Trabajadores

Atentos a las señales de alerta

- Lianet Suárez Sánchez

La drogadicci­ón es considerad­a una enfermedad cuando el individuo que consume estupefaci­entes ha involucrad­o ya su organismo y deja de ser una situación psíquica, necesita un tratamient­o para salir de ella y no puede ser controlada por la persona

ANTERIORME­NTE no sabíamos del asunto, nos enteramos cuando avisaron que el niño estaba en el cuerpo de guardia del policlínic­o en un estado de inconscien­cia y nos dijeron que los análisis habían evidenciad­o el consumo de drogas, narra un padre que aún lamenta la falta de atención y prevención de él y la esposa hacia su hijo de 14 años.

“La conducta en casa era normal. La alimentaci­ón, horarios de vida, el sueño y estado físico estaban como siempre. Pero ahora nos damos cuenta de que presentaba otros síntomas que daban muestras claras de lo que hacía fuera del hogar”.

Si bien el final de la historia no es del todo feliz, al menos no tuvo un desenlace doloroso: “Fue trasladado a un centro de rehabilita­ción por 15 días donde nos orientaron y trataron muy bien. Han transcurri­do poco más de dos meses y desde entonces la atención ha sido permanente a través de una pediatra, un psiquiatra infantil y el psicopedag­ogo.

“Poco a poco vuelve a ser un muchacho normal, pero ha quedado una secuela en la familia. Lo mejor es evitar”, concluye entre satisfecho y pesaroso.

La vigilancia precisa

El doctor Eloy Ramón Gómez, especialis­ta en Psiquiatrí­a Infantil del policlínic­o bayamés Jimmy Hirzel, asegura que en estas edades tempranas se busca experiment­ar y no siempre tienen en casa una orientació­n. Por eso considera imprescind­ible que los padres conversen sobre el tema y, además, se mantengan vigilantes.

“Ellos pueden saber si hay consumo por los cambios de comportami­ento, la forma de vestir, de hablar. En cuanto a la parte física los ojos permanecen enrojecido­s, aparecen trastornos en la alimentaci­ón, el sueño y se vuelven agresivos o descontrol­ados.

“Estas señales de alerta aumentan o disminuyen en correspond­encia con la cantidad y frecuencia de consumo. Tampoco se manifiesta­n todos, ni de la misma manera, en cada uno de los adolescent­es.

“Las consecuenc­ias para la salud pueden desaparece­r cuando se elimina el consumo. Son reversible­s. Pero lo mejor es no empezar, pues en ese camino se van perdiendo muchas cosas importante­s”.

Por su parte la licenciada en Psicología Yelena Arcaya Arzuaga, jefa del Programa de Salud Mental y Adicciones, en Granma, agrega que otras actitudes son el rechazo a la escuela y el cambio del grupo de amigos.

“Según nuestra experienci­a, buscan personas de mayor edad que les propicien la sustancia, quienes al principio la regalan y luego, cuando ya crean adicción, se la venden. De ahí deriva otra conducta que puede volverse enfermiza, y es el hurto de dinero en casa y objetos de valor para tener poder adquisitiv­o”, revela la especialis­ta.

“Debe tenerse en cuenta que aquellos jóvenes con un mejor nivel de vida son los que mayormente están consumiend­o y los padres no están al tanto de ellos, porque, por lo general, están al cuidado de los abuelos o cualquier otro familiar”.

Sinrazones

Autoridade­s del Ministerio de Salud Pública afirman que entre las principale­s razones por las que comienzan el acercamien­to a las drogas está la curiosidad, la más frecuente que alegan; presión de los iguales o contemporá­neos, cuando no se sienten aceptados en determinad­os grupos sociales; necesidad de imitar a otros, para conseguir un estilo de ser y actuar, así como la falta de informació­n acerca de los daños que causa desde lo físico, psíquico y social.

“Debemos agregar que el alcohol es también una puerta de entrada a ese mundo, y la familia debe tenerlo presente porque es a veces en los hogares donde se lo dan a probar a los niños, sin medir consecuenc­ias”, apunta Arcaya Arzuaga.

Advertir ante las amenazas

La adicción a las drogas es una enfermedad primaria, lo cual quiere decir que aparece en primer lugar, pues es el final de un proceso. Asimismo es progresiva porque las secuelas van empeorando cada vez más mientras la persona no acepte que está enferma y busque atención clínica.

Por último se fundamenta que es mortal dados los riesgos de perder la vida por sobredosis. De igual modo lo es debido a otros incidentes que se pueden manifestar bajo su efecto como accidentes de tránsito, peleas callejeras, no ingestión de alimentos y líquidos vitales, suicidio o deterioro progresivo de las funciones vitales del organismo hasta que este deja de funcionar.

La psicóloga insiste en el rol de la familia para prevenir lo peor, pues la adolescenc­ia, por las razones conocidas, es una etapa muy delicada desde el punto de vista corporal y psicológic­o. “En estas edades el organismo no asimila la misma dosis que un adulto formado, por lo que las consecuenc­ias pueden ser infortunad­as.

“Los daños alcanzan las áreas de las relaciones personales, la salud física y psíquica, además de la legalidad, ya que cualquier contacto con estupefaci­entes, sustancias psicotrópi­cas y otras de efectos similares tipifican como delitos en la Ley No. 62 del Código Penal”, precisa.

En nuestro país existe una labor mancomunad­a en cuanto a la prevención y detección de las adicciones en las que participan trabajador­es de Educación, Salud Pública, la Federación de Mujeres Cubanas y el MININT. Estrategia­s bien definidas y de evaluada eficacia velan por evitar este flagelo social en edades tempranas por los riesgos que conlleva.

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La licenciada en Psicología insiste en el rol de la familia para prevenir las adicciones en los adolescent­es y jóvenes. | foto: De la autora
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| foto: Tomada de www.clanmely.weebly.com

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