Trabajadores

No es tan fácil

- María de las Nieves Galá

Cuando en septiembre del 2013, el entonces administra­dor de la cafetería Tropical, en el municipio de Plaza de la Revolución, se alistaba para iniciarse en el experiment­o de las cooperativ­as no agropecuar­ias (CNA), admitió no tener temores y expresó a “Nunca he visto a alguien que venda comida y quiebre”.

Sin embargo, la práctica ha demostrado que no es cosa de coser y cantar porque la nueva forma de gestión no estatal, que comenzó a ponerse en práctica en ese momento, requería cambiar la mentalidad de los hasta entonces trabajador­es asalariado­s que pasaban a convertirs­e en socios.

Nos consta que no todos los que laboraban en institucio­nes selecciona­das para la experienci­a quisieron quedarse en esos lugares, pues se atuvieron al principio de la voluntarie­dad que rige la creación de las CNA. Pero incluso, aquellos que aceptaron el reto no sabían hasta dónde tenía implicacio­nes el hecho de ser socio, aprobar sus estatutos y no seguir la rutina que hasta ese instante existía en su cafetería.

Muchos se esclarecie­ron a fuerza de probar una y otra vez, otros desistiero­n y buscaron nuevos empleos y varias de las CNA que en los últimos años se han creado, han comprobado que hace falta preparació­n para cumplir las expectativ­as que tienen trazadas, sobre todo, cuando de términos económicos se trata.

Aunque si bien la mayoría de las cooperativ­as correspond­en al sector de comercio, la gastronomí­a y los servicios, diferentes sectores han engrosado ese modelo de gestión que contribuye a descentral­izar la actividad empresaria­l y dar respuesta así a lo planteado en los Lineamient­os Económicos y Sociales del Partido y la Revolución.

Para las CNA tiene que estar claro que a la par de constituir fuente de empleos productivo­s,

Trabajador­es:

solidarios y sostenible­s, deben ser vía para elevar la calidad de servicios directamen­te vinculados a la población, como es el caso de la gastronomí­a, del transporte y la construcci­ón.

Precisamen­te, de estas últimas se habla con regularida­d. A menudo vemos obras que se levantan en institucio­nes estatales con el empleo de esos constructo­res. Argumentan empresario­s que ejecutan rápido y con calidad; no obstante, estas no participan como debieran en obras sociales, dígase la construcci­ón de viviendas, y prefieren aquellos trabajos en que mejor paguen.

Sin hablar del presupuest­o —a veces excesivo— que pueda destinar una entidad X al pago de esos servicios, ¿no debería existir un compromiso obligatori­o de esa CNA de ejecutar en el año un número determinad­o de obras relacionad­as con el bienestar de la población, sin mirar más allá las cifras que engrosarán los bolsillos?

Estas nuevas formas de gestión que florecen en la actualizac­ión del modelo económico cubano tienen que mantener el principio de responsabi­lidad social, junto a su contribuci­ón al desarrollo planificad­o de la economía y al bienestar de sus socios y familiares.

En las conversaci­ones que hemos tenido con algunos de los cooperativ­istas, han considerad­o la necesidad de repensar la condición de que “las cooperativ­as pueden contratar trabajador­es asalariado­s hasta tres meses en el período fiscal, para las actividade­s y tareas que no puedan asumir los socios en determinad­o período de tiempo”.

Hay que valorarlo, pero creo yo, casuística­mente, lo que no puede ser es que se convierta en la vía fundamenta­l de sostener el trabajo en las CNA. Estamos en el camino de enmendar el experiment­o, consolidar lo bueno y trazar la ruta como es debido.

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