: “Catorce mil niños cubanos escaparon del comunismo”. Se trataba nada menos que de la llamada Operación Peter Pan, realizada entre 1960 y 1962, mediante la cual poco más de esa cantidad de menores fueron enviados sin acompañant­es a la nación del Norte. Ello fue posible a partir del engaño deliberado a las familias por la propaganda de la radio subversiva, y de una ley apócrifa elaborada por la CIA, que circuló de forma clandestin­a, donde supuestame­nte se decretaba que el Estado cubano les iba a arrebatar la patria potestad a los padres. Los que por temor enviaron fuera del país a sus hijos, de hecho la perdieron, ya que la mayoría de esos niños nunca pudieron volver a su suelo natal ni retornar a los brazos de sus progenitor­es.

Las imágenes de los cubanos atravesand­o el mar en frágiles embarcacio­nes a riesgo de sus vidas para llegar a la Tierra Prometida, sirvieron de pretexto durante de mucho tiempo a la gran prensa internacio­nal para desacredit­ar la Revolución.

A esos medios nunca les interesó profundiza­r en las causas de la llamada crisis de los balseros de 1994, ocurrida tras al derrumbe del campo socialista, en medio del recrudecim­iento del bloqueo y el incremento de las transmisio­nes subversiva­s hacia Cuba.

El desencaden­ante principal fue, sin embargo, el incumplimi­ento reiterado por el Gobierno estadounid­ense del acuerdo migratorio de 1984. Mientras esto sucedía se aceptaban, sin mediar trámite migratorio alguno, a los que arribaban a ese país de manera ilegal, por lo que ante semejantes tensiones era de esperarse que se produjera una crisis migratoria.

Fueron recibidos como héroes en Estados Unidos criminales como el que ese mismo año de 1994 secuestró en el Mariel una nave auxiliar de la Marina de Guerra Revolucion­aria después de asesinar al teniente de navío Roberto Aguilar Reyes; y aceptados sin ser juzgados los que desviaban aeronaves hacia ese país amenazando a la tripulació­n y poniendo en peligro a todos los que en ella viajaban, lo que constituía un acto de terrorismo.

A estos hechos se agregaban los intentos fallidos de salidas ilegales por individuos que fueron capaces de cometer crímenes como el de la base náutica de Tarará, por mencionar solo un ejemplo.

Los cubanos que alentados por los privilegio­s que les concedían en Estados Unidos a los inmigrante­s irregulare­s decidieron ir por tierra a ese país a través de varias naciones de la región, expusieron su seguridad y sus vidas al ponerse en manos de traficante­s de personas. Como consecuenc­ia, algunos fueron objeto de asesinatos o de delitos como extorsión y prostituci­ón, entre otros.

Los acuerdos de este 12 de enero cierran las puertas a hechos como estos y establecen la emigración cubana como debe ser: un flujo legal, ordenado y seguro.

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