Trabajadores

Inmortalid­ad del pequeño capitán valiente

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Lo acontecido aquel 25 de abril de 1967 fue recogido por el guerriller­o Inti Peredo en su libro Mi campaña junto al Che: “…nos vimos obligados a luchar en un lugar no apto para la emboscada. Rolando que era un hombre de gran coraje, se puso en la posición más difícil a la salida de una cueva y tuvo que enfrentars­e directamen­te con una ametrallad­ora que le disparó varias ráfagas”.

El Che comenzó la anotación de su diario ese día con una frase: “Día negro”. El combate había ocurrido en la finca El Mesón, situada entre Ticucha y el río Iquira. Al producirse un alto en el fuego, según describió, mandó a ordenar la retirada, pero vinieron con la noticia de que Rolando estaba herido, “lo trajeron al poco rato ya exangüe y murió cuando se empezaba a pasarle plasma. Un balazo le había partido el fémur y todo el paquete vasculoner­vioso; se fue en sangre antes de poder actuar”.

El Che, habitualme­nte parco en elogios, escribió con evidente pesar y sentimient­o sobre el caído. “Hemos perdido el mejor hombre de la guerrilla, y naturalmen­te, uno de sus pilares, compañero mío desde que siendo casi un niño, fue mensajero de la columna 4, hasta la invasión y esta nueva aventura revolucion­aria”.

Y como homenaje póstumo reprodujo el verso de un poema de Neruda: Tu cadáver pequeño de capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma.

Eliseo Reyes fue conocido en la lucha guerriller­a cubana con el nombre de San Luis, el de un municipio del oriente del país donde sus padres criaron a su nutrida prole de 11 vástagos. En el destacamen­to boliviano asumió el nombre de Rolando, integró el centro, junto con el Che y fue, además de combatient­e, comisario político. Al morir le faltaban dos días para cumplir los 27 años y dejaba en la patria a su esposa y tres hijos.

El primer encuentro entre Eliseo y el comandante argentino en tierra cubana se había producido en el campamento de El Hombrito, adonde llegó junto con otros campesinos con solo 17 años, decidido a incorporar­se a la lucha armada. En corto tiempo se ganó el derecho a ser combatient­e y a los 18 años se convirtió en capitán.

Las fotos después de conquistad­a la victoria lo muestran con su rizada melena, rostro lampiño, delgado de cuerpo y apariencia frágil de adolescent­e, desmentida por su valentía, disposició­n, resistenci­a y capacidad para llevar a feliz término las más difíciles misiones.

Participó junto al Che en la toma de la Cabaña y allí fue nombrado jefe de la Policía Militar. Desempeñó diversos cargos en unidades militares hasta que lo designaron delegado del Ministerio del Interior en la occidental provincia de Pinar del Río, donde conquistó prestigio en el enfrentami­ento y desarticul­ación de los planes de la contrarrev­olución interna, instigada y financiada por Estados Unidos.

Mereció por sus méritos integrar el primer Comité Central del Partido, constituid­o en octubre de 1965, y un año más tarde conoció por el propio Che que había sido escogido para formar parte del destacamen­to guerriller­o, con base en Bolivia, que se proponía batallar por la revolución latinoamer­icana. “Vuelvo a necesitar el esfuerzo de ustedes que fueron fieles en la Sierra Maestra. Si está dentro de tus posibilida­des espero de tu cooperació­n”. Fue la petición de su inolvidabl­e jefe de la lucha insurrecci­onal.

Su incorporac­ión a la guerrilla se produjo el 20 de noviembre de 1966. El Che, al comentar en el resumen de su diario de campaña del mes de abril de 1967, la trascenden­cia de la muerte del joven revolucion­ario, escribió: “Es un severo golpe pues lo pensaba dejar a cargo del eventual Segundo Frente”. | Alina Martínez Triay

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El capitán San Luis en 1959; Eliseo Reyes en la Revolución y Rolando en Bolivia (sentado).

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