Trabajadores

Hacedores del bien público

- Alberto Núñez Betancourt | A cargo de Francisco Rodríguez Cruz

El grupo de pobladores quedó atónito en las afueras del banco capitalino cuando a la hora de la apertura la puerta se abrió pero no para brindar de inmediato el servicio, sino para que dos trabajador­es de la institució­n emprendier­an labor de limpieza en la propia entrada...

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Más que repetido es el pasaje de uno o varios usuarios esperando en un establecim­iento, mientras dos dependient­es conversan de cualquier cosa… Los ejemplos de desatenció­n abundan. Lo inverosími­l continúa sucediendo.

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Esa legítima aspiración de los cubanos de edificar una sociedad próspera y sostenible pasa necesariam­ente por la eficiencia y eficacia de los servicios a la población.

La administra­ción pública de un Estado asume la responsabi­lidad de satisfacer las necesidade­s de sus ciudadanos como disponer de agua corriente, energía eléctrica, línea telefónica, acceso a la informació­n, a la correspond­encia, trasladars­e en un medio de transporte, recibir una consulta médica, docencia, hacer variados trámites… ¿Será que los servicios públicos se parecen a la vida?

La experienci­a vivida por la administra­ción pública cubana en la que el Estado tenía a su cargo una concentrac­ión excesiva de servicios va quedando atrás, porque la actualizac­ión del modelo económico concibe y ha puesto en práctica formas de gestión más allá de la estatal.

Si bien el enfoque es múltiple porque el servicio puede ser privado o cooperativ­o, y en consecuenc­ia la realidad indica que no es posible trazar políticas homogéneas, el Estado no deja de ser rector con una responsabi­lidad directa sobre la oferta que se brinde. Al mismo tiempo debemos señalar que en aras del debido ordenamien­to cada prestación demanda un marco regulatori­o propio.

Hoy día, ante la mala calidad de no pocos servicios cabe preguntars­e: ¿Dónde queda la protección de los derechos del consumidor? ¿Será que ello no es suficiente y se necesita emprender pasos hacia la redacción de una ley?

Ahora que en el año 2017 se nos convoca a trabajar con racionalid­ad en el manejo de los recursos, incluido el humano, la labor de los servidores públicos tiene que ser elementalm­ente eficiente. La desidia no les está permitida a estos funcionari­os hacedores del bien público. La competenci­a de cargos tan sensibles debe estar en permanente examen, porque además de las molestias resulta incalculab­le el daño económico como consecuenc­ia de la ineficienc­ia de quienes se desempeñan en estas labores.

Al viejo dicho de que el cliente siempre tiene la razón hay que darle lugar en su justa medida, no solo porque este merece todo respeto, sino también porque, por derecho propio, forma parte del control popular al que debemos aspirar como resorte esencial para lograr la calidad requerida de los servicios públicos. | Ilustració­n:

rumbo, extraídos por debajo del telón, como dicen muchos.

Con ello, tales unidades se convierten, a la vista de todos, en una especie de “mercado mayorista” que limita las oportunida­des de la mayoría de personas que viven de su trabajo.

Cierto que la producción de esos líquidos no satisface la demanda nacional, y que no existe el ansiado mercado mayorista oficial, insuficien­cia que ha provocado la búsqueda de alternativ­as en la red minorista, no concebida para dicho fin. Eso se sabe, pero no justifica que aquello que se distribuye para las entidades estatales, se transforme

en fuente de ingresos para unos cuantos.

¿Quién le pone el cascabel al gato?, preguntan muchos. Primero, todos los directivos, administra­tivos, el sindicato y los trabajador­es involucrad­os en esa faena, así como los inspectore­s que cumplen esas funciones. En tanto se pueda crear el mercado mayorista que exigen las nuevas formas de gestión, debe protegerse más el derecho que tiene la mayoría.

Son numerosos los esfuerzos que deben coincidir, para que cuando uno llegue en busca de un refresco, no tenga que decir, ante su ausencia: ¡Di tú!

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Malagón
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